Un sábado decides visitar el mercado al aire libre en aquella preciosa plaza de Vic. En medio de un gran ambiente te fijas en dos paradas, en las que se ofrecen verduras y hortalizas ecológicas. Al menos eso han garabateado en un cartel. Haces la compra y no discutes si lo que te dan es eco o no. Además, el resultado final en la cocina es bueno. ¿Cómo sabemos si nos enfrentamos o no al greenwashing?

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Greenwashing en un mercado al aire libre

Se sabe que el fraude en algunos alimentos ecológicos existe. Ha habido bastantes, llama la atención el notable escándalo con una partida de pepinos cultivados de manera convencional a precio de ecológico. Se descubrió en 2019 que el ritmo de producción era superior al habitual en estas clases de explotaciones. Más de 470 toneladas de pepinos fueron requisadas por los agentes a una empresa de Granada que los distribuía a toda Europa, junto a otras hortalizas y vegetales. Entre 2019 y 2020 se incautaron en España 300 toneladas de alimentos y más de 39.000 litros de bebidas en 2.500 controles e inspecciones. También se decomisaron 45.360 huevos que, procedentes de Cuenca y Cáceres, habían sido comercializados como ecológicos sin serlo.

En reconversión

La UE empieza a tomar cartas en el asunto para evitar que la confianza de los compradores se pierda. Y ya ha preparado unas nuevas directivas para poner en marcha este año (la pandemia las ha aplazado y se activarán, por etapas, entre 2022 y 2025). Parece que irán en serio.

Van apareciendo unas flamantes tiendas «todo madera», que ofrecen fruta, verdura y alimentos preparados convencionales, presentados de forma que parezcan eco

Existe un periodo de reconversión de la tierra en agricultura ecológica, desde que se da de alta en un organismo de control autorizado hasta que puede vender sus productos como ecológicos. Para un olivar, por ejemplo, han de pasar tres años. Sin embargo, por lo general puede venderse la producción con el sello de «Conversión a la agricultura ecológica» al cabo de un año.

El gran supermercado

Con la masificación de alimentos eco a gran escala, el resultado son unos productos «eco» de segunda división. Tanto con las grandes marcas de alimentación y cosmética convencional como con las grandes cadenas que han entrado en el negocio, los pequeños artesanos que cuidan sus elaboraciones ya pueden preocuparse.

Sería positivo abrir nuevas líneas de productos bio sin tóxicos o productos químicos de síntesis para todos, se abren pasillos enteros a productos de calidad muy variable, con marcas blancas ecológicas. Desde el punto de vista de la salud, dedicarse a los productos eco pensando solo en el dinero, sin el más mínimo cariño ni sentido común no tiene sentido.

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También van apareciendo unas flamantes tiendas «todo madera», que ofrecen fruta, verdura y alimentos preparados convencionales, presentados de forma que parezcan eco. La elección responsable está en nuestras manos. Por eso, antes de comprar, conviene leer bien las etiquetas. O mejor aún, conocer directamente, o de primera mano, el origen de lo que vamos a comer. Aquí y allí se nos ofrecen además una serie de productos especiales. Veamos algunos casos.

Casos de greenwashing

Jugar con las palabras. De kilómetro cero, artesano, funcional, natural, enriquecido, sano, tradicional, casero, 0%, light, de proximidad, nutracéutico… no significa ecológico. Ninguno de estos términos está validado por ningún marco legal, a diferencia de «ecológico» (o eco), «biológico» (o bio) u «orgánico» (así suele llamarse en los países anglosajones), que cuentan con diferentes organismos de certificación oficial, pública y privada.

Productos con sólo un ingrediente eco. Esta trampa se utiliza especialmente en el mundo de la cosmética. Una crema facial con «caléndula ecológica», con «avena de cultivo ecológico» o con «aloe bio» no se puede considerar un cosmético ecológico si no tiene certificación, porque, probablemente, mezclará este ingrediente bio (minoritario en la composición total del producto) con otros no permitidos en cosmética eco, por mucho que se resalten sus cualidades en la etiqueta.

Contenido confuso. 0% parabenos, 0% aditivos artificiales, 0% azúcares añadidos, 0% azúcar de palma… Bien, este champú o este desodorante no contiene parabenos, pero… ¿contiene siliconas? ¿Aluminio? ¿Contiene otros derivados del petróleo tan comunes en productos cosméticos? Muchas etiquetas destacan la falta de un ingrediente o de otro a conveniencia, pero no destacan qué otros no permitidos en la producción eco sí contienen.

Muchas etiquetas destacan la falta de un ingrediente o de otro a conveniencia, pero no destacan qué otros no permitidos en la producción eco sí contienen

Alimentos «sin». Sin gluten (o ‘gluten free’), sin alérgenos, sin sal, sin tal o sin cual. Algunos de estos alimentos pueden ser ecológicos, pero no necesariamente. Es encomiable que hoy en día se puedan encontrar alimentos y productos específicos para personas que realmente los necesitan… mientras no jueguen a confundirnos. De todas formas, sería mucho mejor si se atendieran las verdaderas causas de tantas alergias e intolerancias.

«Carnes» para veganos. El desarrollo explosivo de productos para vegetarianos específicamente veganos está propiciando la aparición de un sinfín de alimentos pensados para el paladar de un carnívoro y no en la salud. Productos que, para imitar carnes y embutidos, contienen aditivos e ingredientes poco recomendables y que nada tienen que ver con la ecología.

Podemos contar con la buena intención de los artesanos que elaboran un delicioso queso de anacardos, o con infinidad de entusiastas que en redes como Instagram proponen recetas veganas con más o menos fortuna. Pero las grandes empresas están entrando a saco en el negocio. Por ejemplo, con carne vegetal de tecnología discutible (cultivo celular). Incluso la soja, con la que la industria alimentaria ha encontrado un auténtico filón. El camino hacia la ensalada, o hacia un sencillo menú de patatas o de cereales con verdura no debería complicarse tanto…

Autor: Jaume Rosselló, Editor especializado en salud y alimentación

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Bio Eco Actual Enero 2022