Los científicos trabajan desde hace muchos años en el estudio de los productos o elementos que pueden perjudicar la salud humana. Uno de los focos de este tipo de estudios es la clasificación de los elementos que pueden provocarnos enfermedades tan graves como el cáncer.

La lista de carcinógenos (productos que pueden causar cáncer) no para de crecer y es necesario que los ciudadanos dispongan de información detallada y contrastada sobre estas sustancias. Además, es necesario que las autoridades internacionales y locales tomen medidas para evitar que la población esté expuesta a sustancias sospechosas de ser cancerígenas.

En esta línea de acciones preventivas, desde el pasado 1 de enero, el Ayuntamiento de Barcelona ha dejado de utilizar productos que contienen glifosato en los parques y jardines de la ciudad. ¡Ya era hora!, exclaman muchas de las entidades y personas preocupadas por el medio ambiente y la salud humana.

La capital catalana se suma así a una lista cada vez más larga de poblaciones que han abandonado este polémico producto químico en el control de las llamadas malas hierbas.

Aparte de los perjuicios que el glifosato puede estar provocando en el medio ambiente, su retirada tiene un fundamento científico importante. El 20 de marzo de 2015, la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés; entidad dependiente de la Organización Mundial de la Salud) incorporó el glifosato -principio activo del grupo de herbicidas más utilizado del mundo- en la lista de sustancias probablemente carcinógenas para los humanos (Grupo 2A, según la clasificación técnica de la IARC). Ese mismo día también entraron en esta lista los insecticidas malation y diazinon.

El glifosato es un ejemplo del esfuerzo de la comunidad científica para determinar cuáles son las sustancias y agentes que pueden provocar enfermedades como el cáncer. La IARC, en este sentido, ha demostrado en los últimos años el fundamento científico de su trabajo y la valentía de algunas de sus decisiones. El trabajo de este organismo de la ONU no es nada fácil porque a menudo hacen falta muchos años de estudios para determinar la peligrosidad de una sustancia. Además, no se puede olvidar que algunas de las decisiones de la IARC se enfrentan con conflictos de intereses y presiones de los sectores económicos afectados, como ocurrió con el glifosato y -también- con la carne procesada y la carne roja.

Productos cancerígenos carne roja

Como se recordará, en una decisión publicada el 26 de octubre de 2015, la IARC clasificó la carne procesada (embutidos y similares) como carcinógena para los humanos (Grupo 1), “en base a la existencia de evidencias suficientes en humanos de que el consumo de carne procesada causa cáncer colorectal”. En la misma sesión, la carne roja quedó clasificada en el Grupo 2A (probablemente carcinógena).

En los últimos cuatro años (2013-2017), la IARC ha incorporado 8 nuevos productos o agentes a su lista o Grupo 1, que ahora incluye un total de 119 elementos, y otros 15 en el Grupo 2A, que llega ahora a los 81 elementos. Además, este sistema de clasificación de la IARC incluye también el Grupo 2B, donde se encuentran ahora 292 productos o agentes “posiblemente carcinógenos para los humanos”.

La IARC fue creada como entidad oficial de la ONU en 1965 y en 1970 inició su trabajo de clasificación de productos que pueden provocar cáncer. Desde 1999, esta clasificación incluye estos grupos:

Grupo 1. Carcinógenos para los humanos. Productos, sustancias o agentes sobre los que existen suficientes evidencias científicas para concluir que pueden provocar cáncer en humanos.

Grupo 2A: Probables carcinógenos pera los humanos. Hay evidencias sólidas de que pueden provocar cáncer en humanos, aunque estas evidencias no son concluyentes.

Grupo 2B: Posiblemente carcinógenos para los humanos. Hay algunas evidencias de que pueden causar cáncer en humanos aunque los datos aún están lejos de ser concluyentes.

Grupo 3: No clasificables como carcinógenos en humanos. No hay evidencias que puedan causar cáncer en humanos.

Grupo 4: Probablemente no carcinógenos para los humanos. Hay evidencias sólidas de que no provocan cáncer en humanos.

En Estados Unidos, desde 1980 existe un clasificación similar que se actualiza cada dos años: los Informes de Carcinógenos (Report on Carcinogens, RoC). En este caso, el sistema de clasificación es mucho más simple, en el Grupo A se apuntan los agentes, productos o sustancias que se considera probado que provocan cáncer en humanos y en el Grupo B, los agentes, productos o sustancias sobre las que hay sospechas fundadas -pero no completamente demostradas- que pueden causar cáncer.

La actualización número 14 del RoC, publicada en noviembre de 2016, contiene información acumulada sobre un total de 248 sustancias, agentes o productos; 62 de las cuales se encuentran en el Grupo A y 186 en el Grupo B.

En este RoC número 14 se incorporaron al Grupo A cinco virus y un producto químico, el tricloroetileno. En este caso, además, se puede comprobar la importancia de facilitar información a los ciudadanos para prevenir riesgos para la salud. El tricloroetileno o TCE es un producto químico de síntesis, es decir, una sustancia que ha sido creada en el laboratorio y no existe en la naturaleza. En la definición científica de este producto químico encontraremos que se trata de un hidrocarburo alqueno líquido clorado, incoloro, de olor y sabor dulce y no inflamable. Para los ciudadanos, y eso sí que es muy importante, hay que saber que –aún sabiendo que se trata de un producto que está demostrado que puede provocar cáncer-, el tricloroetileno ha sido utilizado durante muchos años en productos comerciales que se venden, por ejemplo, para eliminar la grasa de piezas u objetos metálicos. También se añadía el peligroso TCE a los correctores de escritura y a algunos productos quitamanchas, adhesivos y disolventes de pintura.

Autor: Joaquim Elcacho, Periodista especializado en Medio Ambiente y Ciencia
Bio Eco Actual Mayo 2017