Que el uso de animales en experimentación implica causarles sufrimiento es una aseveración de la que nadie duda. El dilema actual se refiere más a qué hacer cuando no disponemos de métodos alternativos. En este caso y más allá de polémicas hasta hoy estériles, tanto las metodologías de trabajo como la legislación han evolucionado hacia procedimientos que reducen el número de animales o limitan hasta donde es posible el daño infligido.

Cruelty FreeSin embargo debemos considerar que mucho antes de elegir el método de investigación utilizado para la obtención de un resultado existe una premisa previa: ¿para qué sirve el resultado? O, dicho de otro modo ¿se justifica cualquier método a cualquier precio, independientemente del uso que hagamos del resultado?

Estos interrogantes afectaron de forma directa a la industria cosmética cuyos dolorosos experimentos con animales difícilmente podían defenderse bajo el prisma de una banal, prosaica y supuesta mejora estética que la sociedad consume pero no acepta como parte sustancial de su salud. Son productos prescindibles.

Ya desde los años 70 del siglo pasado la propia industria cosmética fue consciente de este dilema, que en el fondo se traducía en términos de marketing, y se puso manos a la obra en la investigación de métodos alternativos que no utilizaran animales. Es seguramente el sector industrial que más esfuerzos ha realizado en este campo del que luego se han beneficiado también otros sectores ajenos a la cosmética y que también utilizan animales.

Por su parte el legislador también ha reaccionado y hoy en día la Unión Europea dispone de una avanzada legislación fruto de un largo proceso que dio sus primeros pasos en 1993 y acabó el día 1 de Marzo de 2013. A lo largo del mismo se comenzó prohibiendo el uso de animales con fines cosméticos tanto en sus formulaciones finales como en la elaboración de sus ingredientes hubiera, o no, métodos alternativos. Fuera del territorio comunitario también se avanzó, aceptando que el uso de animales no fuera obligatorio lo que no significaba que estuviera, como en Europa, prohibido.

Por este motivo la legislación europea tuvo que ampliarse y además de prohibir realizar, aquí, ensayos con animales con fines cosméticos, tuvo también que prohibir la importación de los mismos desde laboratorios extracomunitarios. De no hacerlo no hubiéramos sino exportado el problema.

Hay que reconocer que el contexto hoy es radicalmente diferente del que teníamos hace 20 años. Sin embargo los problemas, o dudas, persisten. La prohibición europea de usar o importar productos testados en animales afecta exclusivamente a productos “con fines cosméticos”. La inmensa mayoría de los ingredientes utilizados por la industria cosmética son compartidos por otro tipo de industrias por lo que ¿cómo evitar que productos testados en animales con otros fines, por ejemplo farmacéuticos, sean empleados al final por la industria cosmética? Aquí las autoridades competentes tendrán que estar muy alertas a la hora de autorizar nuevos productos cosméticos, desgranando sus ingredientes y asegurándose de que el principio que inspiró la legislación europea no es tergiversado.

La industria cosmética debe seguir con sus líneas de investigación en métodos alternativos para los tres procedimientos científicos que todavía no los tienen, y no buscar posibles resquicios legislativos. Hemos avanzado mucho pero queda mucho trabajo pendiente. Mientras tanto, para caminar sobre seguro…. la cosmética natural.

Autor: Alberto Díez Michelena, Director de la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales

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