La manipulación genética de las semillas  permite una internacionalidad perversa de la producción de los alimentos, ya que los pequeños agricultores dependen de  distribuidores locales de las empresas multinacionales. Estas son dueñas de las patentes de semillas genéticamente manipuladas. Se caracterizan por ser semillas completamente estériles, no se pueden reproducir, y en consecuencia cada temporada generan la consiguiente compra para poder sembrar. Como  los precios vienen ya marcados, disminuye la rentabilidad económica agraria.

No solamente la agricultura se ve obligada a la compra de variedades de semillas genéticamente manipuladas, sino que estas variedades tienen incorporados una serie de códigos que probablemente desarrollarán defectos en forma de vulnerabilidad a las plagas y enfermedades.  El modo de paliarlas o corregirlas es con productos fitosanitarios que “casualmente” pertenecen a las mismas marcas de semillas, con lo que se cierra el círculo y de nuevo se incrementan los costes económicos.

Con la intervención de la economía neoliberal de las grandes corporaciones multinacionales y  la manipulación de la genética,  las  semillas se convierten en una herramienta de monopolio de la industria alimentaria. Esto marca claramente los intereses de las industrias de la alimentación en pos de los beneficios para los inversores y los ejecutivos de las multinacionales. Y sin contemplaciones hacia el medio climático a nivel planetario  y la contaminación de la tierra y el agua.

A través del banco mundial de semillas, creado a base de donaciones de los Estados, queda sellado el control de la producción de semillas y de alimentos.  Se creó con la excusa de preservar el futuro de la alimentación mundial y está gestionado por la fundación Rockefeller. Con el control de las semillas, se controla la economía, la distribución de alimentos, la industria de los aditivos y conservantes alimentarios.  Se usan semillas dedicadas a la alimentación humana y la industria ganadera intensiva, como moneda de cotización económica en bolsa, a través de los Estados y lobbys de las grandes empresas multinacionales de alimentación. Esta industria química fitosanitaria agrícola está estrechamente relacionada con las industrias farmacéuticas, como en la reciente compra  de Montsanto por Bayer. Por si fuera poco, se postulan como el paradigma oficial del conocimiento agrícola en la enseñanza académica, y en contra de los movimientos sociales agrícolas.

Con el control de las semillas, se controla la economía, la distribución de alimentos, la industria de los aditivos y conservantes alimentarios

Liberando semillas para la vida

Las semillas de todas las variedades de la madre tierra, son la garantía de preservación de la vida. Desde siempre han formado parte imprescindible del desarrollo económico y social de las comunidades humanas. Se usaron a lo largo de la Historia como garantía de abastecimiento de alimentos muy variados para la población. Su multiplicación e intercambio en un periodo muy largo de nuestra existencia como humanos  y agricultores ha sido fundamental. Se han usado desde siempre a modo de trueque entre agricultores, y representan una fuerza y un modo de preservar las variedades en todas las partes del planeta muy eficaz para la conservación de la biodiversidad.

El intercambio de semillas es un acto de libertad personal y entre los pueblos. Desarrolla un vínculo social al producir alimentos, que genera una economía agrícola  de soberanía alimentaria: cercana, local y sostenible.

Las corrientes de la agricultura orgánica son fuerzas de contrapeso a la producción intensiva de alimentos agroquímicos. Generan círculos, como los del lanzamiento de una piedra en el agua;  imparables y concéntricos, en todas sus vertientes:

  • Conservación de las semillas por medio del intercambio de variedades locales.
  • Creación de entidades guardianas de semillas en pequeños bancos de semillas.
  • Trabajo diario de pequeñas empresas productoras y multiplicadoras de semillas biológicas.

Estos formatos  están destinados a agricultores medianos y familiares, que con sus producciones permiten acercar a los consumidores de las tiendas de productos ecológicos, cosechas con una alta calidad alimenticia  y nula en venenos químicos.

Los movimientos sociales de horticultura orgánica, ya sea rural en pequeñas poblaciones, o urbana en las ciudades, no solamente son productores de alimentos cercanos, sanos y nutritivos, sino que siguen creciendo como redes económicas sostenibles y de cohesión individual y colectiva.

Hay un creciente interés en las semillas autóctonas y locales para integrarlas en los circuitos de producción y multiplicación de semillas ecológicas. En la actualidad existen movimientos para la difusión y enseñanza de cómo crear bancos de semillas para:

  • Familias
  • Ayuntamientos de pueblos y Ciudades
  • Comunidades de vecinos
  • Comunidades alternativas rurales y urbanas
  • Horticultores urbanos
  • Entidades guardianas de semillas
  • Pequeñas explotaciones de agricultores
  • Centros penitenciarios
  • Escuelas
  • Universidades
  • Residencias y centros de día para nuestras abuelas/los
  • Festivales alternativos
  • Oenegés

Por último, existen diversos bancos de semillas orgánicas en todo el mundo alternativo. Gestionados por empresas y entidades independientes del poder de los Estados y las grandes corporaciones multinacionales. Estos bancos se nutren de variedades de semillas orgánicas procedentes de donaciones de las entidades y particulares de todos los países de la madre tierra. Existen páginas web con listas de centenares de  bancos de semillas orgánicas de multitud de países.

Las semillas son patrimonio de todos los seres de la Tierra.

Autor: Quico Barranco. Abuelo Hombre-Semilla en el camino Rojo. Productor y recuperador de semillas ecológicas www.semillasmadretierra.com

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