En 1994 se comercializó el primer alimento transgénico. Se trataba de un tomate del tipo Flavr Savr al que se le introdujo un gen para que aguantara maduro más tiempo y se retrasara su putrefacción. Las autoridades de EE.UU. lo aprobaron y empezó a venderse, pero dos años más tarde se retiró del mercado porque su piel era blanda, el sabor era extraño y experimentó cambios en su composición.

Desde esa primera prueba, los alimentos transgénicos se han extendido. Actualmente, hay maíz, soja, arroz, y muchos otros alimentos que pueden llenar nuestra cesta de la compra sin que nos demos cuenta. Pero durante todos estos años, la controversia en torno a los alimentos genéticamente modificados ha generado preocupación sobre cómo afectan nuestra salud.
¿Qué son los alimentos transgénicos?
Según la directiva de la Unión Europea, un alimento transgénico es “un organismo cuyo material genético ha sido alterado de una forma que no sucede en la naturaleza”. Por tanto, se le aplican alteraciones genéticas artificiales en un laboratorio para conseguir mayor producción, resistencia a alguna plaga, mejorar su sabor, entre otras características.
¿Los transgénicos son seguros?
Se sabe que los transgénicos pueden tener efectos negativos para el medioambiente y alterar el ciclo natural de los cultivos, además de afectar la salud de las personas. De hecho, un informe de Ecologistas en acción señala que las plantas cuentan con mecanismos naturales de defensa, como la producción de toxinas que las protegen contra ciertas enfermedades y herbívoros. Por lo tanto, la manipulación genética podría aumentar la producción de estas sustancias tóxicas, llevarlas a estar presentes en el fruto o en partes de la planta donde antes no se producían, o incluso dar lugar a la aparición de nuevos compuestos perjudiciales para la salud.
Actualmente, hay maíz, soja, arroz, y muchos otros alimentos transgénicos que pueden llenar nuestra cesta de la compra sin que nos demos cuenta
Por desgracia, aunque en Europa seamos muy estrictos con los cultivos transgénicos, no significa que no se puedan comercializar. Por tanto, en muchos establecimientos donde se hace la compra de forma habitual se pueden comprar muchos productos que contienen alimentos modificados genéticamente.
Según el mismo informe de Ecologistas en acción, las alergias debidas al consumo de alimentos modificados artificialmente pueden llevar años e incluso décadas en ser detectadas, lo que dificulta la identificación de la sustancia alergénica. Hasta el año 2004, en la Unión Europea, las normas de etiquetado inadecuadas han obstaculizado el seguimiento de los efectos de los organismos genéticamente modificados (OMG) en la salud. Mientras tanto, en Estados Unidos, la completa falta de información al consumidor dificultaría la posibilidad de verificar posibles propiedades alergénicas en los alimentos transgénicos.

Para que podáis detectarlos o para que os cuestionéis si la totalidad de vuestra cesta de la compra tendría que ser ecológica, aquí os dejamos una lista de los alimentos genéticamente modificados más comunes.
¿Cuáles son los alimentos transgénicos que se suelen comprar habitualmente?
Maíz: Estados Unidos es el rey del maíz transgénico, concretamente más del 85% del cultivo anual. De hecho, el maíz es el cultivo modificado genéticamente más extendido en el mundo. Se desarrolló y se ha expandido gracias a la resistencia a las plagas de insectos, y a la resistencia a ciertos herbicidas, concretamente el glifosato. Este maíz permite aplicar productos químicos para controlar las malas hierbas sin dañar el cultivo. Entran a nuestra cesta de la compra a partir de muchos alimentos que contienen este cereal, por ejemplo, en los cereales del desayuno, en las galletas, tortitas y mucho más.
Por seguridad alimentaria, evita comprarlos y consume ecológico
Soja: El objetivo de crear y cultivar este cultivo modificado genética mente es el mismo que el del maíz. Se perseguía conseguir una soja resistente a insectos y herbicidas para aumentar la producción y disminuir costes. Además, también se ha modificado genéticamente para que contenga más ácido oleico, un ácido graso beneficioso para la salud presente también en el aceite de oliva. Puede llegar a nuestra cesta de la compra a través de tofu, salsa de soja o bebida vegetal de soja, no ecológicos.
Tomate: El tomate es uno de los frutos más consumidos en todo el mundo. España es uno de los mayores productores de Europa, pero la Unión Europea no aprueba ni autoriza el cultivo de tomate transgénico. Sin embargo, en Estados Unidos y muchos otros países sí se cultivan variedades modificadas para aumentar la producción, su resistencia a las plagas, y al proceso de transporte y almacenamiento. Acaba en nuestra cesta de la compra a través de salsas u otros productos envasados fabricados con tomates importados desde países donde la legislación sobre los transgénicos es mucho más permisiva.
Patata: La patata es otro alimento altamente demandado en todo el mundo, por eso, se ha buscado la manera de conseguir variedades mucho más resistentes a plagas y poder aumentar la producción para abastecer a la creciente población mundial. Por ejemplo, se han creado variedades de patatas transgénicas resistentes al virus del enrollado de la hoja y al tizón tardío, dos enfermedades que afectan gravemente los cultivos de patata.
Por seguridad alimentaria, evita comprarlos y consume ecológico.
Autora: Neus Palou, Periodista especializada en medio ambiente.
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