Hace un tiempo el eslogan “Teruel existe” no sólo servía para reclamar una mayor aportación estatal, sino que también reivindicaba los encantos de la capital de esta provincia aragonesa, al tiempo que invitaba a descubrir sus muchos rincones rurales y naturales que encierra entre sus montañas, pueblos y campos.

La localidad de Alloza envuelta de olivos, y sus alrededores, es uno de ellos. En esta población, además de poder seguir las huellas de los íberos a través de sus restos arqueológicos del yacimiento de El Castelillo del siglo VI a.C. y visitar su iglesia barroca de la Purísima (s. XVII) y las ermitas de San Blas y San Roque, su entorno ofrece grandes atractivos para los amantes de la naturaleza y el senderismo.

El primero es el Parque Los Barrancos. Se trata de un paseo natural espléndido reconvertido en el Parque Escultórico Los Barrancos integrado a la perfección en la naturaleza, en el que se exhibe un conjunto de obras donadas por escultores de reconocido prestigio. También aquí se encuentra el Acueducto del Gallipuente y un manantial natural conocido como Fuente de las Señoritas. Otra de sus joyas es el Camino del Calvario: un camino que lleva a la ermita del Santo Sepulcro de principios del siglo XVIII, flanqueado por un imponente conjunto de más de 200 ejemplares de cipreses centenarios, estimándose la edad de algunos de ellos en más de 500 años, y entre los que destaca el llamado Ciprés Madre por sus considerables dimensiones (más de 15m de altura y una copa de 10m de diámetro). Por último, los senderistas no pueden perderse la Ruta al embalse de Escuriza, excelente observatorio de aves acuáticas y lugar estratégico desde donde se puede disfrutar de unas espectaculares vistas.

Alojarse en una casa de 1880

Entre las bonitas casas de Alloza, en las que se respira el olor de la elaboración del vino y de la recogida de la oliva y la almendra, destaca una con casi un siglo y medio de vida que responde al nombre de La Ojinegra. Una construcción que mantiene su estructura original, con paredes de piedra y adobe, entramado de vigas y exquisitos detalles en forja. Esta casa de labradores hoy es un alojamiento de turismo rural sostenible y restaurante ecológico ideal para disfrutar de estos parajes aragoneses únicos.

Sus rústicas y amplias estancias, que han sido rehabilitadas sin perder el sabor de otra época, ofrecen máximo sosiego y tranquilidad a sus huéspedes. La Ojinegra es un alojamiento de tipo familiar gestionado desde un punto de vista responsable: el agua caliente y la calefacción se producen desde su cocina de leña alimentada con biomasa forestal de la limpieza de sus bosques, así como sus luces de bajo consumo y de energía renovable.

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Eco-gastronomía íbera

En la misma finca, El Morral de La Ojinegra ofrece una propuesta gastronómica única compuesta por platos elaborados con ingredientes ecológicos certificados de Km0 y comercio justo. Sus eco-cocineros mantienen una filosofía de diálogo y colaboración con los productores de los alimentos que utilizan, cuyas prácticas agrarias sostenibles garantizan la biodiversidad y contribuyen a la seguridad alimentaria. Pero además, el restaurante de La Ojinegra ofrece el plus de brindar a sus visitantes la posibilidad de descubrir los platos y cultura de los antepasados de Alloza y su comarca, los íberos. De este modo, El Morral cuenta con un menú íbero de temporada y bien documentado, que permite dar a conocer las formas de cocinar de este pueblo milenario que basaba su dieta en alimentos como bayas, semillas y frutos silvestres.

La prestigiosa Asociación Vida Sana recomienda La Ojinegra como restaurante ecológico, asimismo, en pro de la sostenibilidad y el aprovechamiento de los recursos alimentarios, y por respeto a los países no desarrollados, este restaurante sólo trabaja a través de cita previa.

Información y contacto La Ojinegra: www.laojinegra.com Tel.696816138

Autora: MariaJo López Vilalta / Morocha, Licenciada en Ciencias de la Información
Bio Eco Actual Marzo 2017