El cultivo de vegetales transgénicos ha cumplido dos décadas de existencia y sigue extendiéndose en diversas zonas del planeta. Las empresas multinacionales que promueven el uso de estas variedades modificadas genéticamente (OGM) se esfuerzan en destacar los supuestos beneficios económicos de esta opción pero olvidan los perjuicios que causan a los agricultores y consumidores que prefieren mantener la agricultura libre de transgénicos.

Impacto socioeconómico de los transgénicos en la agricultura europea

Los daños más importantes recaen en el sector de la agricultura ecológica, que cada vez tiene más claro que la coexistencia con los transgénicos es difícil y costosa. Una de las escasas alternativas de futuro sería la aplicación del principio aplicado en sectores como el agua o los residuos -según el cual, ‘quién contamina paga’-, obligando a las empresas y agricultores que utilizan transgénicos a indemnizar a los agricultores tradicionales y ecológicos que se ven afectados por la contaminación de los vegetales genéticamente modificados.

La difícil coexistencia con los transgénicos y la necesidad de compensaciones a los afectados por estos nuevos cultivos modificados son dos de los apartados más destacados del estudio Impactos socio-económicos de los transgénicos en la agricultura europea’, editado y publicado por IFOAM EU (organización europea de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica). Entre los cinco científicos y técnicos que han realizado este estudio se encuentra la profesora Rosa Binimelis, de la Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya.

Los autores recuerdan que durante años, la estrategia de la Unión Europea ha sido defender la libre elección de los consumidores y agricultores que optan por los cultivos convencionales, la agricultura ecológica o los cultivos modificados genéticamente. En teoría, la coexistencia entre estos tipos de cultivo debería estar asegurada por las medidas de control y la separación física de las plantaciones. A la práctica, no obstante, la presencia accidental de transgénicos (polen, semillas o plantas) en cultivos no modificados genéticamente es relativamente frecuente y en la mayoría de los casos se necesitan medidas paliativas durante el cultivo, la cosecha, el transporte, el almacenamiento y el procesamiento para garantizar la coexistencia, indican los autores de este nuevo informe.

Hasta el momento, la mayoría de los estudios de coexistencia se centran en el coste que asumen los productores de transgénicos para separar sus cultivos, en cumplimiento de las normas de la Unión Europea. Pero la realidad muestra que la coexistencia implica también importantes costes para los agricultores no transgénicos. “Además, faltan estudios de casos en los que la convivencia es un problema real, como ocurre en España”, indica el estudio publicado por IFOAM EU refiriéndose a la necesidad de analizar los impactos socioeconómicos de la producción de transgénicos en toda la cadena de producción y consumo, no solo de productos comestibles o dedicados a piensos, como el maíz, sino también de vegetales con variedades transgénicas como el algodón.

Impacto socioeconómico de los transgénicos en la agricultura europea

Los autores del estudio han analizado la información recogida en 17 entrevistas con actores de cadenas de suministro sin transgénicos (de cultivos convencionales y ecológicos) de Francia (6), Alemania, (6), España (2), Suiza (2) e India (1). Se incluyen empresarios de semillas, agricultores, procesadores de alimentos y comerciantes.

Los resultados cualitativos de las entrevistas ofrecen una visión clara del problema, destacando los siguientes apartados:

  • La producción de semillas convencionales en zonas cercanas a cultivos transgénicos se considera inviable. Un posible caso de contaminación por variedades modificadas supone un gran riesgo para las empresas de semillas no transgénicas. En muchos casos, los productores no transgénicos se ven obligados a realizar análisis para garantizar la calidad de sus semillas, con el riesgo de perder buena parte de la producción.
  • Para los productores de alimentos libres de OGM (ecológicos o convencionales), los costes de coexistencia más importantes son los motivados por las pruebas de calidad y certificación. En España, debido al alto riesgo de contaminación con OGM, los agricultores abandonan el cultivo de maíz ecológico y, por lo tanto, pierden una oportunidad potencial de ingresos. Los procesadores de alimentos no tienen más alternativa, en muchos casos, que obtener productos básicos de proveedores conocidos o de orígenes seguros (como los países en los que no existen los cultivos transgénicos).
  • Las empresas de procesamiento de alimentos entrevistadas destacaron que los costes de coexistencia se deben principalmente a las pruebas de productos, la limpieza cuidadosa en cada etapa de procesamiento y la certificación.

Las nuevas técnicas de ingeniería genética también son una preocupación creciente entre las compañías de semillas y los procesadores de vegetales no transgénicos. Para permitir que el sector libre de OGM pueda seguir produciendo sin peligro de contaminación, estas nuevas técnicas deben ser reguladas dentro de los parámetros de máxima seguridad de la legislación europea actual sobre OGM; de forma  que se garantice la trazabilidad obligatoria y un etiquetado que indique claramente la presencia o no de transgénicos.

“El desarrollo sin precedentes de la agricultura ecológica en la Unión Europea es un mensaje claro de los ciudadanos europeos en favor de una agricultura más sostenible, sin transgénicos; por lo tanto, la Comisión y los Estados miembros de la UE deberían proporcionar el marco regulador que permita desarrollar negocios competitivos que no sean de productos genéticamente modificados”, concluye el estudio.

Estudio de referencia: SOCIO-ECONOMIC IMPACTS OF GMOs ON EUROPEAN AGRICULTURE | https://www.ifoam-eu.org/sites/default/files/ifoam_eu_project_keeping_gmos_socioeconomic_study_final.pdf

Autor: Joaquim Elcacho, Periodista especializado en Medio Ambiente y Ciencia,

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