Recientemente se ha hecho público un fraude consistente en la comercialización de carne de caballo procedente de animales sin la preceptiva autorización sanitaria garante de la seguridad alimentaria. En el fraude hay involucrados ganaderos, tratantes e industria alimentaria desde Valencia hasta Girona.

La ubicuidad del caballo

Este caso se une al que se produjo hace unos dos años cuando se hizo pública la estafa consistente en la comercialización de carne barata de caballo etiquetada, y pagada, como exclusiva carne de ternera.

Es evidente que la ambición humana desmedida y mal entendida afecta a todos los sectores económicos y que siempre existirán personas dispuestas a enriquecerse rápidamente a costa de la ingenuidad, la desinformación y el engaño de una población cada vez más consumista. Ahora bien, ¿por qué los caballos, y su carne, han sido tantas veces objeto de tejemanejes tramposos?

La razón se encuentra en el carácter ubicuo de la situación de este animal dentro del cuerpo legislativo sanitario y de protección animal. Un caballo puede considerarse como animal de compañía, de trabajo, de deporte y competición o animal de abasto. Puede integrar todas las realidades conjuntamente en un sólo momento o cada una de ellas a lo largo de su vida. O sólo una. Depende de dónde nazca, del interés de su propietario, de las crisis y fluctuaciones en su valor según su función de uso. Sin embargo, las garantías legales de protección animal fluctúan desde los  estándares privados exigibles en competiciones o concursos hasta el genérico y devaluado Real Decreto 348/2000 sobre protección de los animales de granja, que afecta a los caballos de producción cárnica o los caballos privados mantenidos en fincas y a los que nadie sabe dónde encajar.

Es necesario crear un cuerpo legislativo unitario y específico para la protección de los caballos

También las condiciones sanitarias y requisitos sobre identificación, libros genealógicos, programas de vacunaciones y documentación varían según el uso que le demos al animal. En este contexto, donde cualquier circunstancia o combinación de ellas es posible en un equino individual, es muy fácil que los animales pasen de un uso a otro pero sin que la documentación sanitaria propia del uso anterior se actualice o adecúe al nuevo. Si a esta trama unimos el hecho de que muchos caballos comprados en tiempos de bonanza y mantenidos como objeto de culto social están ahora, con la crisis, a precio de ganga, obtenemos las condiciones ideales para la tormenta perfecta.

La tentación de hacer pasar a estos animales de caballos particulares de ocio, cuyo coste muy pocos se pueden ahora permitir, a caballos de abasto, aún sin cumplir con los requisitos sanitarios, es demasiado fuerte. Sería necesario renovar el enfoque legislativo de los caballos y, ya puestos, de los équidos en general. En primer lugar urge desarrollar un sistema identificativo individual, con una base de datos centralizada, donde cada individuo apareciera asociado a un uso y no pueda ser utilizado para otro sin aportar la documentación sanitaria y de identificación pertinente al nuevo uso.

Hay que aumentar y mejorar los controles en los puntos más propicios para producirse el trueque de usos: tratantes, transportistas y mataderos

Al mismo tiempo no podemos olvidar que aunque nosotros como humanos dispongamos de los équidos para diferentes fines, sus requerimientos etológicos son similares para todos, por lo que es necesario crear un cuerpo legislativo unitario y específico para la protección de los caballos que, atendiendo a sus necesidades como especie, garantice un respeto a su bienestar, con independencia del empleo que hagamos de los mismos.

Autora: Alberto Díez, director de ANDA

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