Hasta ahora, todos los intentos de mejorar la comida de hospital han chocado de frente con el poder establecido. No deja de sorprender esta obstaculización para algo tan razonable.
Ultraprocesados
La comida ultraprocesada es perjudicial para la salud. Por eso no es lógico que aparezca en los menús de los hospitales en forma de galletas industriales, zumos o panes refinados y carnes procesadas.
No es un tema menor, porque se puede afirmar que «estas instituciones ponen en peligro la salud de sus usuarios». Desde hace algunos meses, este mensaje del nutricionista Carlos Ríos se ha convertido en viral en las redes sociales. Está emergiendo una auténtica conciencia social con decenas de denuncias de los usuarios de los hospitales de España, puesto que los alimentos ultraprocesados y los azúcares forman parte del día a día de los menús de los ingresados. «Es paradójico ver cómo en centros de salud se ofrece comida perjudicial para la salud», denuncia este nutricionista, que cuenta con miles de seguidores y visitas.
Los ultraprocesados no serían tan baratos si asumieran el coste económico del daño sanitario, social y medioambiental que producen
Consumir azúcar genera puestos de trabajo… para el sistema sanitario
Ríos ya sufrió, en abril del año pasado, un ataque en toda regla por parte de FIAB (Federación de Industrias de la Alimentación y Bebidas). Su «delito»: decir la verdad sobre el problema del azúcar, omnipresente en muchísimos alimentos, y en especial en los ultraprocesados. Algunos empresarios de FIAB acudieron a Autocontrol, un organismo encargado de velar por las buenas prácticas publicitarias, para que DKV, una compañía de seguros defensora de los mensajes de Ríos, eliminase expresiones relacionadas con «el consumo de azúcar y los problemas que pueden acabar con tu vida bonita». Tras meses de resistencia, a finales de 2019 este youtuber e impulsor del realfooding arrojó la toalla en twitter, refugiando su humor a una escala más reducida en Instagram.
Café y galletas tras 30 horas sin comer
Unos meses antes, el llamamiento en redes de Ríos se plasmaba con una petición en Change.org. Javier Bravo, un desconocido para el nutricionista, denunció cómo su padre con cáncer, anemia y que recientemente había sufrido un accidente cerebro-vascular, recibió en su primera ingesta sólida un café con galletas «después de 30 horas sin comer y habiendo estado solo con suero».
La petición de Carlos Ríos no es cambiar las galletas por ningún tipo de súper alimento tipo chia, o por productos especialmente complejos, o difíciles de suministrar de forma estandarizada por los proveedores. Al contrario, el nutricionista (que también tiene una ‘lucha’ personal por implementar la figura del experto en alimentación dentro del Sistema Nacional de Salud, SNS) manifiesta lo beneficioso de cambiar esos productos por una simple pieza de fruta de temporada.
Recordemos que en las cafeterías, los restaurantes, las máquinas de vending, el punto de donación de sangre… todos estos supuestos centros de salud ofrecen ultraprocesados.
Sobre las galletas o zumos, el influencer nos recuerda que «cualquier factor dietético que empeore la tolerancia a la glucosa o promueva la resistencia a la insulina, como lo son todas estas galletas y zumos cargados de azúcares y harinas refinadas, hará que aumente, con toda probabilidad, el riesgo de mortalidad por infarto agudo de miocardio, insuficiencia cardíaca y cardiopatía coronaria».
En los hospitales se ignora la relación entre alimentación y salud
“¿Es lógico que te den meriendas y desayunos cargados de azúcares y harinas después de haber sufrido un infarto? Obviamente no. Pero parece que hay pocos sanitarios que se escandalicen por ello. Impera la ley del silencio o reina la ignorancia. En los centros sanitarios no se tiene en cuenta la evidencia científica al ofrecer zumos envasados con pan blanco a niños con cáncer linfático”, afirma Ríos.
Él recibe cada semana decenas de mensajes de pacientes con cáncer, diabetes del tipo 2, obesidad, problemas digestivos o cardiovasculares, a los que se les ofrece un tipo de comida que empeora su enfermedad.
Por otra parte, vale la pena recordar que los ultraprocesados no serían tan baratos si asumieran el coste económico del daño sanitario, social y medioambiental que producen. Hoy por hoy son el negocio perfecto para unos pocos, mientras el sistema sanitario siga prescribiendo y recomendando llevar una alimentación insana.
Lo único que se puede esperar es que lo que vayamos a ingerir «no nos haga demasiado daño”
Alimentación y salud en los lugares públicos
De las áreas de autopista a los restaurantes de hospitales: la dificultad para comer de forma aceptable se convierte en una especie de «misión imposible». Los políticos no están seguros de que la población vaya a seguirles si sus decisiones son demasiado atrevidas, pero racionalizar la alimentación hospitalaria es un asunto inaplazable.
Comer fuera de casa se ha convertido en algo inevitable, pero nadie parece prestarle demasiada atención y el resultado es más que siniestro. Sólo en las escuelas ha comenzado un tímido cambio, con la introducción de alimentos ecológicos y la oferta, en algunas de ellas, de menús vegetarianos o sin gluten. En el resto de lugares públicos, lo único que se puede esperar es que lo que vayamos a ingerir «no nos haga demasiado daño».
El cambio hacia un estilo de vida en el que los animales sean nuestros amigos es muy valioso e importante, y tanto a escala grande como pequeña, hemos de tener en cuenta también el peso de la salud. Por eso durante tantos años hemos insistido en un tipo de vida naturista-vegetariano –hoy vegano– en el que las visitas a la farmacia son prácticamente nulas.
Todo ello choca de frente con el mismo sistema sanitario: a nadie le interesa promover, divulgar y avanzar en la investigación sobre las increíbles ventajas de, por ejemplo, un ayuno, o de las técnicas de hidroterapia. El motivo es sencillo: son gratuitos.
Autor: Jaume Rosselló, Editor especializado en salud y alimentación.
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