Esta es una opinión de alguien que, como muchas otras personas, está en proceso de reflexión constante en torno a lo que nos incumbe y de lo que nos viene condicionado por un sistema de producción agraria y un modelo de producción alimentaria, que alineado con el sistema de producción capitalista a gran escala, ha devenido un modus vivendi generalizado en los países del llamado occidente o países ricos de nuestro planeta.

Conviene ver y analizar aquellas cosas que pasan en este modelo productivo: En primer lugar, una estandarización de productos que, elaborados a gran escala y a veces controlados por unas pocas grandes multinacionales, han hecho que prevalezca la capacidad productiva y la maximización de la producción en unas escalas que implican el máximo rendimiento económico de estas producciones.

En segundo lugar, se trata de un modelo donde la explotación de la tierra es absolutamente intensiva, con las consecuencias negativas que ello conlleva en el deterioro del propio bien que significa para ella misma.

Sin embargo, se deben utilizar productos determinados (nocivos en muchos casos), para alcanzar dos de las premisas básicas de este modelo productivo, los niveles máximos de productividad en un espacio determinado, así como unos estándares de imagen del producto, lo que implica un alto nivel de rechazo de producción que no responde a estos modelos (tamaño, color…) impuestos por el propio sistema y aquellas grandes multinacionales que lo controlan todo, a lo largo de todo el proceso.

Esta realidad en la que vivimos hoy, la podemos poner en cuestión porque no responde exactamente a las necesidades alimenticias de los 7.000 millones de personas que habitamos este planeta, sino a los intereses de unos grandes conglomerados de la industria alimentaria.

Si añadimos, desde una perspectiva de sostenibilidad, la necesidad de buscar sistemas productivos en los que podamos asegurar las necesidades básicas crecientes de la humanidad, hay que pensar de forma urgente en retornar a los modelos productivos ecológicos y sostenibles medioambientalmente, y por encima de todo, de proximidad, lo cual implicará necesariamente un retorno al modelo productivo en el que el respeto a los propios sistemas naturales de regeneración de los espacios productivos impliquen más espacio para el cultivo medioambientalmente sostenible, con los recursos propios de la tierra y con una premisa básica que es la sostenibilidad, donde no sean necesarios grandes gastos de transporte a largas distancias. En definitiva la sostenibilidad de la producción alimentaria pasa necesariamente por aproximar al máximo nivel, el espacio productivo y el consumo de esta producción, con los medios propios y naturales de cada uno de los diferentes entornos.

En este sentido, pienso que hay que modificar muchos de los parámetros conceptuales de la producción alimentaria y de su industria, así como el hecho de adecuar las diferentes legislaciones a este nuevo paradigma, buscando más la calidad y sostenibilidad del sistema a las necesidades reales de toda la población, más que a los intereses especulativos de la gran industria, basada en un sistema que se está constatando como ineficiente y, a veces, nocivo para la salud de las personas.Esta reflexión, nos serviría para otras cuestiones también vitales para el mantenimiento sostenible de la población mundial, como puede ser la utilización y gestión racional de los bienes naturales escasos, la gestión y consumo del agua, o bien la producción y distribución energética,  que se está convirtiendo también en algo que se sitúa actualmente en los límites de lo que podemos decir que es soportable. Siguiendo con este ejemplo, habría que preguntarse por qué la legislación, en el caso concreto de nuestro país, dificulta tanto la generación de energía sostenible y renovable, como podría ser la solar fotovoltaica en los propios espacios de consumo. La respuesta es clara, y nos sirve tanto para el sistema energético como para el sistema alimentario, el poder del sistema establecido y de las grandes compañías impiden el desarrollo de producciones y tecnologías experimentadas porque ponen en cuestión los sistemas imperantes, a pesar de la crisis actual y pese a las demostraciones a pequeña escala de que otra forma de producir energía, de gestionar el agua y producir alimentos suficientes y saludables, es posible.

Por último, en esta reflexión genérica, no me gustaría dejar de decir que estamos en una crisis no sólo económica sino también de valores, con implicaciones globales del sistema capitalista y hegemónico en Occidente, con unos países emergentes tanto en Oriente como América del sur, que en muchos casos, siguen los mismos pasos que el sistema que ha imperado. Sin embargo, la situación creo que está en proceso de cambio gracias a la conciencia de muchas personas que a título individual, así como en pequeños colectivos, de una forma u otra están demostrando un nuevo futuro en los conceptos relacionados con la sostenibilidad en este planeta y proponiendo un nuevo modelo alternativo al modelo imperante en muchas décadas desde la revolución industrial.Quizás esta crisis también implique, y este podría ser el efecto positivo, un cambio de paradigma en el que realmente se produjera y utilizara lo que de verdad las personas y la humanidad, en su conjunto, necesitamos para alcanzar la felicidad, no basada en el tener más y más (cosas innecesarias y superfluas), sino basado en el ser y las relaciones de respeto humano, así como el uso adecuado y sostenible de los recursos de esta nuestra tierra. Tal como ya dicen muchos autores, es necesario un cambio de modelo en el que todos quepamos y todos podamos disfrutar de lo que puede dar la naturaleza, en definitiva un crecimiento en la globalidad y un decrecimiento en el que ha sido la opulencia innecesaria de unas minorías.Me gustaría ser optimista y ver cómo crece y se desarrolla este cambio de modelo, en el que los tres pilares de la subsistencia humana de calidad, se racionalizan en una nueva línea, en la que aseguramos los medios de producción alimentaria necesarios y de calidad , respetuosos con la propia naturaleza de la tierra que los sostiene, más saludables y al alcance de todas las personas que habitamos este planeta.

Autor: Pep Llop, Antropólogo

Suscríbete a la Newsletter y recibe Bio Eco Actual gratis cada mes en tu correo

Bio Eco Actual, tu mensual 100% ecológico
Leer Bio Eco Actual