Producción Agraria Ecológica 12/12/2016
Linaje de campesino: de los pesticidas a la ecología.
La familia Presas, con finca en Abrera, ha reinventado el oficio de campesino para poder preservarlo. Los Presas han encontrado el equilibrio. Procedentes de Sant Andreu de la Barca, esta familia de campesinos lleva el campo en la sangre desde hace generaciones.
Ahora han descubierto en el cultivo ecológico la serenidad necesaria para poder seguir trabajando la tierra. Y para reinventarse sin cortar el vínculo atávico con su oficio. Con diferentes matices, su historia podría ser la de muchas otras familias campesinas catalanas que han tenido que aplicar durante los últimos años aquello de “reinventarse o morir”.
Los Presas padre e hijo, los dos se llaman Albert, se ocupan de una finca de 12 hectáreas en el término municipal de Abrera donde cultivan fruta, principalmente melocotones pero también cerezas, ciruelas, peras y productos de huerta. Albert padre trabaja la tierra desde los 14 años. La víspera de Navidad hará 77, pero el paso de las décadas no lo ha desviado de lo que le inculcaron de pequeño: “El trabajo es lo primero”. Excepto los domingos, el resto de días sigue levantándose a primera hora para ir al campo. Asegura que nunca ha hecho más de ocho días de vacaciones. La vocación le vino dada: su progenitor ya era campesino -en su casa de ir a la universidad ni se hablaba- y, con su hermano, continuó el camino del padre. Durante décadas explotaron la finca siguiendo los criterios de la agricultura de la segunda mitad del XX, unos parámetros fundamentados en los productos químicos.
Para Albert hijo el campesinado es una vocación de las que llaman muy fuerte. Pero como la finca no daba para sacar adelante todos los miembros de la familia, después de formarse como técnico en explotaciones agropecuarias en Camp Joliu, trabajó durante unos cuantos años en la Seat. Un trabajo de ocho horas al día, con fines de semana libres y al cobijo de los caprichos meteorológicos. A pesar de eso, la llamada del campo, el ADN del campesinado, acabó revelándose: no estaba satisfecho, la fábrica le pesaba como una losa y cuando su tío se jubiló vio la oportunidad de hacerse cargo con su padre de la explotación de la finca familiar.
El año 2000 fue clave para los Presas: decidieron hacer un cambio y se pasaron a la producción integrada, que no es otra cosa que seguir prácticas respetuosas con el medio ambiente y la biodiversidad de la finca. El paso vino dado por la creación de la ADV (Agrupación de Defensa Vegetal) del Baix Llobregat, una entidad de la cual Albert Presas hijo es uno de los miembros fundadores y que está formada por un grupo de campesinos y técnicos que hacen un seguimiento y asesoramiento fitosanitario de la tierra. “Está muy bien poder contar con un asesoramiento neutral, que no tiene el interés de ninguna marca de productos químicos detrás”, asegura Albert hijo.
Siguieron con la producción integrada hasta el 2007. Entonces decidieron dar el salto al cultivo ecológico. La resolución no fue tomada sólo por una cuestión de supervivencia en el sector -la demanda de viandas ecológicas iba en aumento y suponía un jugoso incentivo-, sino también para optimizar recursos e incrementar la calidad de las cosechas. “Era necesario” ir un paso más allá. Pero para conseguir los certificados de cultivo ecológico, son necesarios cuatro años; el primero, lo denominamos año cero, no cuenta y sólo sirve para empezar a desintoxicar la tierra. Después vienen tres años más de reconversión, y en la cuarta cosecha ya puedes poner en tus productos el sello eco”, subraya Albert hijo.
Otra visión
El joven expone que, si bien ahora tienen una serie de productos prohibidos, disponen de otros. Al fin y al cabo, se trata sólo de cambiar la visión sobre cómo trabajar la tierra. “Un campesino convencional tiene un problema y lo soluciona recurriendo a la química. Yo me adelanto al problema o aprendo a convivir con él”, comenta Albert. Y añade: “Por todo eso, en el cultivo ecológico me gusta decir que no tenemos plagas, sino huéspedes. Cuándo te tienes que adelantar a los problemas, te vuelves muy observador y trabajas la tierra de una manera totalmente diferente. Por ejemplo, no tenemos la tierra nunca desnuda, siempre dejamos una cubierta vegetal para que pueda vivir allí fauna auxiliar que, finalmente, son depredadores de los huéspedes que no nos interesan”. El agricultor también detalla que, en la finca, potencian la biodiversidad de plantas en flor y de márgenes arbustivos para acoger a estos pequeños aliados.
El padre da apoyo a las directrices del hijo: “Apruebo todo lo que hacemos ahora porque, en mi época, hicimos animaladas muy grandes con los químicos. En los años 60 y 70, para combatir enfermedades como el pulgón teníamos dos opciones: o lo matábamos con las manos o utilizábamos unos productos que ahora no podrían estar en el mercado. Además, sulfatábamos sin ningún tipo de protección… Hacíamos auténticas bestialidades”.
Por todo ello, padre e hijo se animaron con el tema ecológico, y después de pasar por el periodo de reconversión han conseguido una finca que funciona a pleno rendimiento. Con respecto a las cosechas, ya han pasado los tiempos en que los frutos ecológicos tenían peor aspecto que los cultivados con métodos químicos. Padre e hijo aseguran que no hay diferencias ni visuales ni de gusto: ahora bien, lo que ellos ofrecen son productos sin residuos químicos.
Sean o no ecológicas, las rutinas del campesinado resultan muy duras y no perdonan días de fiesta. A pesar de todo, las condiciones de vida del campesino han mejorado. Las jornadas empiezan al amanecer: en verano se levantan a las cinco para pasar menos calor y, en invierno, a las seis. Por las mañanas trabajan en el campo y, por las tardes, escogen la fruta y la envasan en el almacén.
Mejores condiciones de vida
Los horarios de un campesino los marcan las horas de luz y la meteorología, pero para Albert hijo eso no representa ningún inconveniente: Trabajar de lunes a domingo, sólo lo hacemos en el pico de la campaña de cosecha. ¡El resto del año, los sábados por la tarde y los domingos los tengo libres, que tengo mujer y dos hijos”! Albert Presas hijo vive en Castellbisbal con su familia y cada mañana pasa a buscar a su padre para ir al campo. “Hasta hace cuatro años a duras penas conseguía seguirlo. El campo es realmente su vida”.
Las cosas funcionan en Cal Presas porque controlan todo el proceso, la producción y la comercialización. Hasta la reconversión ecológica vendían sus productos a grandes mercados tradicionales como Mercabarna, pero los nuevos productos requieren una comercialización en canales ecológicos especializados.
Asimismo, los Presas fundaron la plataforma Can Perol con seis familias más, y la iniciativa ha cuajado. Ofrecen cestas a domicilio y sirven a cooperativas de consumidores y a tiendas especializadas en productos ecológicos. “se tiene que trabajar mucho, porque dos y dos no suelen ser cuatro, en el campo. Pero sí, nos va bastante bien”.
A pesar del optimismo, Albert hijo asegura que no se tiene que bajar la guardia: “no te puedes calmar, hay que ir introduciendo cambios, estar al día, reciclarse. Mi padre siempre dice que a casa no te llevarán nunca nada”, argumenta. La máxima del padre, él se la toma muy seriamente. Además de apuntarse a todos los cursos y seminarios de formación de su sector, ya está pensando nuevos cambios para la finca. Y, con respecto a los “huéspedes” que de vez en cuando visitan sus árboles, no se inquieta mucho porque ha aprendido a combatirlos sin productos químicos. Y, en esta batalla, asegura que la misma naturaleza es su mejor aliada.
Veganismo, una tendencia ascendente
En materia de alimentación, el veganismo, un concepto que nació en la Inglaterra de 1944, es una tendencia que cotiza al alza. Más estricta que el vegetarianismo, esta dieta, en el margen de excluir la carne o el pescado, también elimina el consumo de todos los productos que provengan de un animal, como la leche, el queso, los huevos e incluso la miel. Un planteamiento que algunos podrían llegar a considerar demasiado purista pero que cada vez cuenta con más adeptos por todo el mundo, especialmente entre los personajes populares. Así, en la nómina del veganismo, figuran nombres tan conocidos como Paul McCartney o Bill Clinton.
Dentro de la filosofía vegana, renunciar al consumo de alimentos de origen animal no sólo persigue un objetivo de salud: también pretende contribuir a disminuir el impacto que el ganado tiene en el ecosistema. La FAO calcula que la ganadería es responsable de casi dos tercios de los gases de efecto invernadero agrícolas (GEI) y del 78% de las emisiones de metano agrícola. El veganismo, sin embargo, no está exento de polémica: el 10 de agosto la diputada italiana Elvira Savino presentó un proyecto de ley para sancionar, incluso con prisión, a los padres que hicieran seguir a sus hijos las estrictas dietas veganas.
Fuente: PAE – Producción Agraria Ecológica – pae.gencat.cat
Artículo publicado en el Diari ARA