Los responsables de salud pública nos alertan de que vivimos en contacto diario con un cóctel de sustancias químicas que perjudican nuestra salud. Esto ha aumentado el interés de los consumidores por la cosmética ecológica cuyo consumo se ha visto impulsado por las grandes empresas que se han sumado al carro y lo han puesto de moda.
Pero lo que por un lado es bueno para el sector, por otro está generando una gran confusión por el uso de reclamos comerciales como “sin parabenos”, “sin sulfatos” o “sin perfume” en productos que poco tienen que ver con la cosmética ecológica.
¿Qué es cosmética ecológica?
En el mercado encontramos cosmética que se anuncia como natural, ecológica, orgánica, vegana, “clean” o incluso “foodie”. Se utilizan términos que dan a entender que se está frente a un producto que es natural y la normativa sobre el etiquetado de cosméticos no resulta eficaz para evitar los flagrantes casos de publicidad engañosa.
Y es en este mar tan revuelto donde la certificación de la cosmética ecológica y natural cobra más sentido. El consumidor necesita un sello que le permita identificar de manera rápida y sencilla que lo que está comprando es realmente un producto ecológico sin necesidad de ser un experto en cosmética.
¿Una única certificación pública?
A principios de este siglo diversas entidades de certificación que trabajaban en el sector de la alimentación ecológica propusieron normas privadas para certificar también cosmética ecológica. Si comparamos lo ocurrido en el sector de la alimentación vemos que la unificación de las normas, un reglamento europeo de obligado cumplimiento y la protección oficial del término “ecológico” han sido un ejemplo de éxito, con millones de consumidores europeos identificando un único logo para la alimentación ecológica, la eurohoja.
Introducir la cosmética dentro del reglamento europeo que regula la producción de alimentos ecológicos ha sido una aspiración del sector que no se ha logrado en ninguna de las sucesivas revisiones (la última de 2018). Conscientes de las dificultades para conseguirlo, las principales entidades de certificación de cosmética europeas unieron esfuerzos para crear una norma única: Cosmos. Aún así no hay un sello identificativo único, si no uno distinto para cada una de las certificadoras.
Paralelamente se fueron desarrollando nuevas normas, siempre privadas. El resultado es un mercado inundado de diferentes logotipos que identifica a la cosmética ecológica. A ello se suman avales otorgados por entidades no acreditadas y empresas que simplemente se inventan un sello para vender más.
Las principales entidades de certificación de cosmética europeas unieron esfuerzos para crear una norma única: Cosmos
La Comisión Europea quiso poner un poco de orden pero en lugar de apoyarse en el sector de la cosmética ecológica pidió ayuda a Cosmetics Europe, la asociación europea de la industria convencional, y ésta sugirió que lo mejor es hacerlo a través de un grupo de trabajo de ISO para darle una proyección más internacional. El resultado ha sido añadir todavía más confusión con una norma que sólo pretende definir qué es un cosmético natural y lo hace de forma poco estricta y en contra del criterio de las entidades del sector.
¿Qué futuro espera a la certificación?
Está claro que una certificación pública para toda la UE va a ser muy difícil. La lógica nos dice que una iniciativa de este estilo debería liderarla la Dirección General de Salud y Seguridad Alimentaria pero en su plan estratégico 2016-2020 ni siquiera se menciona la cosmética. El reciente Pacto Verde Europeo incluye una “Estrategia en el ámbito de las sustancias químicas con vistas a la sostenibilidad”. La cosmética sólo se menciona en relación con la experimentación animal, los disruptores endocrinos y las sustancias carcinógenas o mutágenas. Ninguna referencia a la cosmética ecológica y como promocionarla para evitar el contacto de los consumidores con esas sustancias.
Por otro lado, una regulación pública y común para toda la UE podría ir en detrimento de la calidad de la norma si se ha de llegar a un consenso que incluya a la poderosa industria de la cosmética convencional, tal como ha pasado con la ISO. Además, el sector cosmético evoluciona muy rápidamente y se necesitan mecanismos que permitan adaptar las normas a la realidad con relativa eficacia. El marco legislativo europeo no parece el más adecuado para una norma que ha de evolucionar constantemente.
Actualmente tenemos una norma dominante, Cosmos, y otras más o menos conocidas en el ámbito nacional como BioVidaSana en España, CCPB y otras en Italia, Nature&Progres en Francia, NCS en Alemania o Ecogarantie en Bélgica. Natrue en una norma nacida en Alemania pero bastante extendida ya que certifica a algunas de las principales marcas en el mercado incluidas las de algunas grandes cadenas de supermercados. Cada una de ellas da respuesta a las necesidades de las empresas certificadas. Cosmos es una buena opción para una empresa que desee una proyección internacional pero si interesa el mercado nacional puede haber otras opciones más reconocidas por el consumidor y a un precio de certificación más asequible. La convivencia entre los dos tipos de certificaciones no debería suponer un problema.
El sector cosmético evoluciona muy rápidamente y se necesitan mecanismos que permitan adaptar las normas a la realidad con relativa eficacia
Retos de futuro
El futuro ofrece dos retos importantes: el primero cómo hacer llegar al consumidor la información correcta de lo qué es una cosmética ecológica y como identificarla en base a una necesaria certificación. El segundo, cómo evitar que empresas o entidades se aprovechen de la falta de regulación ofreciendo pseudocertificaciones y aumentando así la confusión. No podemos pedirle al consumidor que distinga entre un mar de logotipos distintos pero reducirlo a uno sólo no parece que vaya a ser posible. Quizás la solución sea aceptar la convivencia de varios y dirigir los esfuerzos de los actores del sector a promocionar aquellos de calidad contrastada, otorgados por certificadoras acreditadas a la vez que se denuncia públicamente aquellos que sólo han venido a pescar en un mar revuelto.
Autora: Montse Escutia, Co-fundadora del Proyecto Red Ecoestética Asociación Vida Sana
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