“Light”, “rico en calcio”, “reduce el colesterol”, “contribuye al funcionamiento normal del sistema inmunitario”. Estos mensajes, conocidos como declaraciones nutricionales, son el reclamo publicitario que emplea la industria alimentaria para atraer a los consumidores que quieren alimentarse de forma saludable.

publicitat alimentària Publicidad alimentaria: cómo transformar lo insano en sano

Sin embargo, detrás de estas alegaciones no tiene por qué haber un producto sano: la legislación actual permite que cualquier alimento, aunque tenga un bajo perfil nutricional, se promocione con menciones nutricionales y de propiedades saludables, siempre que cumpla los requisitos de cada mención.

Es decir: los fabricantes pueden darle, impunemente, un lavado de imagen a cualquier alimento insano, principalmente aumentando o disminuyendo la cantidad de un nutriente. Lo que termina por confundir al consumidor.

Por ejemplo, una persona puede meter en el carro de la compra un yogur “desnatado”, que se anuncia como la alternativa saludable al yogur entero, y no darse cuenta de que está repleto de azúcar. O comprar un paquete de bollos industriales “sin azúcar”, pensando que serán más sanos que los convencionales, pero que siguen conteniendo las mismas harinas refinadas y grasas de mala calidad.

Los niños son los más vulnerables y uno de los principales objetivos de estas triquiñuelas publicitarias. En 2016, una investigación, sobre la publicidad televisiva de alimentos dirigidos a menores en España, concluía que de los 25 anuncios de alimentos y bebidas que ve, de media, cada día un niño, dos tercios no son productos recomendables desde un punto de vista saludable e incluyen alegaciones nutricionales.

Los niños son los más vulnerables y uno de los principales objetivos de estas triquiñuelas publicitarias

Para muchos profesionales de la salud, esta continua exposición a publicidad engañosa  ayuda a explicar por qué en las últimas cuatro décadas se han multiplicado por diez los casos de obesidad infantil en nuestro país, donde, hoy, el 12% de menores la padecen.

Nueve años esperando los perfiles nutricionales

En principio, el uso de declaraciones nutricionales en alimentos insanos debería estar prohibido en Europa desde 2009, cuando la Comisión Europea aseguró que establecería unos perfiles  nutricionales –unos requisitos nutricionales mínimos- para regular su uso.

Pero ya han pasado nueve años y, aunque estos ‘estándares nutricionales’ figuran en el reglamento que regula el uso de alegaciones alimentarias, todavía no están aprobados por ley. Por lo que los fabricantes continúan teniendo carta blanca para enmascarar sus productos.

Frente a este despropósito, la Organización Europea de Consumidores (BEUC), junto con el apoyo de la OCU y otras organizaciones europeas, ha iniciado, este año, una campaña para exigir a la Comisión Europea que aplique los perfiles nutricionales antes de que se cumplan 10 años de retraso.

Sin embargo, aunque se apruebe este cambio legislativo, los consumidores siempre van a estar expuestos a los reclamos del marketing alimentario. Por ello, nutricionistas-dietistas, aconsejan desarrollar un pensamiento crítico para hacer frente a los intereses de la industria alimentaria y comprar lo que verdaderamente queremos.

En el caso de las declaraciones nutricionales, ello implica saber cuáles son las condiciones para plasmar los diferentes mensajes, o por lo menos los más controvertidos.

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“Fuente de fibra”, “natural”, “integral”, “light”, ¿qué significan?

Por ejemplo, para poder emplear mensajes como “fuente de fibra” o “alto contenido en fibra”, sorprendentemente, basta que un alimento contenga 3 g y 6 g, respectivamente, por cada 100 g. Además, estas menciones no convierten a ningún alimento en integral, como nos intentan hacer creer la mayoría de fabricantes.

Según los expertos, sólo son integrales los productos alimentarios que están hechos con más de un 70% de harina integral

Paradójicamente, en España, a diferencia de otros países europeos, un alimento puede plasmar este reclamo si contiene cualquier porcentaje de harina integral o de salvado de trigo.

“Natural” es otra de las alegaciones con la que nos defraudan constantemente. Pese a lo que piensen la mayoría de personas, esta mención no significa “sin aditivos”, ni “ecológico” o “sin procesar”.

Por lo tanto, ¿qué valor añadido tiene un alimento “natural”?  Si nos atenemos al reglamento que regula su uso, ninguno: “Cuando un alimento reúna de forma natural la condición o las condiciones establecidas en el presente Anexo para el uso de una declaración nutricional, podrá utilizarse el término «naturalmente/natural» antepuesto a la declaración”.

La normativa no explica qué es natural ni cuáles son los requisitos para obtener algo de forma natural,  lo que  genera un vacío legal que permite que cualquier alimento pueda ser “natural”, desde un yogur hasta un pan de molde ultra procesado.

En las declaraciones sobre el contenido de calorías también reina la confusión: no es lo mismo un producto alimentario “light”, que “bajo en calorías” o “sin aporte energético”. La primera implica que como mínimo el alimento debe tener un 30% menos de energía que el producto original. La segunda significa que un alimento sólido tiene menos de 40 kcal por cada 100 g, y en el caso de las bebidas menos de 20 kcal por cada 100 ml. Y la última reduce el aporte calórico a menos de 4 kcal por cada 100 g o ml.

En cuanto al azúcar, la única que puede generar malentendidos es “sin azúcares añadidos”, que significa que no le han añadido azúcar a un producto alimentario, pero que puede estar presente entre sus ingredientes y en cualquier cantidad. Suele ser una declaración recurrente en zumos y mermeladas, que de por sí ya contienen un elevado nivel de este edulcorante.

No obstante, la mejor manera de evitar caer en este tipo de engaños publicitarios es reducir el consumo de alimentos procesados y aumentar el de materias primas; pues podemos estar seguros de que una fruta siempre es “rica en vitaminas”, las legumbres “fuente de proteínas” o que los frutos secos tienen un “alto contenido energético”.

Autor: Juan Gayá, Periodista ambiental y científico

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