El panga (Pangasius hypopthalmus) es uno de los pescados mas populares y consumidos en España. Se encuentra en las pescaderías, casi de forma generalizada, tanto fresco como congelado, presentado en filetes limpios de piel y espinas.

Es por su bajo precio uno de los pescados favoritos de los hogares españoles y del resto de Europa. España es el segundo importador mundial de panga producido en Vietnam, siendo superado por Rusia. El panga, que tiene una producción de un millón de toneladas al año, se cría en granjas piscícolas en el Río Mekong casi en exclusividad por Vietnam y China.

Se trata de un pez de amplio consumo, muy popular y difundido como alimento, cuyas características toxicológicas están más que cuestionadas. Pero de lo que no se nos informa sobre este barato pescado es de los peligros potenciales que para la salud puede acarrearnos su consumo.

El Río Mekong, uno de los grandes ríos del mundo, es el río más largo del sudeste asiático. Nace en la cordillera de los Himalayas y desemboca en el mar de la China Meridional, recorriendo en sus 4.350 km Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam. A su paso por estos países, el Mekong va recogiendo una ingente carga de contaminantes como residuos industriales, fertilizantes y pesticidas que abundantemente se usan en el cultivo del arroz. Se contamina por el aporte de aguas fecales de las poblaciones de las ciudades y pueblos de su ribera, ya que la depuración de estas apenas existe. El nivel de contaminación de las aguas es alarmante en las zonas donde se produce el vertido de las grandes ciudades, especialmente en el delta, transportando sus aguas grandes concentraciones de fósforo y de metales pesados.

No se aplica ninguna política medioambiental en el Río Mekong, y esta ausencia de gestión medioambiental hace que la contaminación de este río solo pueda ser calificada de catastrófica. Laos, Camboya, Vietnam tienen una población de 1,7 millones de personas en grave riesgo de envenenamiento debido a la alta presencia de arsénico en sus aguas. Las concentraciones son más altas que las permitidas por la Organización Mundial de la Salud OMS, siendo superiores a las 10 ppm (partes por mil millón). El arsénico que se encuentra en el agua del río se acumula en el pescado que se come. Los efectos sobre la salud causados por el arsénico afectan a la piel, intestino, pulmones, corazón, vasos sanguíneos, sistema inmunológico, órganos reproductores, sistema nervioso y material genético.

La acuicultura intensiva de Vietnam establecida a lo largo del río Mekong tiene un serio problema. El Mekong es el vertedero de los residuos industriales y de las aguas fecales cuyo resultado es que el panga presenta niveles de contaminantes químicos y de bacterias considerables. Entre los contaminantes de efluentes industriales encontramos el ya mencionado arsénico, así como subproductos tóxicos del creciente sector industrial, como son los bifenilos policlorados (PCB), los productos organoclorados y sus metabolitos, metales pesados como el mercurio, hexaclorociclohexano y  hexaclorobenceno. Y es en estas aguas hiper-contaminadas donde se crían y engordan los pangas. El proceso de crecimiento y engorde permite la bioacumulación de estos productos nocivos en los tejidos del pez, y que en forma de filetes intoxican a quien los come. Nos alimentamos con la contaminación del sudeste asiático. Y ningún organismo público nos informa de los riesgos que conlleva para nuestra salud alimentarse de ellos.

Nos alimentamos con la contaminación del sudeste asiático

La alimentación de los pangas está indiscutiblemente fuera de cualquier regulación legal. El crecimiento y engorde del panga se lleva a cabo con subproductos y desperdicios de procesos industriales. Se alimentan con restos de pescado muerto, con huesos triturados en forma de harina, con residuos de soja y granos… Este alimento no se parece en lo mas mínimo al que de forma natural ingieren. Es un método artificial de engorde que por no estar regulado es más que probable que incorpore sustancias peligrosas en su composición. Lo más sospechoso es la velocidad de crecimiento del panga, que crece cuatro veces más rápido que en la naturaleza, y esto únicamente es posible si en la dieta se incluyen hormonas de crecimiento, hormonas que son añadidas a la dieta del pez con el único fin de obtener este crecimiento espectacular. Pero el uso de hormonas no solo está dirigido a obtener un crecimiento récord. A las hembras de panga se les inyecta hormonas femeninas humanas obtenidas de la orina de mujeres gestantes. ¿Y os preguntáis con qué fin?, pues con el único objetivo de conseguir que la fertilidad de las hembras de panga se incremente al máximo. De esta forma se consigue una madurez sexual en tiempo récord y con la máxima producción de huevos.

Un buen negocio para las farmacéuticas locales pero un mal negocio para el consumidor de este animal

Nada de lo contado es positivo. Estoy seguro que a algunos de los consumidores de panga incluso les parecerá alarmismo infundado. Pero alimentarse de un pescado enriquecido con metales pesados, adobado con sustancias organocloradas y pesticidas agrícolas prohibidos en occidente, aderezado con hormonas femeninas del embarazo y atiborrado con antibióticos para combatir la listeria y el cólera endémicos en las aguas fecales donde chapotean, no es nada bueno para tu salud y son razones más que suficientes para no comerlo. No te dejes atraer por el precio del panga, que lo barato sale caro. ¿Vale la pena arriesgar tu salud y la de tu familia?

Autor: Raúl Martínez, Dietética y dieto terapia Homo toxicología
Bio Eco Actual Septiembre 2017