Asociación Vida Sana 17/10/2016
MADRID Una comunidad cada vez más “bio”.
Beatriz Calvo nos habla del consumo “bio” en la Comunidad de Madrid. Una ciudad que, cada vez más, apuesta por el sector ecológico. Ahora que se acerca BioCultura Madrid, nos parecía adecuado recordar, por vía de una “nativa” y entusiasta de la producción ecológica, cuál es el estado de la cuestión a poco de terminar 2016 en la capital del Estado.
Dicen que consumir con conciencia se ha convertido en un factor posible de transformación de nuestras políticas y economías. Nuestras elecciones diarias podrían dirigir la balanza hacia un tipo u otro de modelo agroalimentario, pero desgraciadamente Don Dinero sigue siendo el principal criterio para la compra de alimentos, y el precio es capaz de acallar nuestra conciencia y de someter nuestra necesaria reflexión acerca de lo que está en juego cuando compramos unos productos u otros.
Un juego en el que la tierra se deshiela, se contamina, pierde su capa fértil, el agua dulce desaparece, pero todavía son pocos los consumidores que enfrentan esa idolatría y tiranía del Becerro de Oro y se enfrentan con sus elecciones cotidianas de compra a un modelo agroindustrial que no cultiva la tierra sino que la explota y envenena sus ecosistemas y con ellos al hombre que está en la cúspide de la cadena alimentaria intoxicada.
Madrid, Madrid, Madrid
España es el principal productor de alimentos ecológicos de Europa y el quinto en el mundo. Según los últimos datos actualizados del Magrama, la Comunidad de Madrid tendría unas 8.346,62 Has cultivadas: destacan los cultivos de cereal, en especial la cebada, y los cultivos para alimentación animal como la alfalfa; en menor grado, las hortalizas frescas, que alcanzan las 313 toneladas al año. También destacan los cultivos permanentes como frutas de clima templado, frutos secos, y sobre todo viñedos y olivar.
Pero como nos dice Belén Martínez, de la HuertAula Comunitaria de Agroecología Cantarranas de la Universidad Complutense de Madrid, “es difícil de valorar la superficie destinada, pues hay mucho pequeño agricultor agroecológico surgido de programas como el del Parque Agroecológico de Rivas o ligados a cooperativas de consumo, que en muchos casos no se han certificado como ecológicos en el Consejo Regulador, así como muchos proyectos de transformación a pequeña escala en lo que ocurre lo mismo”. Dificultad a la que se suma lo que comenta Víctor González, coordinador técnico de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), que «hacen falta dos años para convertir una tierra en ecológica y unos cuantos más para conseguir que sea rentable; por eso muchos agricultores lo hacen paulatinamente”. Y por eso es difícil saber cuánta superficie y cuánta conciencia hay plantada.
En lo que respecta al consumo, en el año 2014, que son los últimos datos que ha elaborado el MAGRAMA, el mercado ha experimentado un repunte muy importante por el aumento de la demanda que mostraría no solo la consolidación sino el inicio del crecimiento. La tendencia muestra que queremos comer sano y así nos lo corrobora Laura Nuñez, gerente de la tienda de Ecocentro, una de las empresas pioneras en España en apostar por el único futuro posible, el ecológico: “En los últimos años el crecimiento en la demanda de productos ecológicos ha sido exponencial. Tanto es así que se ha observado un fenómeno cuanto menos curioso: los consumidores son quienes manifiestan su necesidad incluso antes de que los proveedores puedan satisfacerla. Este auge coincide con otras características del mercado… un aumento de la población con alergias e intolerancias alimentarias: al gluten, lactosa, huevo, fructuosa, entre otras.
Un despertar en la consciencia de consumo, que invita a la compra local, al respeto por el medio ambiente y a la producción sostenible. Una revisión importante de la pirámide alimenticia que invita a derribar mitos tan arraigados en la tergiversada dieta mediterránea”. Aun así, según Ángeles Parra, de Vida Sana, directora de BioCultura, estamos por debajo del 2% de consumo general. Sólo el 10% de la población española se decanta por esta alternativa aunque el 65 % sostiene que sí quiere. Parra señala: “Para eso trabajamos. Para que el alimento ecológico, que es un tesoro, llegue a cada vez más hogares. En ese sentido, el paso de BioCultura por Madrid, en todos estos años, ha contribuido en gran manera a que Madrid, junto con Catalunya, sean las comunidades autónomas del estado con mayor consumo ‘bio’”.
La desconexión
Aunque todo apunta a años venideros con muy buenas noticias para el sector ecológico, en España, como decimos, el consumo aún es limitado. Muchas son las causas de ese bajo consumo: desconocimiento de las diferencias entre el producto convencional y el ecológico, el supuesto precio elevado y la dificultad de encontrar productos ecológicos fuera de las tiendas especializadas, pero principal y radicalmente es una falta de inteligencia, una falta de amor a lo vivo y una falta de voluntad de luchar por ello de una sociedad desconectada de lo natural.
Las tres potencias del alma están desconectadas de la realidad tanto en nuestras instituciones, que no ayudan realmente al sector quitándole por ejemplo el IVA a los productos ecológicos, igual que quitan los impuestos a un coche que contamina menos, ni hacen una decidida campaña a favor de este tipo de consumo, con un mensaje claro y contundente de la urgencia ecológica de su implantación definitiva como salida a la crisis medioambiental y sanitaria, pues están fatalmente sometidas a un poder transnacional que decide las políticas agrícolas y alimentarias de un mundo desgraciadamente globa-industrializado. Como de un pueblo que hace mucho dejó de ser soberano y que, conectado a una omnipotente cultura tecnológica cibernética, vive cada vez más atomizado, más alienado con un Goliat que destruye la base de cualquier nación, la soberanía alimentaria.
El arquetipo de David
Pero siempre ha existido el arquetipo de David, que desde una conexión profunda con la dimensión sagrada de la tierra defiende la verdad de lo vivo y nada a contracorriente en un mundo individualizado al máximo, donde se ha firmado un contrato de indiferencia con el prójimo y la próxima tierra. Son los consumidores ecológicos, que en un lugar como la Comunidad de Madrid crecen a diario.
Para Marisol Garrido, presidenta del Instituto de Estudios de la Vida Rural Sostenible, “la demanda por parte de los consumidores europeos y también españoles es cada vez mayor hacia este tipo de productos. Son cada vez más valorados y buscados, por lo que hay mucho por hacer en el mercado interior de estos alimentos. El caso de los agricultores de la Comunidad de Madrid es muy particular, comparado con otras zonas de España, ya que la demanda de los ciudadanos madrileños ha hecho que estos agricultores no se hayan dedicado a la exportación y se encuentran desarrollando sistemas de comercialización dentro de los municipios de la comunidad”. De hecho en la región se consume un 40% más de productos ecológicos que la media de España.
Cooperativas
Entre esos sistemas de comercialización queríamos destacar en este artículo la de los grupos y cooperativas de consumo agroecológico que son una realidad cada día más presente a nivel local. Y que “aunque se trata de experiencias que, en cifras totales, suman a un número reducido de personas, demuestran que es posible llevar a cabo otro modelo de consumo que tenga en cuenta criterios sociales y medioambientales”, como comenta la escritora Esther Vivas.
Estos grupos están formados por consumidores plenamente convencidos… Son las primeras filas, la vanguardia, de ese ejército de lo biológico, que tienen una actitud combativa y militante y son plenamente conscientes de que la alimentación ecológica respeta el medio ambiente, cuida la salud, porque es más nutritiva y está más viva; guarda y garantiza la biodiversidad; genera menos gasto energético; está más rica y sabrosa; mantiene la fertilidad del suelo a largo plazo; tiene futuro y es un derecho de todos los pueblos y por ello debería ser instaurada por decreto.
Razones para el consumo “bio”
Hay que relocalizar de nuevo la economía, descentralizarla, hacerla realmente sostenible. Porque el consumo de productos biológicos locales ahorra energía y nos hace menos dependientes del petróleo. Porque crea redes de economía local y combate a las grandes corporaciones que expulsan con su tecnología a miles de trabajadores. Porque una economía local fuerte y sólida evita las migraciones que desestructuran nuestras familias, átomos de nuestras sociedades en todas las direcciones del planeta. Porque si el campo se desertiza de humanos campesinos desaparecen las semillas, las razas autóctonas, la diversidad biológica y cuatro corporaciones sin conciencia pasarían a manejar el hambre del mundo con sus semillas alienígenas y terminator. Porque el consumo local protege nuestros pueblos y la biodiversidad cultural; porque protege lo propio, lo cercano, y mira siempre con suma responsabilidad a las generaciones futuras. Así, para muchos de estos consumidores más comprometidos, es una responsabilidad de todos apoyar consumiendo sus productos a un campesinado madrileño en peligro de extinción sino actuamos como “prosumidores”.
Son héroes anónimos que luchan a diario con muchos enemigos… Las grandes superficies que dictan los precios y reducen drásticamente el margen de los campesinos y ganaderos y les hacen sentir que casi no merece la pena producir. Las nuevas biotecnologías que con sus transgénicos contaminan su esfuerzo de siglos por mantener semillas autóctonas adaptadas. Las leyes que prohíben el intercambio de semillas, de conocimiento; la falta de primas por su labor medioambiental encomiable. La amenaza de las patentes, las leyes foráneas que desde Europa regulan sus vidas, sus ganados, sus trashumancias. Necesitan refuerzos, y nosotros como consumidores podemos ofrecérselos en forma de legión anónima en una verdadera y legítima revolución verde.
Caminos a seguir
Hay dos grandes tipologías de grupos y cooperativas de consumo agroecológico en la CM: aquellos que integran en su seno a consumidores y a productores y otros que sólo están formados por consumidores. Las primeras, como Bajo el Asfalto está la Huerta!, BAH, que tiene diez grupos en diferentes barrios de Madrid, establecen un compromiso estable de solidaridad mutua, en la que los consumidores garantizan la compra total de la producción del campesino anticipadamente, solidarizándose tanto en los beneficios como en las pérdidas. En el segundo grupo están la mayoría de los grupos donde la relación consumidor y productor es más tibia. En ambas iniciativas hay una amplia diversidad de modelos, cestas abiertas, que es a demanda del consumidor; cestas cerradas, que beneficia por igual a campesino y consumidor. Algunas están profesionalizadas, otras se organizan en los barrios donde los propios socios van rotando en las tareas de gestión. Algunas tienen tiendas abiertas al público para socios y no socios.
En Madrid este movimiento nació impulsado los Grupos Autogestionados de Konsumo (GAKs), como cuenta Garbancita Ecológica, que después de 20 años sigue trabajando con estos grupos como “acontecimientos de producción, circulación y consumo de alimentos desde los márgenes del mercado”.
El paulatino crecimiento y la posterior organización representativa de este movimiento lo sitúan ya como un actor relevante en los ámbitos de la economía social y agroecológica. Como así nos lo confirma la cooperativa integral Besana, que llevan un par de años colaborando como actor representativo con el ministerio en un estudio de la producción ecológica.
Tiendas especializadas
Más allá de ellos están las tiendas especializadas que alegran, cada día más, nuestras calles con su apuesta por la cultura de lo vivo. Los mercados y mercadillos de venta local en diferentes pueblos y barrios de Madrid que exponen las delicias de esta tierra una o dos veces al mes… Y en última posición de facilitar el consumo ecológico estarían las grandes superficies que se suman a la fiesta sin el verdadero espíritu, pero, como dice Jorge Riechmann, “ninguna pauta de consumo puede considerarse moralmente aceptable si es intrínsecamente imposible de universalizar, si sólo puede disfrutar de ella una minoría, en tanto que la mayoría quede excluida de ella”, y al día de hoy estas grandes superficies son el centro del consumo para esa gran mayoría… Y como nos dice Laura Nuñez: “Las grandes superficies no han tardado en hacerse eco de esta tendencia de mercado y hoy no sólo han ganado más metros cuadrados en sus lineales los productos ‘bio’, sino que con gran rapidez van lanzando líneas ecológicas de sus propias marcas blancas y la introducción de estos productos en las grandes superficies está permitiendo a los proveedores modificar sus economías de escala y poco a poco acercar posturas en materia de precio, porque sigue siendo una de las variables que más alboroto causa entre quienes se han sumado a esta tendencia de consumo”. Revolucionemos nuestro consumo, cambiemos el mundo con pequeñas decisiones cotidianas.
Beatriz Calvo
UNCUMA. GUÍA DE CONSUMO ECOLÓGICO
Les dejamos un enlaces a la Guía de Consumo Ecológico de Madrid creada por La Unión de Cooperativas de Consumidores y Usuarios de Madrid, UNCUMA, una herramienta onlinepodrán encontrar información sobre los sitios más relevantes relacionados con los productos ecológicos en Madrid, tanto desde la sensibilización y la formación como en el ámbito de la distribución y el consumo finales, haciendo especial hincapié en las cooperativas de consumidores y usuarios y otras empresas de la Economía Social.
Fuente: Asociación Vida Sana – vidasana.org