Poco se oye sobre uno de los sectores que más afectan al cuidado del planeta: la agricultura. Desde Amigos de la Tierra queremos recordar el papel que juega la alimentación para proteger la Tierra.

Se nos ha hecho creer durante mucho tiempo que la agricultura industrial es indispensable para alimentar a la población mundial, que es más eficiente, más productiva y que tiene mejores rendimientos.

Transgénicos, fertilizantes, maquinaria, monocultivos, herbicidas y pesticidas son los medios de los que dispone la agricultura industrial, pero el hambre persiste en el Siglo XXI en muchas zonas del planeta. Es urgente acabar con esta lacra y para este fin necesitamos saber quién nos alimenta.

Vamos a ello ¿quién alimenta al mundo?, ¿quién produce la mayoría de alimentos a nivel mundial? La respuesta sorprende, no es la agricultura industrial, supuestamente tan necesaria, sino la agricultura familiar. Según datos de la FAO (Agencia de Naciones Unidas para la Agricutura y la Alimentación) la agricultura familiar produce el 80% de los alimentos que se consumen en el mundo.

La agricultura industrial se ha ido constituyendo en el imaginario colectivo como llave y única solución para acabar con el hambre a través de mitos generados y difundidos por la propia industria, pero nada más lejos de la realidad. Es la agricultura familiar la que ya da de comer al mundo, mientras la agricultura industrial solo produce un 20% de los alimentos . Por tanto, no necesitamos la agricultura industrial para alimentarnos. Además, las afirmaciones acerca de su eficiencia también resultan ser falsas. ¿Es la agricultura industrial más eficiente? Y una vez más, la respuesta es inesperada.

Los grandes monocultivos intensivos ocupan el  75% de las tierras y usan la mitad de los recursos empleados en la agricultura.

La agricultura industrial acapara los recursos pero no es quien alimenta a las personas

La agricultura a pequeña escala, respetuosa con el medio ambiente, pese a ser la más numerosa en número de granjas, solo ocupa un 25% de la superficie agrícola del mundo.

Son por lo tanto millones de personas en su mayoría mujeres, cultivando una pequeña porción de los recursos naturales disponibles quienes alimentan al mundo.

La agricultura industrial dispone no solo de la mayoría de la tierra sino también del agua, las semillas,  la ciencia y la tecnología ¿por qué sólo produce el 20% de los alimentos del mundo?

La respuesta es tan sencilla que asusta, no lo pretende, no es su objetivo. La agricultura industrial produce mercancías para los mercados, no alimentos para las personas. El cultivo de soja y maíz para la fabricación de piensos o combustibles, la palma aceitera para fabricar champú o chocolatinas, algodón y otras fibras para la enorme industria de la ropa barata, son algunos ejemplos de esto. Por tanto, el objetivo de la agricultura industrial no es alimentar al mundo, sino transformar las tierras de cultivo en una mercancía más.

En la lógica de la agricultura industrial los “brokers” pueden comprar millones de toneladas de trigo en la bolsa, pero millones de personas no se pueden permitirse comprar los alimentos más básicos.

La agricultura industrial destruye el medio ambiente

Tras varias décadas de industrialización desenfrenada de la agricultura la evidencia acerca de los impactos ambientales que genera es abrumadora. La agricultura industrial es responsable del 70% de la deforestación en América Latina, uno de los principales motores de cambio climático, hasta el 40% de las emisiones de GEI provienen de la agricultura industrial. Sólo durante el S. XX se perdió el 75% de las variedades cultivadas y actualmente el 22% de las razas ganaderas está en peligro de extinción. La biodiversidad tiene un valor incalculable, en un contexto de clima cambiante la diversidad cultivada es la clave para producir alimentos en un futuro de clima incierto.

La agricultura industrial juega con el sustento de la población más vulnerable y con un planeta cada vez más enfermo

Este es el cuento de la agricultura industrial, un cuento que nos repiten para justificar lo necesaria que es y será para alimentar a una población mayor, mientras, la realidad pone el grito en el cielo haciéndonos saber que el hambre en el mundo no se debe a la falta de alimentos, sino a un reparto poco equitativo de recursos, donde las tierras no se utilizan para producir alimentos, sino para alimentar a accionistas y bancos.

Fuente: Amigos de la Tierra – www.tierra.org