Al esclavista cuando afloja un poco la mano se le escapan los principios. Al jefe del departamento de marketing de la multinacional de la alimentación, cuando oye en su interior las voces de la conciencia ecologista, se le escapan un par de vacas de la cárcel donde malviven y salen al prado, a pastar y disfrutar del aire libre.
No se alegren demasiado, son dos contra millones, dos vacas que parece que vivan bien, coman bien, sean tratadas con cierto respeto para obtener de ellas la leche que servirá para seguir acaparando el mercado, ya que saben que crece la demanda de alimentos eco y no serán ellos los que dejen pasar la oportunidad y permitir que empresas pequeñas les arañen una porción del pastel.
Bien mirado no es malo que se generalice la oferta y con ello el consumo de productos ecológicos, no, lo que pasa es que la falsa alegría de estas dos vacas contrasta con la realidad de los millones de ellas que son esclavas en un escenario dantesco que las insemina y las ordeña constantemente.
Esto me ha hecho pensar en los dieciocho refugiados sirios que España ha acogido tras la cruel, devastadora guerra de Siria. Son dieciocho afortunados frente a millones de desgraciados, abandonados a su suerte. Asociación de ideas.
Autora: Montse Mulé, redactora eco-animalista.
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