Para inaugurar esta colección sobre técnicas constructivas en la Bioconstrucción, en este artículo presentaremos la tapia.

La tapia es una técnica constructiva en tierra cruda, presente a lo largo de toda la historia de la arquitectura. Ejemplos desde Australia hasta el norte de Europa atestiguan la evolución de esta metodología, condicionada siempre por variables como los recursos disponibles o las distintas culturas en contacto, generando distintas modalidades de tapia y marcando desde hace más de 5000 años  la arquitectura vernácula del lugar o la vanguardia contemporánea del diseño arquitectónico.

Terre pisé en francés, rammed earth en inglés, taipa de pilão en portugués o stampflehm en alemán, el sistema es siempre el mismo independientemente de la ubicación. Consiste en verter tierra húmeda en un encofrado y compactarla con un pisón en capas de 10 a 15 cm, y es así  como se originó su nombre onomatopéyico, por el sonido rítmico al apisonar “tap tap tap”. Conviene señalar que la palabra ‘tapial’ se refiere al encofrado, mientras que ‘tapia’ designa al muro, o a una parte del mismo, resultante con esta técnica.

En comparación con otras técnicas de tierra cruda, la tapia requiere de muy poco material para su terminación superficial puesto que se adquiere una superficie lisa, lo que facilita su reconocimiento. En ocasiones se utilizan diferentes tipos de tierra con calidades cromáticas variadas en cada tongada para crear un efecto estético, brindándonos un agradable estímulo a los sentidos, recordándonos los motivos por los que la tierra ha sido el material que nos ha acompañado durante tantos años.

En estos muros monolíticos, con espesores en torno a los 40-60 cm, la tierra empleada necesita un mínimo contenido de humedad (en torno al 8%) lo que produce una retracción muy baja y una mayor resistencia a compresión, ofreciendo así un sistema apto para proyectar muros estructurales. Por otro lado, debido a su alta densidad, la tapia posee buenas prestaciones térmicas y acústicas. Las casas con muros de tapia son frescas en verano y cálidas en invierno gracias a una propiedad de los materiales llamada inercia térmica, que consigue amortiguar el paso del flujo de calor y retardarlo según los espesores del muro y su densidad.

En cuanto a sus cualidades acústicas, se ha constatado una reducción de unos 50-60 dB en un muro de 40 cm de espesor, lo que dilucida la expresión “¡Estas más sordo que una tapia!”.

Autor: Joan Romero Clausell, Socio cooperativista en Okambuva. Gestión y ejecución de proyectos de bioconstrucción | www.okambuva.coop
Bio Eco Actual Septiembre 2017