Nos encontramos en una grave crisis climática mundial. Nuestro ritmo vital e industrial sigue aumentando los niveles de dióxido de carbono (CO2) de una manera incontrolable. Estos, en combinación con la liberación de los gases de efecto invernadero, están provocando consecuencias graves sobre nuestro planeta, como fenómenos climatológicos extremos y subidas considerables de las temperaturas. Sin embargo, podemos empezar a mitigar nuestro impacto ambiental. ¿Cómo?

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14,5% de emisiones de gases de efecto invernadero

En agosto de 2019, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) señalaba la agricultura como principal actividad de impacto ambiental. Esto ya lo advertía la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2006. Y es que este sector, especialmente la ganadería, es hoy responsable del 14,5% de emisiones de gases de efecto invernadero a escala mundial.

Consumo excesivo de carne

Todo ello se remite a un problema estructural: el consumo excesivo de carne. Sin ir más lejos, España es el segundo país europeo (y decimocuarto del mundo) que más carne consume por persona al año. Tal y como indica Justicia Alimentaria (marzo de 2019), los españoles cuadriplican los límites de consumo de carne aconsejados por las autoridades sanitarias (ONU y FAO). Una práctica que no solo contribuye a deteriorar nuestra salud -aumentando el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o desarrollar resistencias a los antibióticos-, sino que supone una amenaza directa para nuestro planeta.

No sería posible frenar el calentamiento global sin modificar el modelo de producción y consumo de carne y derivados

De acuerdo con los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, España es el cuarto país europeo con más emisiones provenientes de la ganadería y el primero en cuanto a emisiones provenientes de la gestión de estiércoles. Pues mediante los procesos respiratorios y de digestión de los animales, así como sus defecaciones, se libera masivamente metano, amoníaco y óxido nitroso. Un conjunto de gases más nocivos que el CO2 que disparan la huella de carbono a diario.

Por ello, la contaminación derivada de la ganadería es ya equiparable a las emisiones tóxicas de los coches, trenes, barcos y aviones juntos. Y es que según datos de Greenpeace, en la última década la ganadería industrial ha incrementado un 27% sus emisiones. La sobreproducción porcina encabeza la emisión, con un 46% de los gases emitidos en granjas y mataderos. Le siguen el vacuno (20%), la producción general de lácteos (16%) y la producción de aves (3%). Todo esto sin tener en cuenta las emisiones generadas durante el transporte del ganado y los productos por carretera, que podrían aumentar considerablemente las cifras.

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123rfLimited©stylephotographs. Amigos comiendo ensalada y espaguetis con seitán

Ahora bien, el impacto ambiental de la industria cárnica va más allá de la liberación de gases contaminantes. Se trata de un efecto doblemente dañino, que tiene repercusiones directas sobre la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad, a causa del uso de plaguicidas y fertilizantes sintéticos. Monopoliza, además, gran parte del terreno agrícola. Pues la ganadería intensiva ocupa el 77% del terreno agrícola nacional disponible para producir el pienso utilizado para engordar a los animales que después se sacrifican en los mataderos. Unos piensos que, por cierto, se producen en monocultivos causantes de la deforestación de miles de hectáreas de bosques y, por consiguiente, responsables de la pérdida de hábitats de muchas especies.

La industria cárnica tiene un efecto doblemente dañino: degrada el suelo y provoca la pérdida de biodiversidad

Cambiar la alimentación a favor del planeta

¿Qué podemos hacer nosotros para revertir esta situación? En cierto modo, ya hemos empezado la transición ecológica en algunos aspectos de nuestra vida: reciclamos, usamos energías renovables con más frecuencia y optamos cada vez más por transportes de bajas emisiones. Pero con los datos sobre la mesa, ¿por qué no damos el paso a la sostenibilidad también con la alimentación?

En noviembre de 2019, la organización ProVeg España elaboró un estudio sobre el impacto medioambiental de la alimentación en España. Titulado Más allá de la carne, señalaba que si todos los españoles optáramos por una dieta vegana –es decir, una alimentación vegetal, libre de productos de origen animal– podríamos mitigar en gran medida nuestro impacto sobre el planeta. En concreto, sería posible reducir el 71% de las emisiones relacionadas con el sector agrícola, ahorrar el 36% de los recursos hídricos y utilizar un 62% menos de hectáreas para usos agrícolas al año.

Dicho en otras palabras, podríamos liberar la atmósfera de 62 millones de toneladas de CO2 cada año y desocupar 10 millones de hectáreas que actualmente están destinadas a la cría de animales y a la producción de piensos. Además, conseguiríamos ahorrar 1,7 billones de litros de agua potable anualmente con una dieta de base vegetal. Pues se calcula que la cría de animales en nuestro país requiere de tanta agua como el conjunto de todos los hogares españoles durante 20 años. Esto demuestra que no sería posible frenar el calentamiento global sin modificar el modelo de producción y consumo de carne y derivados.

El 10% de los españoles ya siguen una dieta vegetal y al menos el 5% de la población mundial sería vegana o vegetariana

“Solo una migración masiva a una dieta de base vegetal podría aliviar los problemas de sostenibilidad del planeta”. Así lo apuntaban científicos de la Universidad de Oxford en el estudio The global facts of food production, publicado en la revista Science en 2018. De hecho, la transición a una alimentación más consciente ya se está produciendo. Según la consultora Lantern (The Green Revolution, 2019), aproximadamente el 10% de los españoles ya siguen una dieta vegetal y al menos el 5% de la población mundial sería vegana o vegetariana.

Está a nuestro alcance mejorar nuestros hábitos alimenticios. No solo para mejorar nuestra salud, sino también para contribuir al bienestar de nuestro planeta y al de los animales.

Autora: Ariadna Coma, Periodista

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