A finales de 2019, la Comisión Europea presentó al resto de instituciones europeas (el Parlamento, el Consejo, al Comité Económico y Social y al Comité de las Regiones), una propuesta de Pacto Verde para el conjunto de los ciudadanos de la Unión Europea, para expresar su compromiso y dar respuesta a la destrucción del medio ambiente y los retos planteados por la emergencia climática, que considera la tarea definitoria de esta generación.
El Pacto Verde Europeo se plantea como una agenda de crecimiento destinada a transformar la UE en una sociedad equitativa y próspera, eficiente en el uso de los recursos, en la que no habrá emisiones netas de gases de efecto invernadero después de 2050, con crecimiento económico disociado del uso de los recursos, con el objetivo de proteger la salud y el bienestar de los ciudadanos ante los riesgos y efectos medioambientales.
Esta propuesta vendría a ser la respuesta europea a la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por Naciones Unidas, una agenda y unos objetivos en forma de un plan de acción internacional que quiere acabar con la pobreza y el hambre y garantizar la dignidad y la igualdad de todos los seres humanos en un entorno saludable, protegiendo el planeta de la degradación a través de un sistema sostenible de producción y consumo, de una gestión sostenible de los recursos naturales y tomando medidas urgentes sobre el cambio climático.
El Pacto Verde prevé poner en marcha toda una serie de actuaciones en los próximos tiempos, que van desde proponer una Ley europea del Clima hasta establecer y desarrollar toda una serie de estrategias sectoriales para propiciar una transformación en todos los ámbitos: clima, energía, industria, movilidad, contaminación, biodiversidad y alimentación. El objetivo es integrar la sostenibilidad en todas las políticas europeas y convertirse en un líder mundial en todos estos campos.
Concretamente, en el ámbito de la agricultura y la alimentación, el Pacto Verde prevé la necesidad de idear un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente, que se convierta en la norma mundial de sostenibilidad. En esta línea, la Comisión se comprometió a presentar una estrategia “de la granja a la mesa” que incluya la utilización de prácticas sostenibles, como la agricultura ecológica, la agroecología y la agrosilvicultura, y que lleve a un incremento de la superficie dedicada a la agricultura ecológica.
Estrechamente ligado al desarrollo de un sistema alimentario sostenible y justo está la preservación y la defensa de la biodiversidad y los ecosistemas. En esta línea, el Pacto Verde también se comprometió a desarrollar una estrategia específica, que fijará la posición que la UE defenderá durante la próxima Conferencia de Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica, a celebrar el próximo octubre en China.
Así pues, a finales de mayo de 2020 la Comisión publicó estas dos estrategias: De la granja a la mesa, para un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente y Biodiversidad de aquí a 2030, reintegrar la naturaleza en nuestras vidas. Cada una de estas estrategias incluye una justificación de la necesidad y urgencia de actuar, seguido de una serie de propuestas de actuación.
La estrategia de la granja a la mesa
En esta estrategia se argumenta que, a pesar de que la agricultura de la UE es el único sistema importante del mundo que ha reducido las emisiones de gases de efecto invernadero (un 20% desde 1990), recuerda que este camino no ha sido lineal ni homogéneo en todos los Estados miembros. Además, la producción, la transformación, la venta minorista, el envasado y el transporte de alimentos contribuyen en gran medida a la contaminación del aire, el suelo y el agua, así como las emisiones de gases de efecto invernadero, y tienen un enorme impacto en la biodiversidad. Por lo tanto, aunque la transición de la UE hacia sistemas alimentarios sostenibles ha comenzado en algunos ámbitos, los sistemas alimentarios siguen siendo uno de los principales motores del cambio climático y la degradación del entorno.
En este sentido, apunta a la gran oportunidad económica que supone para los agentes de la cadena desarrollar sistemas alimentarios sostenibles, debido a las expectativas actuales de los ciudadanos, y recuerda que es esencial tomar medidas para cambiar las pautas de consumo y reducir el desperdicio actual de los alimentos, alrededor del 20% de los alimentos obtenidos. La adecuación de las dietas a las recomendaciones también evitaría problemas de salud, como la obesidad, y reduciría considerablemente la huella ambiental del sistema alimentario actual. Como nos recuerda la propia estrategia, todos estos cambios deben ser globales para lograr el efecto esperado.
Respecto a los principales objetivos para 2030 que se marca la estrategia, podemos citar los siguientes:
- reducir en un 50% el uso y el riesgo de los plaguicidas químicos más peligrosos.
- reducir las pérdidas de nutrientes al menos un 50%.
- reducir el uso de fertilizantes al menos un 20%.
- reducir las ventas de antimicrobianos para los animales de granja.
- 25% de las tierras agrícolas en producción ecológica.
Y respecto a las actuaciones que se propone utilizar la Comisión para conseguir estos objetivos, se cita la revisión de muchas normas existentes, así como la creación de nuevas y la mejora de las herramientas de coordinación intracomunitarias. También se proponen programas de promoción, establecer un sistema de etiquetado de alimentos sostenibles, incluir los productos ecológicos en escuelas e instituciones públicas, y la adopción de un Plan de Acción para la agricultura Ecológica 2020-2026.
Como ocurre en todas estas propuestas europeas, su éxito quedará en manos de los Estados miembros, en la medida en que estos se sientan interpelados y quieran destinar fondos a estos objetivos.
Autor: Isidre Martínez, Ingeniero Agrónomo
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