Las altas temperaturas de este verano, con récords históricos en olas de calor como las de las primeras semanas de junio, nos muestran algunos de los efectos del cambio climático. En muchas regiones, nuestra salud y la de muchas otras especies se ve seriamente afectada por el calentamiento global.
Los animales y plantas con mayor capacidad de adaptación sobreviven con estrategias diversas -desde emigrar hacia zonas más frías hasta adelantar la temporada de cría, modificar la dieta o crecer menos- pero muchas otras no pueden hacer frente al dilema de adaptarse o morir.
Las personas que aman los pájaros seguro que reconocen fácilmente el herrerillo o carbonero común (Parus major), una especie común en prácticamente toda Europa. Un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford ha comprobado que durante los últimos 100 años la fecha de puesta de huevos de los herrerillos que viven en el Reino Unido se ha avanzado un promedio de dos semanas. Esta modificación del calendario reproductivo permite adaptarse mejor al cambio climático, que provoca que los insectos -alimento principal de los herrerillos- aparezcan en los campos cada año más temprano.
La evolución ha favorecido en este caso a los pájaros que inician el proceso de cría antes de tiempo, mientras que los ejemplares que continúan con el calendario antiguo tienen menos posibilidades de éxito reproductivo y, por tanto, van camino de la extinción.
“De aquí a finales de siglo más de la mitad de las especies de animales y plantas de nuestro país se verán gravemente afectadas por el cambio climático”
No todos los pájaros tienen facilidades para adaptarse al cambio climático. Un estudio publicado en enero de 2012 en la revista Nature Climate Change por investigadores de siete países europeos indicaba que durante las dos últimas décadas las mariposas se han desplazado una media de 114 kilómetros hacia el norte (en el conjunto del continente) mientras que los pájaros sólo han emigrado 37 kilómetros. La falta de sincronía augura una tragedia existencial generalizada porque, según este mismo estudio, en sólo 20 años el conjunto de temperaturas del continente se ha desplazado hacia el norte una media de 250 kilómetros. Es decir, para encontrar la misma temperatura que tenía un punto determinado de Europa hace dos décadas ahora hay que ir a buscarla 250 kilómetros más al norte.
En América también hay muchos ejemplos de especies en peligro por culpa del cambio climático, como es el caso de la pica americana (Ochotona princeps). Este pequeño roedor pariente lejano del conejo, vive en el oeste de Estados Unidos y Canadá y está perfectamente adaptado a las bajas temperaturas de las montañas. Tiene una gran habilidad para excavar madrigueras en la nieve y su piel y pelo lo protegen de las temperaturas más extremas. Pero sólo de las bajas temperaturas. En verano la pica americana puede morir literalmente asfixiada de calor si no encuentra un lugar fresco donde refugiarse. La resistencia térmica de este animal ha llegado al límite en regiones como la Gran Cuenca (en inglés: Great Basin). En esta zona montañosa y árida entre las Rocosas y la Sierra Nevada norteamericana, la población de picas prácticamente ha desaparecido en sólo dos décadas.
El panda se queda sin bambú
Asia tampoco es una excepción de este proceso. La relación entre clima y dieta comienza a preocupar a los expertos que estudian el panda gigante (Ailuropoda melanoleuca). En un artículo publicado en noviembre de 2012 en la revista Nature Climate Change, científicos de la Academia de Ciencias de China y de la Universidad Estatal de Michigan (EE.UU.) indicaban que, incluso en el escenario de cambio climático más optimista, el bambú desaparecerá antes de terminar este siglo en las montañas de la provincia china de Shaanxi, donde viven actualmente 275 pandas (de la subespecie panda de ginling), el 17% de la población mundial de este emblemático animal.
Al círculo polar Ártico encontramos el caso del zorro polar (Alopex lagopus), una de las especies que presentan la capacidad de cambiar de coloración en función de la estación del año. El zorro polar viste de blanco cuando su hábitat natural está cubierto de nieve y oscurece su pelaje cuando llega la primavera, cuando hay más zonas rocosas al descubierto.
La progresiva desaparición de las zonas cubiertas por el hielo, producida por el cambio del clima, está reduciendo los dominios del zorro polar y facilitando la competencia del zorro común (Vulpes vulpes), advierten los expertos. Huelga decir que la supervivencia del zorro polar se encuentra en peligro inminente.
Sin ir tan lejos, un estudio elaborado en 2011 por expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) indica que de aquí a finales de siglo más de la mitad de las especies de animales y plantas de nuestro país se verán gravemente afectadas por el cambio climático. Los más perjudicados por el calentamiento y la disminución de las lluvias serán los anfibios, con un 85% de especies que perderán al menos una tercera parte del territorio que ocupan actualmente. El mismo fenómeno de contracción del espacio con buenas condiciones para la vida afectará antes de que termine el siglo al 67% de las especies de reptiles, el 63% de las aves y el 67% de los mamíferos. En algunos casos se producirán importantes desplazamientos en el territorio (en busca de zonas menos cálidas) mientras que en otros casos se reducirá drásticamente la población o incluso se producirán extinciones locales.
“Los ambientes adecuados para los alcornoques habrán desaparecido a mediados del siglo de Extremadura y Andalucía, y a finales de siglo de Cataluña”
Las plantas también se ven afectadas por el cambio climático
Algunos modelos puestos a prueba por los expertos del CSIC indican que a finales de siglo, las condiciones ambientales óptimas para el crecimiento de árboles tan emblemáticos como el alcornoque (Quercus suber, de donde se extrae el corcho) se habrán modificado radicalmente en España. Los ambientes adecuados para los alcornoques habrán desaparecido a mediados del siglo de Extremadura y Andalucía, y a finales de siglo de Cataluña. Las nuevas áreas potenciales para la supervivencia de esta especie se abren en el Noroeste de la Península Ibérica, Galicia y Asturias occidental.
Durante los últimos años ya se ha demostrado en varias zonas de la Península modificaciones en la cubierta vegetal que se pueden asociar al cambio climático. Uno de los casos mejor documentados es la progresiva sustitución de hayedos por encinares en el macizo del Montseny (Cataluña), con estudios destacados como el publicado por los investigadores Josep Peñuelas y Martí Boada en 2003 en la revista Global Change Biology.
Autor: Joaquim Elcacho, Periodista especializado en Medio Ambiente y Ciencia
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Bio Eco Actual Octubre 2017
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