La responsabilidad del desperdicio alimentario o alimentos que desaprovechamos a pesar de tener valor nutritivo, está repartida entre todos los actores de la cadena alimentaria, desde los productores, distribuidores, comercializadores, restauradores, hasta los hogares.

Según el Programa para la reducción de las pérdidas y el desperdicio alimentario y la valorización de los alimentos desechados, editado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en 2013, se estima que en España se desperdician 7,7 millones de toneladas de alimentos al año.

La parte con mayor impacto mediático y social de este problema es la que corresponde a las pérdidas de alimentos en la fase de distribución y comercialización en los supermercados.

Las principales causas recaen en el control de calidad de los productos por parte de las empresas y sus políticas de eliminación antes de tiempo de productos cercanos a la fecha de duración mínima. La mayoría de las veces, estas normas obedecen a criterios estéticos que no afectan a la calidad higiénico – sanitaria del alimento.

Además, algunas cadenas de distribución disponen de cláusulas con sus proveedores para que la comida no vendida sea retirada unos días antes de que supere la fecha de caducidad. Este criterio tiene que ver también con la imagen de calidad que los supermercados quieren transmitir, por lo cual los productos retirados ya no pueden ser rebajados de precio en función de la fecha de consumo preferente.

Otra causa, es que los distribuidores tienden a mantener las estanterías llenas de alimentos hasta la última hora de apertura del comercio, porque entienden que los clientes no se fían de los establecimientos de alimentación con los estantes vacíos. Esto provoca un stock en los expositores en condiciones menos favorables que en los almacenes.

Actualmente, muchos supermercados ya han introducido mejoras en la cadena de distribución para ajustar la entrega de productos a la demanda estimada, y se empiezan a aplicar también otras medidas, como instalar estantes inteligentes en el almacén o en el centro logístico que indiquen el stock de producto y las fechas de caducidad; o mejorar la preparación de pedidos para facilitar la tarea del operario e instalar sistemas de control de errores en la preparación.

En cuanto a la gestión de producto fresco, se tendría que aplicar un control visual de los alimentos frescos para retirar los estropeados y evitar que la descomposición se propague al resto, y reducir el precio cuando se acerca la fecha de caducidad o impulsar campañas innovadoras de consumo.

Si se piensa en los consumidores, habría que promover el consumo de productos de proximidad geográfica y sus ventajas, mediante campañas y acciones de sensibilización e información, para que tengan un mejor conocimiento del problema del desperdicio e introduzcan cambios en sus hábitos de consumo para prevenirlo.

Algunas cadenas de supermercados han puesto en marcha programas para mejorar algunos aspectos acerca de su distribución alimentaria, revisado la optimización de las operaciones de sus centros de distribución, ya que al realizar varias operaciones, pueden comportar errores humanos, los cuales, trasladados al final de la cadena, pueden implicar desperdicio alimentario. Es por eso que han implantado en estos centros, unas mejoras tecnológicas y de procedimiento en la gestión de las operaciones, para mejorar el servicio a las tiendas en calidad de preparación de los pedidos y tiempos de entrega.

Autora: Maria Cacheda, arqueóloga y divulgadora del patrimonio cultural

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