Los frutos secos son pequeños alimentos, que, además de estar deliciosos, tienen un alto contenido en nutrientes, por lo que son una gran fuente de salud y energía. En este artículo te contamos sus beneficios, cómo y cuándo tomarlos y además, desmontamos falsos mitos.

Un artículo de Pilar Rodrigáñez Riccheri

Los frutos secos, o de cáscara, son pequeñitos alimentos llenos de nutrientes y una gran fuente de salud y energía. Se caracterizan por su densidad calórica y por ser grandes aportadores de proteínas,buenísimas grasasminerales y vitaminas. Además, tienen mucha fibra (principalmente soluble) que, entre otras cosas, nos ayudan a ir al baño.

Es verdad que todos son interesantes, pero cada variedad tiene sus propias características

Así por ejemplo, 4 puñados (con la mano cerrada) de almendras nos aportan la misma cantidad de calcio que un vaso de leche, y ya sabemos que el calcio es un mineral muy importante para tener fuertes nuestros huesos y dientes.

Las nueces de Brasil son, por su parte, geniales para ayudar al hígado a depurar los tóxicos por su contenido en selenio, que además neutralizará radicales libres del organismo, pues este mineral tiene un gran poder antioxidante.

O también tenemos las entrañables castañas, con su capacidad para mantenernos calentitos en invierno y que apoyan a nuestros riñones en su valiosas labores.

Y así se podrían seguir enumerando un sinfín de bondades de estas verdaderas municiones de nutrientes que, a parte de ser deliciosas, dan mucho juego en la cocina.

Cómo y cuándo tomarlos

Estas maravillas que nos ofrece la naturaleza vienen con truco. Para obtener los beneficios de los frutos secos hace falta un buen remojo. ¿Por qué? Pues resulta ser que en ellos se esconden antinutrientes, que son sustancias que entorpecen o impiden la absorción de algunos de sus nutrientes.

Pero, por suerte, las malvadas sustancias desaparecen de forma muy sencilla: metemos los frutos secos en un bol con agua algunas horas antes de consumirlos, luego tiramos el agua del remojo y finalmente los enjuagamos bien. Además, con este humilde cuidado los haremos más fáciles de digerir, cosa que se agradece si la digestión es o está débil.

A este proceso se lo llama también “activación de granos” y sirve tanto para los frutos secos como para los cereales y semillas, consiguiendo con ello el mismo resultado: granos con máxima capacidad nutritiva y más fáciles de digerir.

¿Y cuál sería el mejor momento para consumirlos? Nuestros pequeños alimentos son una excelente opción para empezar el día, ya que sus grasitas nos dan energía y la proteína tiene un gran poder saciante que nos ayudará a no llegar muertos de hambre a la siguiente comida.

Así, por ejemplo, después de la activación nocturna, podríamos poner un puñado de frutos secos en un bol de bebida vegetal con un poco de avena, semillas y fruta fresca (plátano, frutos del bosque, manzana, ¡lo que apetezca!) y tendríamos un verdadero desayuno de campeones. Y encima riquísimo.

Pero, como ya dijimos, son alimentos muy versátiles y quedan genial en casi todos lados (y a todas horas): en una ensalada, como aperitivo, en forma de postre, o para hacer galletas y barritas energéticas o, por qué no, como toppings en nuestros licuados. Siempre sin perder de vista que es importante no abusar de ellos: con lo que entre en un puño cerrado tenemos más que suficiente para enriquecer cualquier comida y beneficiarnos de sus propiedades.

Desmontando falsos mitos

Dicho esto y, ya que estamos, desmontemos mitos: los frutos secos NO engordan

Hasta hace un tiempo, nuestros queridos amigos gozaban de mala prensa y no eran pocos los que los apartaban de su dieta. Bueno, ahora ya sabemos que esto no es cierto y que, por el contrario (y esto lo vamos a decir con la boca bien grande), los frutos secos contienen grasas muy saludables, capaces de mejorar la salud cardiovascular y de prevenir el aumento de peso. Además, no sólo no contienen nada de colesterol, sino que contribuyen a disminuir su presencia en sangre.

Frutos secos en la alimentación infantil

Y para terminar, una brevísima nota sobre frutos secos en la introducción alimentaria infantil. Puesto que podrían producir intolerancias o alergias, es mejor esperar a que el niño o la niña tenga 18 meses(más o menos) para que los pruebe. Y se los daremos muy de a poquito y triturados. Los frutos secosenteros recién los incorporaremos a partir de los 3 años para asegurarnos así una buena masticación y evitar riesgos

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