Partamos de la base de que la piel del hombre, como la de la mujer, se estructura en:
Epidermis: la capa más superficial de la piel y la que está en contacto directo con el exterior.
Dermis: donde encontramos las terminaciones nerviosas, las glándulas sudoríparas, los vasos sanguíneos, el colágeno, la elastina…
Hipodermis: la capa más interna de la piel, donde se encuentran los vasos sanguíneos, el sistema linfático… y los lipocitos, que son los encargados de producir la grasa que ayuda a proteger al organismo del exterior, le da consistencia a la piel…
Lo que diferencia a la piel del hombre es que suele ser más gruesa, tener los poros más dilatados, mayor cantidad de sebo, un PH más ácido, suele ser menos sensible a los estímulos del exterior…
Así pues, tendremos que tener en cuenta las características generales, así como las características particulares, para cuidar la piel masculina. Siguiendo el protocolo básico de tratamiento de la piel, pero adaptando los productos a las características individuales:
Limpieza. Limpiar todos los días por la mañana y por la noche con el producto adecuado o más cómodo, normalmente un jabón econatural de saponificación en frío.
Exfoliación. Cada mes realizaremos una exfoliación adecuada para eliminar las células muertas de la epidermis. Podemos realizarla con micronizados de plantas (ortiga para pieles muy grasas, naranja para pieles más sensibles…) o con sal y unas gotas de aceite vegetal de oliva, aplicar en pequeños círculos en la piel sin irritarla.
Purificar. Después de la exfoliación aplicar una mascarilla que ayude a purificar la piel desde el interior, para hombres yo recomiendo realizar una mascarilla con arcilla verde y si se tiene la piel sensible con alginatos.
Tonificar. Todos los días después de la limpieza tonificar la piel, con un tónico facial adecuado que ayude a regular el sebo o con un hidrolato de ciprés, tomillo o menta.
Nutrir. Con un sérum adecuado a cada uno nutrir la piel en profundidad, de modo que ayude a regular el sebo y que penetre en profundidad para aportarle los nutrientes suficientes a la piel que le den el equilibrio de elasticidad y consistencia.
Hidratar. Recordar que la mejor hidratación empieza desde el interior, con la ingesta de agua, zumos, infusiones. Hidrataremos la piel con una crema o loción, que penetre rápidamente y aporte el frescor y la hidratación que se necesita.
Autora: Yolanda Muñoz del Águila, Coordinadora y profesora del Proyecto Red Ecoestética Asociación Vida Sana
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