Cuando hablamos de desperdicio alimentario nos referimos a la comida que se pierde o tira a lo largo de toda la cadena alimentaria destinada al consumo humano. La FAO lo define como el descarte de alimentos aptos para el consumo.

Yo Reciclo: El desperdicio alimentario

El Parlamento Europeo amplía esta definición y habla del conjunto de productos alimentarios descartados de la cadena agroalimentaria por razones económicas, estéticas o por la proximidad de la fecha de caducidad, siendo perfectamente comestibles y adecuados para el consumo humano y que por falta de usos alternativos acaban eliminados como residuos.

Según la ONU, en el año 2050 la producción mundial de alimentos tendrá que incrementarse en un 70% para alcanzar el aumento previsto de la población de 7.000 a 9.000 millones de habitantes. La Comisión Europea estima que al año se desaprovechan más de 1.300 millones de toneladas de alimentos (1/3 de la producción mundial) en buen estado, que equivaldrían aproximadamente a la mitad de la cosecha mundial de cereales. De estos alimentos el 42% proviene de los hogares, el 39% de los procesos de fabricación, el 5% de la distribución y el 14% de los servicios de restauración y catering.

“En el Estado Español se despilfarran 8 millones de toneladas de alimentos al año”

En el Estado Español se despilfarran 8 millones de toneladas de alimentos al año, convirtiéndose en el sexto país que más comida desaprovecha detrás de Alemania, Holanda, Francia, Polonia e Italia.

El desperdicio alimentario representa una oportunidad desaprovechada de alimentar a una población mundial que crece y sería un paso para combatir el hambre y mejorar el nivel de nutrición de las poblaciones más desfavorecidas.

Estas pérdidas, además del problema ético y nutricional, plantean cuestiones económicas y ambientales en términos de cantidad de recursos naturales finitos y residuos biodegradables, que contribuyen al cambio climático.

Los alimentos se pierden a lo largo de toda la cadena de suministro alimentario, desde la producción agraria hasta el consumo final en los hogares o en establecimientos de restauración. En los países más pobres los alimentos se pierden en las etapas de producción y procesamiento. En cambio en los países más ricos las pérdidas son generadas por hábitos de consumo inadecuados.

  • En la fase de gestión, manipulación y almacenamiento, de la cadena alimentaria, la eliminación de los productos tiene en cuenta criterios de calidad comercial exigidos por el mercado como por ejemplo el calibre, el color, el peso, los defectos, etc.
  • En la fase de transformación industrial se producen pérdidas como consecuencia del deterioro de materias primeras o por peso, forma o apariencia no adecuada, envases en mal estado, sin que la inocuidad, el gusto o el valor nutricional de estos alimentos se vea afectado
  • En la fase de distribución, comercialización y venta, además del deterioro del producto, destacan los residuos generados ligados a las fechas de caducidad y consumo preferente, las bajas por la manipulación del producto del consumidor en los autoservicios, la existencia de estándares comerciales y los cambios en las preferencias del consumidor.
  • En la última fase, la de consumo, los malos hábitos a la hora de planificar y hacer la compra y una gestión inadecuada de los alimentos; como la falta de comprensión de la información en el etiquetado sobre la conservación o caducidad; conlleva a que se produzcan residuos en cantidades importantes que podrían evitarse.

El principal objetivo de las políticas de prevención ha de ser reducir el derroche a lo largo de todo el ciclo alimentario, desde el campo hasta la mesa

Según el Parlamento Europeo, las acciones concretas a realizar tienen que fundamentarse en dos retos clave: por un lado, recuperar el valor del alimento y conocer la importancia económica social y ambiental que implica la obtención y, por otro lado, tomar conciencia que los restos alimentarios son un recurso, no un residuo.

Para acabar, llegamos a la conclusión, cómo hemos visto a lo largo de todo el artículo, de que no actuar contra el desperdicio alimentario tiene un coste económico, social y ambiental muy elevado. Se puede ignorar esta premisa, pero el contexto actual exige responsabilidad y que se utilicen los recursos alimentarios con sentido y responsabilidad.

Autora: Maria Cacheda, arqueóloga y divulgadora del patrimonio cultural

Suscríbete a la Newsletter y recibe Bio Eco Actual gratis cada mes en tu correo

Bio Eco Actual, tu mensual 100% ecológico
Leer Bio Eco Actual