Observatorio OMG 07/01/2017
Tanzania: Nueva ley criminaliza el intercambio tradicional de semillas.

El avance de las políticas neoliberales hace que, a nivel mundial, el mercado comercial de semillas, dominado por las grandes multinacionales, intente comerle terreno a los sistemas informales que han funcionado durante siglos.

La conservación y mejora de la biodiversidad agrícola ha dependido tradicionalmente de unos recursos genéticos que se intercambiaban libremente, y cuya propiedad era comunal. Para muchas comunidades, asociar la propiedad privada a un tipo de semilla sigue siendo un concepto extraño.

Esto choca de lleno con el enfoque globalizado, que entiende las semillas como una mercancía más que se dirime entre actores que participan en el mercado buscando un beneficio económico a corto plazo. Las nuevas legislaciones restringen el intercambio de semillas a aquellas que sean homogéneas (lo cual no se cumple muchas veces en las variedades tradicionales) y estén recogidas en un registro: hacer esto con las variedades tradicionales, además de económicamente inviable, supone ineludiblemente una merma de la biodiversidad. Quienes quieran seguir intercambiando y vendiendo semillas que no estén incluidas en este registro (aunque no estén patentadas por otra empresa) serán penalizados.

Además, como comentábamos antes, estas nuevas medidas suponen incluir en el régimen de propiedad privada a bienes que siempre se han considerado comunes, lo cual atenta contra la base que sustenta la alimentación de muchos pueblos del planeta.

En el caso de Tanzania, como ocurrirá próximamente en otros países africanos, esta legislación se ha implementado como condición para recibir ayudas al desarrollo, que supuestamente “sacarán de la pobreza” a estas mismas personas. Sin embargo, el propio portavoz de Syngenta, una de las empresas que más presente ha estado en estas negociaciones, afirma que ellos han entrado en esto como empresa, con un enfoque comercial, y que “Los agricultores que tratan meramente de sobrevivir o de operar en un clima que no es favorable se quedan fuera”. A la vez, dice no ser consciente de que a los agricultores no se les dejará la opción de seguir intercambiando semillas como hasta ahora.

Las organizaciones tanzanas están intentando que se amplíe el régimen de Calidad Declarada, más fácil y barato de obtener que una patente.

Si quieres saber más sobre los ataques que están sufriendo las semillas campesinas, y los movimientos de resistencia que por todo el mundo están intentando pararlas, puedes consultar este informe de La Vía Campesina y GRAIN.

Mondiaal Nieuws 07/12/2016, Ebe Daems Kweli Ukwethembeka Iqiniso

Para recibir ayudas al desarrollo Tanzania ha tenido que otorgar libertad total a las multinacionales occidentales del agronegocio, y protección para las semillas patentadas. “El ochenta por ciento de las semillas se comparten y venden en un sistema informal entre vecinos, amigos y familia, pero con esta nueva ley Tanzania criminaliza este tipo de prácticas,” dice Michael Farrelly de TOAM, un movimiento pro-agricultura ecológica de Tanzania.

Tanzania ha modificado su legislación para obtener ayudas al desarrollo, y ahora debe dar a los inversores comerciales un acceso mejor y más rápido a la tierra y una mayor protección de sus derechos de propiedad intelectual.

“Si compras semillas a Syngenta o Monsanto, con la nueva legislación ellos cobran los derechos de propiedad intelectual. Si guardas semilla de tu primera cosecha sólo puedes utilizarla en tu propio terreno, con fines no comerciales. No puedes compartirlas con tus vecinos, ni con tu cuñada que vive en otro pueblo, y desde luego que no puedes venderlas. Sin embargo, estos son los cimientos del sistema de semillas en África”, dice Michael Farrelly.

Bajo la nueva ley, los agricultores tanzanos se enfrentan a penas de prisión de al menos 12 años, o a una pena de 205.300€, o ambas cosas, si venden semillas no certificadas.

“Un agricultor tanzano no puede ni imaginarse una cantidad así. El sueldo medio sigue estando por debajo de los 2 dólares al día.”, afirma Janet Maro, directora de Sustainable Agriculture Tanzania (SAT).

Bajo la presión del G8

Tanzania ha implementado esta legislación referente a los derechos de propiedad intelectual de las semillas como condición para recibir ayudas al desarrollo a través de la Nueva Alianza por la Seguridad Alimentaria y la Nutrición (New Alliance for Food Security and Nutrition, NAFSN). La NAFSN fue puesta en marcha en 2012 por el G8 con el fin de ayudar a 50 millones de personas a salir de la pobreza y el hambre en los diez países africanos asociados, mediante una asociación público-privada. Esta iniciativa recibe el apoyo de la UE, de EEUU, Reino Unido, el Banco Mundial y la Fundación Bill & Melinda Gates.

Se supone que las empresas que invierten en la NAFSN deben prestar atención a los pequeños agricultores y a las mujeres, lo cual a veces no se tiene mucho en cuenta. Esto ha hecho que la NAFSN haya recibido fuertes críticas por parte de ONGs y movimientos de la sociedad civil. Hasta el Parlamento Europeo publicó un informe muy crítico en mayo de 2016, en el que instaba a la Comisión Europea a intervenir.

Con los cambios en su legislación Tanzania se ha convertido en el primero de los países menos desarrollados en unirse a la convención UPOV 91. Todos los países miembros de la Organización Mundial del Comercio deben incluir en su legislación los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas, pero los países menos desarrollados están exentos de reconocer ningún tipo de derechos de propiedad intelectual hasta 2021. Después se revisará esta cuestión.

“En la práctica supone que los cincuenta millones de personas a quienes la Nueva Alianza quiere ayudar a escapar de la pobreza y del hambre sólo pueden hacerlo si compran todos los años semillas de estas empresas afines al G8,” afirma Michael Farrelly.

“Esto va a hacer que el sistema de semillas de los agricultores colapse, porque no pueden vender su propia semilla”, según Janet Maro. “Las multinacionales traerán semillas a nuestro país, y todos los agricultores tendrán que comprárselas, lo que significará una pérdida de biodiversidad, porque es imposible que investiguen y patenten todas las semillas que necesitamos. Al final tendremos menos tipos de semillas.”

“Yo tengo semillas de mi familia, porque las usaba mi bisabuela. Ella se las dio a mi abuela, quien se las dio a mi madre, y mi madre me las dio a mí. Yo las he plantado aquí, en el huerto educativo de Morogoro, y por eso hay aquí plantas tan raras”, dice Janet Maro. “A los agricultores locales les cuesta comprender el concepto de que puedes patentar una semilla y que te pertenezca. Las semillas deberían ser simplemente algo que esté fácilmente disponible”, añade Janet Maro.

Propiedad e inversiones

“Los derechos de propiedad intelectual permiten que los agricultores tengan un mejor acceso a la tecnología”, afirma Kinyua M’Mbijjewe, director de Asuntos Corporativos de Syngenta en África. Syngenta es una empresa suiza que produce semillas y agroquímicos junto con Yara, uno de los dos mayores actores procedentes del sector privado en la NAFSN.

“Una empresa que quiera invertir necesita asegurarse de que se protege su tecnología. Los agricultores africanos tradicionalmente han compartido, intercambiado y vendido sus semillas. Si los agricultores quieren seguir haciéndolo es importante que tengan la opción.” Kinyua M’Mbijjewe afirma no tener constancia de que la legislación tanzana ya no permita esta libertad de elección. Esto resulta un tanto extraño, dado que Syngenta es una de las empresas que encabezan la NAFSN, por lo que negocian directamente con los Estados asociados los cambios en la legislación que deben cumplir para recibir las ayudas.

En cualquier caso, según el gobierno tanzano la legislación no pretendía penalizar a los pequeños agricultores, sino proteger su propiedad – esto es, si patentan sus propias semillas.

“¿Pero quién va a vender semillas no certificadas? Los pequeños agricultores, que no tienen medios para patentar sus semillas”, dice Janet Maro.

“El gobierno está trabajando en una revisión de la legislación sobre semillas. Esperamos que añadan una excepción para pequeños agricultores, y que expandan el Sistema de Semillas de Calidad Declarada,” dice Michael Farrelly.

El Sistema de Semillas de Calidad Declarada ofrece un sistema de garantías para las semillas. Es una especie de compromiso, porque es más barato y más fácil obtener este certificado que una patente.

Ahora mismo un agricultor puede vender semillas de este tipo en tres pueblos de los alrededores, pero el gobierno dice querer expandirlo a nivel de distrito, con la nueva legislación. “De esta forma podría venderse la semilla en setenta pueblos, lo cual es económicamente viable,” afirma Farrelly.

Eliminación de barreras comerciales

Hay otro problema, y es que las semillas de empresas extranjeras no siempre están adaptadas al clima local. “Lo que funciona en Utrecht no necesariamente funciona en Zanzíbar”, dice Michael Farrelly. Sólo en Tanzania hay cinco zonas climáticas diferentes “Incluso la región de Morogoro tiene distintas zonas climáticas”, señala Janet Maro.

Sin embargo, pronto será más fácil que entren en el país semillas de otras regiones, y otros países africanos están ya en vías de seguir el ejemplo de Tanzania. En 2015 dieciocho países africanos firmaron el Protocolo de Arusha para la protección de nuevas variedades vegetales, cuyo objetivo es que todos los países traten de eliminar las barreras comerciales e incorporar los derechos de propiedad intelectual de las semillas en su legislación, para así conseguir un sistema regional armonizado. La Oficina Comunitaria de Variedades Vegetales, una agencia de la UE para la protección de la propiedad intelectual relacionada con variedades vegetales, participa en todas las reuniones relacionadas con el Protocolo sin excepción.

Syngenta cree que estas medidas ayudarán a que África avance: “Nos alegramos de que, después de años de negociaciones, todo vaya en la dirección correcta”, afirma Kinyua M’Mbijjewe. “La UE tiene una política armonizada en cuanto a las semillas que pueden ser importadas de otro país, lo cual no existe en África. No se pueden traer semillas de Kenya a Tanzania a través de la frontera, una región que está en la misma zona climática. Las barreras comerciales africanas no han hecho que los agricultores y la economía avancen.”

¿Agricultura más intensiva?

Según el Banco Mundial y la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación), para alimentar a la población mundial para el año 2050 la producción de alimentos debe aumentarse en un 50%. Se está librando una batalla, en sentido figurado, en cuanto al enfoque que debería adoptarse para aumentar la producción, pero seguramente haya muchas bajas entre los pequeños agricultores.

Según el mundo empresarial, África necesita más insumos agrícolas: fertilizantes, semillas híbridas, pesticidas… ¿Pero es el enfoque comercial el más apropiado para ayudar al segmento más pobre de la población?

Las iniciativas de desarrollo de la NAFSN en Tanzania se centran exclusivamente en la parte más fértil del país. El Corredor del Desarrollo Agrícola del Sur de Tanzania (SAGCOT) ocupa la mayor parte de la mitad sur del país. La tierra fértil atrae fácilmente a los inversores, ¿pero qué pasa con los agricultores que están en regiones no tan óptimas? ¿o con la declaración del Banco Mundial (2008) que decía que las subvenciones para fertilizantes en Zambia beneficiaban fundamentalmente a los agricultores relativamente ricos y no a los pequeños agricultores a quienes se suponía que debían beneficiar? Otro dato esencial: este tipo de agricultura intensiva es una de las principales causas del cambio climático.

La propia Syngenta ha admitido que es lógico que ellos, como empresa, se preocupen poco de los agricultores de menos éxito. “Somos una empresa y por tanto invertimos en África. Creemos que en África se ha acabado la época de la ayuda al desarrollo, ahora lo importante es el comercio,” concluye Kinyua M’Mbijjewe. “Nuestro objetivo no son los agricultores a pequeña escala. Nos centramos en agricultores a pequeña escala que están intentando hacer crecer su negocio, y nos gusta trabajar con ONGs con un enfoque comercial. Los agricultores que tratan meramente de sobrevivir o de operar en un clima que no es favorable se quedan fuera.”

La alternativa agroecológica

Muchas organizaciones de agricultores y la FAO tienen más fe en los métodos ecológicos. Los pequeños agricultores se verían más beneficiados por ellos, dado que normalmente no se pueden permitir insumos tan caros como los necesarios en agricultura convencional.

Janet Maro, por otra parte, trabaja en áreas rurales con condiciones especialmente difíciles. Junto con el SAT forma a pequeños agricultores en métodos de gestión agroecológica. El SAT enseña a los agricultores a cultivar con aquello que está disponible en su entorno.

“Nuestro centro de formación se localiza en las zonas secas de Vianze, donde la mayoría de la gente diría que la agricultura es imposible,” dice Janet Maro. “Si lo podemos hacer ahí es que lo podemos hacer en cualquier parte. Plantamos árboles adicionales que retienen el agua cuando llueve, por lo que esta se incorpora al suelo, y tenemos un sistema de irrigación con botellas de agua que hace que consumamos menos agua.”

“Enseñamos a los pequeños agricultores a hacer compost con las plantas que cortan en sus parcelas. También les enseñamos a combinar cultivos, y a hacer extractos a partir de las plantas que crecen en su entorno, para controlar las plagas y enfermedades de los cultivos. La plaga más común son los áfidos. Se puede hacer un extracto de Lantana camara, un arbusto que crece casi en cualquier pueblo de Tanzania, y que permite controlarlos”, afirma Janet Maro.

“También hemos formado a los agricultores en una zona en la que el gobierno les daba subvenciones para comprar fertilizante. Después de nuestra formación, muchos agricultores que habían obtenido buenos resultados cuestionaban por qué iban a seguir yendo a la ciudad a comprar fertilizantes sintéticos caros si pueden tener una buena cosecha y luchar contra las plagas con recursos que están disponibles en sus propias parcelas. Esos agricultores le devolvieron al gobierno sus cupones para comprar fertilizante subvencionado. El gobierno también ha venido a vernos, pidiéndonos que formemos a los agricultores.”

La elección entre la abuela y la industria

“No hacer nada y creer que puedes seguir con lo que cultivaba tu abuela es una catástrofe garantizada”, dice Kinyua M’Mbijjewe, de Syngenta. “La razón por la que hay hambre en África es porque no hay suficientes insumos agrícolas.”

Abel Lyimo, CEO de Iniciativas de Desarrollo Rural y Urbano en Tanzania, una ONG orientada al desarrollo de pequeños agricultores a través del sector privado, piensa lo mismo: “Tanzania es uno de los países con menor uso de insumos agrícolas y menor productividad del mundo. Hay una relación entre la utilización de insumos y la productividad. Si sólo usas la mitad, sólo producirás la mitad.”

Janet Maro no opina lo mismo. “En la región de Mlali ha habido proyectos en los que les dieron a los agricultores parcelas de tierra para cultivar tomates. Durante un tiempo funcionó muy bien, y producían cantidades enormes de tomates, pero este año se torcieron las cosas. El precio de un caldero de tomates estaba entre dos y tres euros. Ahora, debido a la sobreproducción, tienes suerte si te dan 40 céntimos. O sea que los agricultores ya no pueden pagar los fertilizantes y otros químicos, más caros.”

“Y eso sin entrar en el daño ambiental y la degradación de la fertilidad del suelo que provocan estos proyectos. El gobierno nos ha pedido que formemos a los agricultores porque la calidad y cantidad del agua de los ríos Mzinga y Ruvu han empeorado considerablemente a raíz de estos proyectos agrícolas del gobierno. Quieren salvar la situación antes de que sea demasiado tarde, y han visto que los proyectos del SAT tienen un impacto sobre el medio mucho mejor.”

Incluso el anterior Relator Especial sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, ha señalado la importancia de que haya más investigación e inversiones en métodos agroecológicos, en su informe de 2011.

Según las cifras de la FAO, más del 80 por ciento de los alimentos a nivel mundial son producidos por pequeños agricultores. Si no pueden permitirse comprar insumos comerciales sí que pueden progresar utilizando métodos agroecológicos. Estos métodos no son inmediatamente patentables, y por eso la industria no les hace caso. Por desgracia, una consecuencia de esto es que no se investiga lo suficiente este tipo de métodos.

Este artículo ha sido creado con el apoyo de Journalismfund.eu

Fuente: Observatorio OMG – Ecologistas en Acción