En la región se estima que hay 12 agrupaciones compuestas por personas que prefieren productos ecológicos que se comercialicen sin intermediarios.

Juan Miguel Pavo se conoce muy bien la carretera que separa la localidad de Villar del Rey de Cáceres. Es un trayecto de una hora que suele hacer habitualmente porque aunque vive en la capital cacereña tiene una finca en ese municipio pacense en la que cultiva verduras, hortalizas y frutas que luego vende por la región extremeña. Todo en su huerta es ecológico. Así lo lleva haciendo una década, algo que saben en Mansalva, un grupo autogestionado de consumo que se formó en Cáceres ante la necesidad de alimentarse de productos sanos, cultivados de manera respetuosa por productores y comercializados sin intermediarios.

A él pertenecen actualmente 12 familias y dos jueves al mes se reúnen en una sala del centro cívico de la Mejostilla de Cáceres. Allí montan su particular mercadillo. Hortalizas, verduras, frutas, quesos, huevos, panes ecológicos, bollería casera, conservas variadas, embutidos, carne, algas, aceite, harinas de diferentes cereales, azúcar y un largo etcétera. «Hemos llegado a tener un proveedor que nos traía pescado desde Galicia», comenta Juan Miguel, que está a punto repartir los diez manojos de espárragos que le han pedido. Él matiza que lo común es contar con productores cercanos porque este tipo de grupos fomenta el comercio local y justo.

Eso y su intención de comer sano fue lo que le llevó hasta Mansalva hace diez años. Las mismas razones argumenta Carmen Hernández. «Tenía una pequeña huerta familiar en Malpartida de Cáceres, pero eso no era suficiente», confiesa mientras revisa el libro de cuentas.

En esta quincena le toca encargarse de todas las tareas de gestión, una labor que se turnan los componentes del grupo. «Este trabajo es rotativo, de modo que todos conocemos cómo se hacen los pedidos y repartos. Normalmente, los productores nos explican lo que tienen y en función de eso se rellena una hoja que se sube a una plataforma de Internet. Durante una semana la gente va pidiendo lo que quiere y los pedidos se recogen cada 15 días», detalla.

Así se hace en la mayoría de los grupos autogestionados de consumo que existen en la región. Joaquina Bermejo también conoce su funcionamiento. «Me gusta la agricultura y la alimentación ecológica, es mucho más sana y se contribuye al cuidado del medio ambiente», afirma esta funcionaria cacereña.

Juan Miguel Pavo Tiene una huerta en Villar del Rey «Fomentar el comercio local y comer sano fue lo que me llevó a ser usuario en un grupo y productor»

Ella pertenece a Manojo, que se reúne en Cáceres una vez al mes. Además, lo hace porque es una forma de encontrar lo que le gusta comer. «El precio tampoco está mal», matiza.

«Los productos suelen valer más caro en las superficies comerciales, aquí nos quitamos todos los intermediarios», concluye Joaquina, una defensora de este tipo de consumo saludable que forma parte de una de las 12 agrupaciones que se estima que hay en la región, según los datos que aportan Sara Vázquez y Luisa Cardenete, autoras de una tesis que versa sobre el potencial de los circuitos cortos de comercialización para la transición agroecológica en la comunidad autónoma extremeña.

Aunque apuntan que «es difícil cuantificar un número concreto porque son grupos que están en constante cambio», aseguran que la mayoría están en ciudades como Cáceres, Badajoz, Mérida y Plasencia. A cada uno de ellos pertenecen una media de 20 familias, aunque en algunos sobrepasan las 50 porque su modelo de gestión les permite integrar a más gente. En total, más de 400 familias extremeñas hacen la compra a través de estos grupos.

Precisamente a un proceso de transformación se acaba de enfrentar otra de las agrupaciones más conocidas de la región. También es una de las más numerosas. Su sede está en Plasencia y su nombre es Ambrosía. La mayoría de sus componentes formaban antes Verdolaga, otro grupo de autoconsumo que acabó disolviéndose.

«La llegada de las nuevas tecnologías ha facilitado mucho la gestión de este tipo de agrupaciones. Nosotros lo organizamos todo a través de un grupo de Whatsapp», explica Juan Carlos Herrero. «En él estamos tanto los consumidores como los productores que los fines de semana hacen las ofertas. La gente va pidiendo lo que necesita y los martes se hace la recogida en el local», detalla Herrero, que paga dos euros mensuales, al igual que sus compañeros, para mantener las instalaciones en la calle Puerta de Coria de Plasencia.

Éstas se convierten una vez a la semana en un pequeño mercadillo con carne de ternera ecológica, así como pollo y cerdo, conservas e incluso productos de cosmética natural. «En estas formaciones no sólo hay frutas y verduras», matiza Juan Carlos antes de confesar que, aunque son 140 componentes, sólo suelen participar con asiduidad unos 50.

Donde también son muchos es en Ecoba, una cooperativa de consumidores integrada por más de 100 familias. Pueden ir los miércoles por la tarde a comprar productos ecológicos al edificio de Promedio en la capital pacense. También hacen los pedidos por Internet y los recogen en algunas tiendas especializadas de la ciudad.

Algo similar hacen en ‘Cáceres para comérselo‘, una cooperativa que acaba de retomar su actividad y que agrupa a consumidores y productores. La mayoría, proveedores de alimentos con certificado ecológico, al igual que los que consumen en el grupo de autogestión emeritense ‘Consumogusto’.

En definitiva, todos usan una fórmula que, con un poco de organización, les permite acceder a un mercado saludable alejado de multinacionales. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen.

Fuente: Generalitat de Catalunya – PAE. Publicado en www.hoy.es