Las plantas y animales silvestres se han adaptado históricamente a sus entornos naturales, en los que han evolucionado para sobrevivir sin la intervención humana. Esto les ha permitido desarrollar mecanismos de defensa natural para combatir las plagas y enfermedades. Las plantas silvestres, por ejemplo, son capaces de resistir las plagas y la competencia de otras hierbas a través de su capacidad de adaptación y su relación con los demás organismos de su entorno, con los que conviven.

control de plagas
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Por su parte, los animales silvestres han desarrollado un sistema inmune fuerte a base de mecanismos de selección natural de las especies más resistentes. También tienen la libertad de moverse en sus entornos naturales, lo que les permite evitar los focos de enfermedades y encontrar alimentos naturales ricos en nutrientes. Sin embargo, las plantas cultivadas y los animales de cría están sometidos a prácticas y condiciones de cría controladas por el hombre, que cuanto más intensivas y alejadas de las condiciones naturales, menos saludables resultan. Por ejemplo, muchas plantas se cultivan en forma de monocultivo, que las hace más vulnerables al ataque de plagas y enfermedades. La selección y mejora clásica de plantas y animales se ha hecho mirando más la productividad que la resistencia a plagas y enfermedades, lo que ha comportado una mayor producción, pero a costa de debilitar las especies cultivadas.

Los abonos químicos y los pesticidas sintéticos empezaron a desarrollarse en el siglo XIX como una respuesta a la necesidad de aumentar la producción agrícola para satisfacer la creciente demanda de comida de una población en expansión. El primer abono químico sintético fue el sulfato de amonio, desarrollado en 1842 por el químico alemán Justus von Liebig, seguido por el nitrato de sodio y otros abonos químicos, que permitieron a los agricultores aumentar la producción en las tierras de cultivo agotadas.

Por lo que respecta a los pesticidas, el primer pesticida sintético conocido fue el DDT, descubierto en 1939 por el químico suizo Paul Hermann Müller. El DDT fue ampliamente utilizado durante la Segunda Guerra Mundial para controlar las plagas de mosquitos que transmitían enfermedades como malaria. Después de la guerra, se convirtió en uno de los pesticidas más utilizados a nivel mundial para controlar las plagas agrícolas. En las siguientes décadas se desarrollaron muchos otros pesticidas para controlar plagas y enfermedades agrícolas, como insecticidas, fungicidas y herbicidas. Estas sustancias, aunque parcialmente efectivas, también pueden ser perjudiciales para la salud humana y el ecosistema en general. Además, su uso continuado también genera resistencia a las plagas, lo que hace que los pesticidas sean menos efectivos.

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123rfLimited©oksanast. Escarabajo de la patata

El uso de antibióticos en la ganadería comenzó en la década de los 40, con la introducción de la penicilina y la tetraciclina, utilizados principalmente para tratar y prevenir enfermedades en los animales de granja, y se observó también que promovían el crecimiento de los animales. Esto ha supuesto un uso generalizado de estos medicamentos en la producción animal, especialmente en el sector porcino y avícola. El uso de medicamentos como promotores de crecimiento para incrementar la producción ha sido durante mucho tiempo una práctica extendida en la producción animal intensiva. Sin embargo, en muchos países ya se ha prohibido el uso de promotores del crecimiento por su posible implicación en problemas de salud humana y por su impacto en el bienestar animal, con efectos secundarios como estrés, problemas de comportamiento y enfermedades.

Sin embargo, en ganadería convencional se siguen utilizando grandes cantidades de antibióticos y otros medicamentos para prevenir y tratar las enfermedades de los animales, uso que ha colaborado en el desarrollo de resistencias a los antibióticos, lo que es muy preocupante, ya que las infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos son más difíciles de tratar y resultan muy peligrosas para la salud humana. Además, los animales se alimentan con piensos tratados con pesticidas y herbicidas, lo que puede provocar la presencia de toxinas en los alimentos.

Con el tiempo se está empezando a entender mejor los efectos negativos de todos estos productos en la salud humana y en el entorno natural, lo que ha llevado a una regulación reciente de su uso y en la búsqueda y desarrollo de técnicas alternativas de control de plagas y enfermedades, como la gestión integrada de plagas y la producción ecológica.

La producción ecológica se ha desarrollado como respuesta a preocupaciones sobre la sostenibilidad ambiental, el bienestar animal y la salud humana en la agricultura, la ganadería y la producción de alimentos. Se basa en la eliminación o reducción del uso de insumos sintéticos, tales como abonos químicos, herbicidas y medicamentos de síntesis, y la promoción de prácticas agrícolas más respetuosas con el medio ambiente y el bienestar animal.

En la producción ecológica se utilizan métodos más naturales para controlar las plagas y malas hierbas. Estos métodos incluyen la rotación de cultivos, la selección de plantas resistentes, el uso y potenciación de los depredadores naturales de las plagas, tales como insectos y aves, el uso de trampas y tratamientos con productos menos persistentes y nocivos. El énfasis en la prevención de enfermedades se realiza con prácticas de gestión adecuadas, tales como la selección de razas resistentes, el uso de probióticos y prebióticos, y la gestión de la biodiversidad. Además, los animales están alimentados con alimentos ecológicos, sin tratar con pesticidas ni herbicidas.

El cambio climático y sus efectos está cuestionando la capacidad de adaptación de las plantas a cambios tan rápidos, lo que pone en peligro a todo el sistema agroalimentario global, empezando por la ganadería intensiva.

Autor: Isidre Martínez, Ingeniero Agrónomo

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