El Federal 13/12/2016
Los agrotóxicos llegaron a la antártida.

Una investigación española reveló la presencia de pesticidas en la atmósfera del continente antártico. Se trata de datos obtenidos a través del ‘Trineo de Viento’, un vehículo eólico fundamental para realizar una medición exacta de la calidad del aire.

Mientras en Argentina los agrotóxicos caen sobre las personas, dañan la tierra, se encuentran en los alimentos, en gasas, tampones y hasta en la Cuenca del Paraná, ahora un estudio realizado por el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) de España reveló la presencia de contaminantes orgánicos persistentes (COP) en la atmósfera del continente antártico.

Estos contaminantes son los fungicidas hexaclorobenceno (HCB) y hexaclorociclohexano (HCH); y bifenilos policlorados (PCB), considerado según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) como uno de los doce contaminantes más nocivos fabricados por el ser humano. Su mayor fabricante a escala mundial fue Monsanto desde 1929, con un máximo de producción hacia finales de la década de 1970 con unas 610.000 toneladas anuales estimadas. Se utilizaba como lubricante y refrigerante en transformadores, condensadores y otros equipos eléctricos. Entre los efectos a la salud destacan el acné, alteraciones en la sangre y en la orina.

Estas sustancias fueron prohibidas en 2004 a nivel internacional, a raíz del Convenio de Estocolmo. El análisis de las masas de aire y sus trayectorias, así como la información disponible sobre circulación atmosférica en el continente antártico, sugieren que estas sustancias nocivas llegaron a la meseta antártica viajando por la troposfera libre, la región más alta de esta capa atmosférica.

El estudio acaba de publicarse en la revista Atmosferic Environment, sus autores son Jordi Dachs y Ana Cabrerizo del IDAEA-CSIC, quienes aseguran que los resultados confirman que “la contaminación, aunque sea a niveles bajos, persiste en todo el planeta muchos años después de que el compuesto deje de ser utilizado”. También explican que las condiciones de la Antártida complican la desaparición de estas sustancias, ya que “las bajas temperaturas hacen que la degradación sea mucho más lenta”.

La investigación fue posible gracias al trabajo de campo realizado por la expedición polar Acciona Windpowered Antártica realizada por el Trineo de Viento en su última exploración del continente entre 2011 y 2012. El equipo liderado por Ramón Larramendi completó un recorrido de 3.500 kilómetros por la meseta antártica a lo largo de 34 días, realizando mediciones desde los 73º hasta el Polo Sur mediante los muestreadores pasivos que iban a bordo de este vehículo eólico, que fue fundamental para realizar una medición exacta de la calidad del aire.

El Trineo de Viento es un vehículo eólico único en el mundo, un diseño del explorador Ramón Larramendi que ya recorrió más de 18.000 kilómetros en el Ártico y la Antártida en una decena de expediciones. Consiste en una plataforma modular, formada por rieles y travesaños, con cuatro configuraciones diferentes, que es capaz de transportar hasta 2.000 kilos de peso. Utiliza grandes cometas para moverse, impulsado por el viento, en grandes distancias.

Es una alternativa eficiente (grandes resultados a un bajo costo), sostenible (cero emisiones) y eficaz (fácil de manejar y reparar). Esperan que este vehículo se consolide como una referencia para la exploración científica de lugares que de otra manera serían inaccesibles.

Fuente: elfederal.com.ar