Nos han enseñado que sin fertilizar no es posible obtener producción. Que para producir hay que aportar al suelo los nutrientes que extraemos cuando cosechamos. La lógica de las matemáticas aplicada a la producción de alimentos. Pero la vida muchas veces se aleja de esta lógica. La vida, más que matemáticas, es pura magia.

Olvidamos que las plantas son productores primarios. Esto implica que no se alimentan de otro ser vivo. Tienen la capacidad de producir alimentos a partir de algo inerte. En su caso mezclan el aire y el agua y gracias a la energía gratuita del sol producen azúcares. Las plantas son en más de un 90% carbono, oxígeno e hidrogeno. Y estos elementos se obtienen del aire y del agua.

Claro está que necesitan en mayor o menor cantidad otros elementos para realizar sus diferentes funciones vitales o para integrarlos en sus órganos. Todos estos nutrientes los obtienen del suelo.

Si comparásemos nuestro sistema digestivo con la nutrición de las plantas podríamos decir que las raíces son como las vellosidades que se encuentran en nuestro intestino. Las bacterias que viven en nuestro sistema digestivo nos permiten una buena alimentación. Sin una buena flora bacteriana ponemos en peligro nuestra salud digestiva y nuestra salud en general.

En el caso de las plantas las poblaciones de microorganismos que viven en el suelo son su flora intestinal. Les facilitan la absorción de nutrientes y las protegen contra otros microorganismos patógenos que podrían infectarlas. Además los microorganismos son los encargados de degradar los restos vegetales que llegan al suelo. Participan en todos los ciclos de los nutrientes: el carbono, el nitrógeno, el fósforo, el azufre, etc. Ayudan a la formación del suelo, aceleran la descomposición de las rocas y liberan minerales para ponerlos a disposición de las plantas.

Más que preocuparnos sobre la restitución de nutrientes, debemos preocuparnos de proteger la vida de las colonias de microorganismos del suelo

Evitar todo aquello que lo altere demasiado como voltearlo o mantenerlo desnudo sin plantas que ofrezcan raíces como refugio o aquello que las elimina como los abonos químicos, los herbicidas y los pesticidas.

Sin un suelo vivo condenamos a las plantas a alimentarse de un caldo de nutrientes solubles igual que alimentamos con suero al enfermo. Las plantas crecen pero lejos del estado de salud que les permite defenderse contra amenazas externas y producir frutos sanos y nutritivos.

cultiva bioAutora: Montse Escutia, Ingeniera agrónoma especializada en agricultura ecológica – Plataforma de Formación Cultivabio Asociación Vida Sana www.cultivabio.org
Bio Eco Actual Abril 2017