No descubro nada nuevo al indicar que la conversión de un animal vivo en un trozo de carne implica necesariamente una manipulación en el animal desde que nace hasta que muere.

Asunto diferente es que nos hayamos dado normas legales para, hasta donde la camorra cárnica piensa que es económicamente justificable, reducir el impacto visual de esta manipulación, mitigar su agresividad y, en definitiva, excusarla. Es probable que las formas más ancianas de manipulación se presenten como  incorporadas ya al código de conducta “natural” del animal de tal forma que, hoy, no son percibidas como manipulaciones, sino como expresiones de la libre voluntad animal, feliz y cómodamente adaptada a nuestros intereses y supuestas necesidades, fraudulentas, o no. Sin embargo el proceso de coacción sobre las características físicas o temperamentales de los animales con el fin de ajustarlas a las cambiantes formas de aprovechamiento cárnico es progresivo, es acumulativo y, sobre todo, es infinito. Quiere esto decir que junto a las formas viejas, tradicionales, y culturales, de la manipulación existen otras más recientes, derivadas de las nuevas obligaciones productivas, insertadas en sistemas de ganadería intensiva y ajenas a la naturaleza y a la lógica de los animales sobre los que se aplican. Este es el caso de la cría de cerdos, sujetos de forma mayoritaria a una de las más penosas y violentas formas de manipulación: la amputación.

Los cerdos nacen con rabo, con unos colmillos determinados y con testículos. Es parte de su naturaleza, de su condición de mamífero artiodáctilo. Sin embargo estas tres características inherentes al cerdo no interesan, mejor dicho no convienen, al sector productivo intensivo y, en ocasiones, tampoco al extensivo por lo que de forma rutinaria se procede a la amputación de uno, dos o los tres elementos conjuntamente, dependiendo de la agresividad del sistema o, acudiendo a su práctico eufemismo actual, sus necesidades.

Los cerdos son sometidos de forma rutinaria a la amputación de sus rabos, el limado de sus colmillos y la castración

Todos estos actos coinciden en su metodología, sin anestesia y dolorosa, pero difieren en orígenes, motivaciones y capacidad de búsqueda de métodos alternativos. Si queremos superar esta etapa de amputaciones rutinarias no debemos centrarnos en su aspecto coincidente, el dolor que provocan, que no es sino consecuencia de una decisión tomada en función de un interés buscado por el ganadero, sino en lo que difieren, en la causa que indujo a esa decisión y en la existencia de decisiones diferentes que confluyan en el mismo interés.

En el caso de las amputaciones de rabos y limado de dientes, estas prácticas derivan de las heridas que los colmillos provocan en las ubres de la cerda madre o en el cuerpo de otros cerdos cuando se muerden entre ellos, sobre todo el rabo, motivo por el que también suele suprimirse este apéndice. El motivo aducido, por lo tanto, es garantizar la integridad física de los animales. Sin embargo este hábito de los cerdos no es propio de su código genético sino que se produce como consecuencia del hacinamiento y del aburrimiento. Habitualmente de ambas cosas a la vez. Un tratamiento de los síntomas no explica ni soluciona el diagnóstico. Ni erradica la enfermedad. El ganadero se verá abocado a continuar ininterrumpidamente con las amputaciones y a enfrentar los costes en tiempo, dinero e imagen que este enfoque implica.

Si sabemos por qué los cerdos actúan de esta manera, lo lógico es buscar un modelo diferente que conlleve un comportamiento diferente. Mejorando las condiciones de mantenimiento de los animales, el enriquecimiento medio ambiental de las instalaciones y reduciendo las densidades, los cerdos actuarán respondiendo a estos nuevos estímulos, abandonarán el mordisqueo de sus rabos, y su conducta será más natural y menos perjudicial para los intereses del ganadero. Menos cerdos y más entretenidos. De hecho desde el año 2002 la legislación comunitaria prohíbe estas amputaciones realizadas de forma rutinaria y exige que previamente se ensayen medidas medio ambientales y de manejo que erradiquen el problema. Quien no lo haga no solo está actuando en contra de los cerdos y de sus propios intereses sino que además se está colocando fuera de la Ley. Cosa distinta es que en la Unión Europea la mayoría esté fuera de la Ley y aquí no pase nada. En este caso son otros los responsables.

En el caso de la castración el motivo es completamente diferente ya que no está relacionado con el estado físico de los animales sino que se trata de eludir un posible, y desagradable, olor sexual en la carne que obligaría al descarte de la canal. En este caso las alternativas pasan por la aplicación de sistemas de castración químicos que no implican intervenciones físicas. También puede sacrificarse a los animales a edad más temprana, antes de que desarrollen el olor sexual, y no castrarlos, sino mantenerlos enteros. De hecho esta sería la medida más beneficiosa para los cerdos. Felizmente, este es el caso de la inmensa mayoría de los cerdos en España, país en el que los animales se sacrifican antes que en el resto de Europa y por lo tanto no es necesario castrarlos. Hay una penosa excepción a esta norma: la producción de jamón. Dado que para la obtención de una pata de jamón de tamaño estandarizado es necesario mantener a los cerdos vivos hasta los 120 kilos más o menos, la castración se presenta como inevitable. Es probable que, a día de hoy, la única salida digna para los animales dedicados a la producción de jamón sea la realización de la castración con anestesia y analgesia y siempre por parte de un veterinario.

Por este motivo desde ANDA y FAADA se está realizando una campaña denominada “End Pig Pain” en la que se solicita el cumplimiento de las limitaciones impuestas en la legislación vigente sobre amputación de rabos o limado de dientes así como la apertura de un proceso legislativo en el seno de la Unión Europea que prohíba los sistemas tradicionales de castración de cerdos.

Puedes unirte a esta campaña en las páginas web y redes sociales de estas asociaciones así como en el link: https://www.endpigpain.eu/#actnow

Autor: Alberto Díez Michelena, Director de la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales – ANDA

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Bio Eco Actual Septiembre 2017