Decir que el suelo es un recurso vulnerable, puede sorprender a muchos. Estamos acostumbrados a percibirlo como un soporte inerte, sustentador de nuestras actividades. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

Gestión del suelo siguiendo un modelo conservativo
Si nos centramos en los sistemas productivos, la multifuncionalidad del suelo de cultivo está condicionada por la acción humana. En este contexto, si nuestros modelos de gestión del suelo son conservativos y no esquilmantes y le devolvemos parte de la biomasa cosechada, aportamos materia orgánica como estiércol o compost; mantenemos cubiertas vegetales e integramos el arbolado, el suelo actúa como gran transmutador, recibiendo los restos orgánicos en diferentes estados y convirtiéndolos en múltiples formas: alimentos, fibras, madera y energía.
En esta transformación de lo orgánico se facilitará la biodisponibilidad de lo mineral a través de los ciclos biogeoquímicos y al mismo tiempo, a través de un proceso “alquímico”, dará paso a la neoformación de las sustancias húmicas, un verdadero banco de nutrientes, sustancias fitoactivas y componentes funcionales, del entramado estructural edáfico. No está de más recordar la etimología de la palabra humano –del latín “humanus”, formada por “humus” que significa “tierra”, y el sufijo “-anus” que indica “procedencia de algo”-.
El metabolismo del suelo
Siguiendo con el metabolismo del suelo, en su interior, como si de una cadena de montaje se tratara, utiliza parte de esos constituyentes minerales, en asociación con las arcillas, las sustancias húmicas y la actividad de medio vivo, para a través de la bioestructuración construir un modelado endógeno, formado por oquedades de distinto tamaño y funcionalidad, a lo que llamamos porosidad, generándose con ello, la formación de propiedades emergentes que resultarán en la agregación, la estructuración del suelo y en su estabilidad. Estas propiedades emergentes, son un factor clave en la conservación y la calidad del suelo, en la nutrición y el desarrollo radicular de las plantas; teniendo también, un papel destacado en relación con la dinámica, la retención y la calidad del agua, con el secuestro del carbono y con la resiliencia –capacidad de recuperación- del suelo.
Ese proceso bélico del ser humano frente a la naturaleza cultivada que llamamos agricultura industrial
La importancia del agua
Las cosechas de los suelos de cultivo bien estructurados, son también cosechas de agua. El agua visible que forma parte de la composición de la fruta y verdura que consumimos, de la biodiversidad vegetal, microbiana y animal y el agua no visible que funciona como engranaje de toda la dinámica de la vida mineral y orgánica dando funcionalidad al suelo para que a su vez actúe como almacén -en la macro y microporosidad- y como filtro biológico.
Cómo último apunte, en agrosistemas no sometidos a ese proceso bélico del ser humano frente a la naturaleza cultivada que llamamos agricultura industrial, los suelos actúan como reguladores de numerosas, y peligrosas, plagas y enfermedades.
Es evidente que desconocemos lo que el suelo puede ofrecernos en todos los ámbitos de la existencia humana e ignoramos el enorme impacto de nuestra actividad sobre este recurso –en forma de degradación, y desertificación entre otras lindezas-, sumado a la falta de instrumentos políticos, económicos o de planeación eficaces para su protección.

Degradación y desertificación
Degradación y desertificación no son la misma cosa, aunque las dos definen pérdidas; la primera, la pérdida de calidad biológica y valor económico; la segunda, pérdida de la funcionalidad por contaminación, salinización y erosión. Ambas suceden a nivel mundial, tienen mayor incidencia en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, y están ocasionadas mayoritariamente por la gestión agraria industrial sumada a procesos como: deforestación, cambio climático antrópico, contaminación, sellado, etc.
Degradación y desertificación no son la misma cosa, aunque las dos definen pérdidas
10 prácticas para la conservación del suelo
Siendo un recurso de vital importancia podríamos preguntarnos ¿qué podemos hacer para pasar de testigos pasivos de la degradación a actores activos de la conservación y mejora del suelo? Resumo diez prácticas que pueden servirnos de guía.
- Frenar la pérdida de suelo agrario fértil, bajo carreteras, construcciones o parques solares.
- Eliminar el uso de biocidas y el vertido de sustancias contaminantes. La permanencia de los metabolitos producidos en su degradación contaminará durante cientos de años el suelo y el agua impidiendo la fertilidad y la vida en su interior.
- Evitar su compactación. Protegerle del paso de maquinaria pesada, laboreo intensivo, monocultivo, o exceso de carga ganadera.
- Protegerlos de la erosión y de impactos climáticos adversos. Manteniendo cubiertas permanentes naturales o cultivadas; así como la asociación cultivo-arbolado y el mínimo o no laboreo.
- Enriquecerlos con materia orgánica. Subproductos orgánicos y estiércoles, compostados. Abonos verdes, rotaciones, mulching, etc. y aporte de enmiendas minerales naturales como las harinas de roca.
- Utilizar prácticas adecuadas a ambientes agroclimáticos: reforestación, pastos permanentes, adehesamiento, cultivos no esquilmantes, asociaciones de cultivo adaptadas.
- Introducir la ganadería a través de un pastoreo racional, llevando a cabo una mejora de la calidad de pastos y forrajes, así como de la calidad de los estiércoles.
- Utilizar semillas no tratadas y de alta rusticidad que optimicen la generación de un microbioma adaptado y la salud de la planta y el suelo.
- Favorecer la biodiversidad cultivo y no cultivo y la edafodiversidad en y sobre el suelo.
- Realizar una buena gestión de la cantidad y la calidad del agua. Uso de aguas para riego, que no salinicen el suelo, que su carga bacteriana no sea elevada, que no aporten metales pesados, ni restos de biocidas.
Las cosechas de los suelos de cultivo bien estructurados, son también cosechas de agua
Es penoso pero nuestro mundo se comporta con el suelo como los protagonistas de uno de los chistes del Roto, en él el piloto por megafonía dice: señores pasajeros para aumentar la velocidad hemos eliminado el tren de aterrizaje. Tal cual.
Autora: Juana Labrador Moreno, Dra. en Biología y Profesora de Agroecología en la Escuela de Ingenierías Agrarias de la Universidad de Extremadura
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