Cada año, miles de tortugas, aves marinas y otros animales mueren a consecuencia de ingerir bolsas de plástico y otros desechos que han llegado a los ecosistemas marinos. Las bolsas de plástico y otros tipos de desechos degradan el paisaje, pueden contaminar la tierra y las aguas subterráneas, pero las peores consecuencias son para la fauna silvestre, el plástico, sobre todo, resulta nefasto para la vida marina.

FOTO-ORENETA

Según las estadísticas, a lo largo de toda nuestra vida, cada uno de los habitantes de las sociedades occidentales consumiremos y generaremos una tonelada de desechos. Los desechos de plástico, aluminio, fibras de ropa sintéticas y tantos otros restos de nuestra civilización pueden causar daños muy graves a la fauna salvaje. Tirar cada cosa en su lugar es más que un acto de civismo, es una responsabilidad y un gesto de respeto por la vida, ya que nuestra basura puede llegar a ser ingerida por pequeños roedores y otros animales. Sin embargo, las peores consecuencias, sobre todo las derivadas del plástico, las sufren los ecosistemas marinos. Los desechos que se tiran por las calles de nuestras ciudades pueden recorrer kilómetros hasta llegar al mar. Hasta un 80% de la contaminación que hay en los ecosistemas marinos tiene su origen en tierra firme. El caudal de los ríos, arroyos, torrentes o el efecto del viento facilitan que mucha basura llegue al mar y provoque efectos nefastos sobre la fauna.

Tirar cada cosa en su lugar puede ayudar a proteger la vida silvestre

Las tortugas pueden confundir las bolsas de plástico con medusas, su principal fuente de alimento. Al ingerirlas, mueren asfixiadas. Las aves marinas, los peces y los cetáceos ingieren pequeños restos de plásticos sólidos que, en algunos casos, les atraviesan los intestinos, pero en otros, quedan alojados en la garganta o en el tracto digestivo, provocando la muerte por inanición o malnutrición.

Las muertes de los polluelos de albatros en la isla de Midway, un caso documentado:

Midway the film, una producción del fotógrafo Chris Jordan, es un documental que, en tan sólo cinco minutos de duración, nos muestra los efectos devastadores de la presencia de desechos en el mar. El Atolón de Midway se encuentra situado en medio del Océano Pacífico, muy alejado de las grandes ciudades, a cinco mil kilómetros al oeste de San Francisco y a cuatro mil al este de Tokio. A pesar de que estas pequeñas islas se encuentran casi en medio de la nada y podrían ser un paraíso, están rodeadas de basura y de cadáveres de albatros. Este atolón había sido siempre un refugio para los albatros, uno de los santuarios marinos más remotos del mundo, pero se ha convertido en una trampa debido a los desechos de la civilización, aunque éstos son tirados a miles de kilómetros.

Los albatros son aves marinas, pasan cinco años recorriendo los océanos sin volver a tocar tierra firme y en este lejano rincón del mundo encuentran un refugio para nidificar. Pero, desafortunadamente, el océano Pacífico está lleno de basura, desechos que flotan indolentes en sus aguas. Los pequeños albatros son alimentados por sus padres con restos de plásticos, que confunden con restos de peces y plancton. Esta dieta errónea y circunstancial provoca cada año la muerte de decenas de miles de polluelos sólo en Midway, tanto por malnutrición, asfixia o, incluso, por efecto de la toxicidad de estos elementos y las sustancias químicas que los impregnan. Restos de material informático, encendedores, botones, juguetes, botellas y tantos otros desechos. Se calcula que un tercio de los polluelos de la colonia de Midway muere cada año por la ingestión de fragmentos de plástico.

El fotógrafo Chris Jordan documentó fielmente este caso fotografiando cientos de cadáveres que fue encontrando al caminar por la isla. Las imágenes grabadas muestran los cadáveres de crías de albatros en descomposición, lo que permite ver la presencia de restos de plásticos en sus estómagos.

Midway the film nos invita a hacer una importante reflexión sobre la importancia de gestionar bien los residuos, de la responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros a la hora de saber tirar cada cosa en su lugar, porque gestionando bien nuestra basura, podemos estar salvando vidas.

Autora: Helena Escoda, activista por los derechos de los animales

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