¿En qué nos fijamos cuando compramos? La mayoría en el precio, en si es light, o en la cantidad de azúcar… También deberíamos fijarnos en qué condiciones están producidos esos productos, en si son de origen ecológico, o si es un producto local.

Pero, ¿y si ya somos consumidores habituales  de productos locales y ecológicos? ¿Qué ocurre con aquellos que forman parte de nuestra dieta y no se pueden producir localmente? Como el café, el chocolate, el azúcar de caña, la quinoa… ¿Deberíamos prescindir de estos productos?

Consumir estos productos de forma sostenible es tan fácil como fijarse en si el envase del producto tiene una certificación de Comercio Justo. El tipo de comercio que persigue la justicia social en los países en vías de desarrollo donde se cultivan estos alimentos.

El objetivo final del Comercio Justo es la justicia social, y esto se consigue a través de diálogo, transparencia, respeto y equidad en las relaciones comerciales. Para esto están estipulados diez criterios que toda organización de Comercio Justo debe cumplir:

  1. Salarios y condiciones de trabajo dignos
  2. No hay explotación infantil
  3. Igualdad entre mujeres y hombres
  4. Respeto por el medio ambiente
  5. Organizaciones participativas y democráticas
  6. Relaciones comerciales estables y duraderas
  7. Dedicación de parte del beneficio a sanidad, educación, etc. para toda la comunidad
  8. Prefinanciación para los productores
  9. Productos de calidad
  10. Información a los consumidores y consumidoras

Los protagonistas de este movimiento social y global son los pequeños productores y trabajadores que viven en países en vías de desarrollo que se encuentran en desventaja económica y social. De esta forma el Comercio Justo lo que consigue es fomentar el trabajo digno a través de unas prácticas comerciales justas en toda la cadena de producción.

Pero este tipo de comercio ético y consciente es mucho más que una forma de comercializar, pues es una contribución tangible a la lucha contra la pobreza, el cambio climático y la crisis económica.

Promueve prácticas agrícolas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente, fomenta la gestión responsable de los recursos naturales

Se incita a los pequeños productores a obtener la certificación ecológica además de la de Comercio Justo y se les da capacitación sobre cómo mitigar el cambio climático y adaptar sus cultivos al mismo.

comercio justo sello fairtrade

En España lleva más de 30 años y en el 2016 se facturaron 40,5 millones de euros a través de la venta de productos de Comercio Justo, 5 millones más que el año anterior, un aumento del 15%. La alimentación es la que lidera las ventas con un 93%, con el café como protagonista seguido del azúcar, los dulces y el cacao.  La mayoría de productos vendidos (un 79%) tenían el sello Fairtrade en el envase, la certificación más reconocida a nivel mundial con 1,6 millones de productores repartidos en 1.240 organizaciones en 75 países. Fairtrade cuenta con dos garantías para los productores: el precio mínimo y la Prima Fairtrade. El precio mínimo cubre los costes de una producción sostenible, de esta forma les protege de las fluctuaciones del mercado. La Prima Fairtrade es un dinero extra que los mismos productores deciden en qué invertirlo, suele ser para formación, sanidad, infraestructuras o para realizar la transición del cultivo convencional al ecológico.

Los productores tienen voz y voto en Fairtrade, ellos deciden sobre su producción, su futuro y sobre su organización, hasta tal punto que les pertenece el 50% de la organización Fairtrade.

Como consumidores tenemos el poder de mejorar millones de vidas a través de nuestras decisiones de compra

El Comercio Justo demuestra que es posible una mayor justicia en el comercio mundial, destaca la necesidad de cambiar las reglas en las prácticas convencionales de comercio y muestra que es posible priorizar a las personas y tener éxito.

En nuestra sociedad occidental resulta difícil creer que un comercio como este funcione, pero es así y es gracias a todas las personas que creen y actúan por ello. Con creer en un mundo mejor no es suficiente para un cambio real, para ello se necesitan personas comprometidas que realmente actúen.

Gandhi ya lo decía: “se el cambio que quieras ver en el mundo”, y tenía mucha razón, pues no podemos esperar cruzados de brazos y dejar que las cosas se resuelvan solas, o que la justicia llegue por arte de magia y deje de existir la explotación laboral. Para poder lograrlo tenemos que creer que podemos cambiar el mundo, pero estas palabras resultan difíciles de llevar a la práctica. A veces tiramos la toalla antes de intentarlo porque esta sociedad  caprichosa acostumbrada al “lo quiero aquí y ahora”, no nos deja ver los valores humanos y reales que importan a la hora de comprar.

Como consumidores tenemos el poder de mejorar millones de vidas a través de nuestras decisiones de compra. Si optamos por un café de Comercio Justo, los caficultores podrán tener una cama donde dormir, comida para su familia y educación escolar para sus hijos.

El Comercio Justo lo pone muy fácil para cambiar el mundo, no hace falta asistir a manifestaciones, ni atarse a árboles, simplemente cuando vayas a la compra fíjate en el envase de lo que eliges y pregúntate: ¿qué hay detrás de este producto? ¿Cómo se ha producido?

Autora: Laura Perona Sánchez, Responsable de Comunicación de Fairtrade Ibérica

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Bio Eco Actual Diciembre 2017