El mundo rural lleva décadas sufriendo la lacra de la despoblación, cerrando sus escuelas que son el bioindicador del estado de salud de los pueblos. Pero la actual crisis económica está empujando a muchas personas abocadas al desempleo o a una vida de estrés desestabilizante a regresar al pueblo, en busca de raíces más sólidas para enfrentar los cambios vertiginosos que se avecinan, entre ellos el climático.

Se injertan como savia nueva en una cultura en vías de extinción y diseñan desde la ilusión nuevas aventuras existenciales, que giran alrededor del contacto con la tierra, el aire, el agua, y otro tempo interno más natural.

Muchos emprendedores realizan una apuesta de futuro, que para algunos expertos se dibuja con claridad en el entorno rural. Dejan las aglomeraciones humanas, los atascos de las ocho de la mañana, el estrés de una superabundancia de estímulos y llegan al campo con sueños de todos los colores. Es un movimiento quizá imperceptible para la estadística demográfica, pero el movimiento migratorio de la ciudad al campo en busca de una nueva vida es creciente, es una respuesta, es el lado positivo de la crisis, la oportunidad de cambio.

Allí les esperan oportunidades de emprendimiento tan clásicas como la agricultura, la industria agroalimentaria o la recuperación de las labores artesanales. Otras son más innovadoras  y solo necesitan de una conexión a internet para medrar en los mercados internacionales.

Al campo está llegando gente muy preparada que renueva con su mirada la cultura rural que agoniza, necesitada de una trasfusión de ilusión y esperanza. Allí se encuentran a los Grupos de Acción Local, que ayudan a implantar sus proyectos en los nuevos territorios. La Red Española de Desarrollo Rural es uno de los referentes que articula gran parte de esa asistencia.

Asociaciones como Abraza la tierra también ayudan a los nuevos pobladores a instalarse. Pero también existen organizaciones como Plataforma Rural, que abogan por una línea de desarrollo con minúsculas, porque van más allá de la economía de mercado y de reproducir la lógica del capital en estos nuevos entornos y buscan recuperar la soberanía alimentaria e implantar la  agroecología, como nuevas posibilidades de acción social colectiva y sostenible en el medio rural.

Teniendo en cuenta que la agroindustria es la mayor emisora de gases de invernadero y, por tanto, la principal causante del cambio climático, todas estas propuestas agroecológicas enfocadas en un ecologismo más social retoman una tradición histórica que pone la generosidad de la naturaleza en el centro de la vida, y reconstruyen las relaciones sociales y culturales desde ese eje.

Muchos son los proyectos que se pueden rastrear en esta dirección más combativa, que defiende claves tan esenciales para la reducción  de las emisiones de Co2 como el consumo de los productos locales y de temporada. O la diversificación de los cultivos como clave de la resiliencia climática a la que por desgracia ya debemos adaptarnos, o la custodia de semillas autóctonas desde las Redes de Semillas. En medio de la crisis el medio rural se convierte así en una tierra fértil para las propuestas más variadas que ayuden al cambio del viejo sistema.

Autor: Beatriz Calvo Villoria, Periodista

Suscríbete a la Newsletter y recibe Bio Eco Actual gratis cada mes en tu correo

Bio Eco Actual, tu mensual 100% ecológico
Leer Bio Eco Actual