La industria del plástico no se ha salido con la suya. El bisfenol A (BPA), uno de los aditivos o substancias intermedias utilizadas en la fabricación de muchos tipos de plásticos, seguirá siendo considerado por la Unión Europea como una substancia «extremadamente preocupante», debido a sus propiedades tóxicas, para la reproducción humana, según la sentencia dictada el pasado mes de julio por el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE).

La justicia europea confirma la peligrosidad del bisfenol A

Como se recordará, en junio de 2017, la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA, por las siglas en inglés) incluyó al bisfenol A (BPA) en la lista de “sustancias extremadamente preocupantes” debido a que este compuesto químico, ampliamente utilizado en la producción de plásticos, es un disruptor endocrino, es decir, es capaz de alterar el equilibrio hormonal en humanos.

La decisión fue adoptada por unanimidad en el Comité de los Estados miembros de la ECHA y respondía a una propuesta presentada por Francia en la que se destacaba que diversos estudios alertan desde hace años que el bisfenol A puede provocar efectos adversos para la salud, incluyendo alteraciones en el desarrollo de las glándulas mamarias, funciones cognitivas y metabolismo.

Este compuesto químico, ampliamente utilizado en la producción de plásticos, es un disruptor endocrino

La asociación PlasticsEurope, que representa los intereses de fabricantes e importadores de productos de materias plásticas y, en particular, a cuatro sociedades activas que comercializan el bisfenol A, presentó un recurso acusando a la ECHA de haber vulnerado el principio de proporcionalidad y de haber cometido un error manifiesto de apreciación al no haber tenido en cuenta información relativa a las utilizaciones intermedias del bisfenol A.

Uno de los argumentos jurídicos de los fabricantes de plásticos era que la decisión de la ECHA infringía las disposiciones del Reglamento REACH (las pruebas y controles que deben superar las substancias químicas que se comercializan en la Unión Europea) porque el BPA no es una substancia sino un producto intermedio para la fabricación de productos.

La sentencia del TGUE desestima el recurso en su totalidad rechazando todos los argumentos presentados por PlasticsEurope. En consecuencia, la decisión del alto organismo judicial europeo confirma que el BPA seguirá incluido en la lista de substancias extremadamente preocupantes para la salud, como medida que facilita y mejora «la información que tienen el público y los profesionales sobre los riesgos y peligros que se corren» al estar en contacto con esta substancia.

Últimas denuncias: Bisfenol A en tickets de compra y calcetines para bebés

El problema del BPA ha estado asociado durante las dos últimas décadas a los plásticos, pero la realidad es que esta substancia se encuentra en una larga lista de utensilios y objetos de uso cotidiano. Los dos ejemplos denunciados más recientemente son los tickets de compra o recibos generados por pequeñas impresoras para papel térmico y los calcetines para  bebés, según los estudios liderados por expertos de la Universidad de Granada y el Consorcio de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Sanidad Pública (CIBERESP).

La justicia europea confirma la peligrosidad del bisfenol A

El primero de estos estudios, publicado el pasado mes de enero en la revista Environmental Research, indicaba que más del 90% de los tickets de la compra o recibos analizados en España, Francia y Brasil contenían BPA. Los autores indicaban que las autoridades sanitarias deben tomar medidas urgentes para substituir los papeles térmicos con BPA por alternativas más seguras y, mientras esto ocurre, los consumidores deben tomar precauciones para reducir el contacto con estos productos potencialmente peligrosos.

En el caso de los calcetines, los investigadores descubrieron que 9 de cada 10 calcetines para bebés de 0 a 4 años contienen restos de bisfenol A y parabenos, dos disruptores endocrinos cuyas actividades hormonales están relacionadas con disfunciones que conducen a enfermedad tanto en el niño como en adultos. Este trabajo científico sin precedentes en Europa revela que algunos productos textiles pueden ser fuente de exposición a contaminantes químicos, una situación especialmente preocupante cuando se trata de la salud de niños de corta edad.

Los autores hallaron importantes diferencias en la cantidad del producto tóxico según la calidad o precio de venta del producto. Así, en los calcetines de la tienda de bajo precio se encontraron  concentraciones de hasta 3,736 nanogramos de bisfenol-A por gramo de calcetín, lo que significa una media de algo más de 25 veces superior a bisfenol A encontrado en los calcetines de las tiendas de franquicias y de marcas de gama alta.

Los autores del estudio alertan de que, además de la posible exposición por contacto, en el caso de los bebés, se puede producir ingestión de la substancia tóxica debido al hábito de morder los calcetines, frecuente en muchos de los niños pequeños.

Esta substancia se encuentra en una larga lista de utensilios y objetos de uso cotidiano

Tickets y calcetines son dos ejemplos de un problema que afecta a muchos otros aspectos de nuestra vida cotidiana. Esta es una lista resumida de productos en los que se puede encontrar bisfenol A: teléfonos móviles, cámaras fotográficas, secadores de pelo, ordenadores, televisores, conexiones de enchufe, cajas de fusibles, cubiertas de lámparas, interruptores y cables; faros de automóviles, ventanillas, parachoques, salpicaderos, aislantes en edificios, techos, paredes prefabricadas, catéteres médicos, jeringas, oxigenadores de sangre, aparatos cardíacos, dializadores, incubadoras e inhaladores, juguetes, ropa, garrafas de agua y otros líquidos, utensilios de cocina, protección interior de latas de conserva y fiambreras…

El profesor Miquel Porta, como muchos otros expertos, recuerda con insistencia que las evidencias científicas muestran los efectos adversos y riesgos potenciales de diversos usos del BPA; y que muchas de las aplicaciones podrían ser substituidas; por no decir todas.

Autor: Joaquim Elcacho, Periodista especializado en Medio Ambiente y Ciencia

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