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El 24 de abril de 2013 todas las miradas se posaron sobre Rana Plaza en Bangladesh. El colapso de un edificio que albergaba cinco talleres textiles tuvo como resultado la muerte de 1.134 personas y 2.500 heridos. A pesar de tratarse del accidente de estas características que más repercusión ha tenido, era solo la punta del Iceberg, no ha sido el único y tampoco el último.

Estos mal llamados ‘accidentes’ son consecuencia de unas condiciones de trabajo infrahumanas que algunas organizaciones vienen denunciando desde hace tiempo. La campaña Clean Clothes Campaing nació en 1989 con el objetivo de mejorar las condiciones de los trabajadores de las fábricas textiles. Otra iniciativa es el Fashion Revolution Day que conmemora el accidente de Bangladesh y tiene por objetivo que los consumidores preguntemos a las marcas que vestimos cómo ha sido fabricada nuestra ropa. Cada 24 de abril las redes sociales arden con fotos de etiquetas de ropa y al menos durante un día se reflexiona sobre cuál es la situación de la industria textil. Más allá de este acto simbólico, la denuncia permanente de varias asociaciones y oenegés han dado su resultado y cuatro años más tarde se ha conseguido que todas las víctimas hayan sido indemnizadas. Además, el gobierno bengalí tuvo que ceder ante las presiones y ha instaurado medidas para ser más transparente y ha subido el salario mínimo.

Pero, ¿son suficientes estas medidas? Claramente no. Para encontrar una solución real a este problema tendríamos que hablar de un mundo en el que no hubiese unos países más ricos que otros, de forma que las empresas no viesen beneficio en deslocalizar su producción. Esto se traduciría en una producción local y de proximidad, que es además la única opción, medioambientalmente hablando, sostenible.

El objetivo puede parecer ambicioso e incluso inalcanzable pero una de las vías para conseguirlo es la de fomentar un modelo de producción alternativo, tanto en los países del sur como en el norte. Algunas asociaciones han desarrollado proyectos de comercio justo a través de los que apoyan propuestas locales. Estas iniciativas son las que tienen capacidad real de empoderar a los pueblos y luchar contra el modelo impuesto por las grandes empresas. En España son cada vez más los proyectos de este tipo que, además de apostar por tejidos ecológicos y sistemas artesanales de producción, deciden hacerlo local. Finalmente como consumidores tenemos el poder de elegir qué y a quién comprar. Nuestras elecciones marcarán el devenir de la industria de la moda y el futuro del Planeta.

Planeta ModaTamara Novoa, Periodista de Planeta Moda, Asociación Vida Sana
Bio Eco Actual Junio 2017