En España hay menos incendios, pero son más destructivos: se ha registrado una reducción del 36% en el número de incendios forestales entre 2010 y 2019 con respecto a la década anterior, sin embargo ha aumentado la proporción de grandes incendios forestales (GIF), los de carácter más catastrófico, en los que arde el 40% o más de la superficie total, tal y como destaca el informe anual El planeta en llamas publicado por la organización WWF.
El informe también señala que ha aumentado el riesgo de oleadas de incendios extremos, que están vinculados al cambio climático y son muy peligrosos para la población.
“En España se destinan 1.000 millones de euros al año a poner en marcha medidas de extinción, sin embargo, tan sólo 300 millones de euros (un 20% del total) a la prevención. Un dato muy descompensado, ya que con el actual escenario de bosques altamente inflamable, pocas lluvias, cambio climático y desertificación augura incendios cada vez más peligrosos. La extinción es necesaria y positiva, sin embargo, no es suficiente. Sin una política de reordenación y planificación del territorio, el dinero invertido en extinción nunca será suficiente”, afirman desde WWF.
El Centro Europeo de Predicción a Plazo Medio (CEPPM/ECMWF) predijo hace unos días un verano más cálido de lo habitual en gran parte del país, siguiendo la tendencia de los últimos años, con anomalías de temperaturas que podrían ser hasta 1oC superiores a la media. Así, el problema de los incendios es un asunto acuciante en España y con un futuro poco alentador: según el informe de Oliver Wyman The Burning Issue, las condiciones de nuestro país lo sitúan entre aquellos con mayor riesgo de incendios de toda Europa.
Una situación alarmante si tenemos en cuenta las cuestiones medioambientales y económicas que esto genera. Sólo en 2017, se quemaron alrededor de 800.000 hectáreas entre España, Portugal e Italia. Si añadimos a Grecia y a Francia a este grupo, el gasto en control de fuegos asciende a 2.500 millones de euros al año.
España es uno de los países más expuestos a incendios de toda Europa este verano
En términos de sostenibilidad medioambiental, los incendios forestales son también una fuente significativa de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que contribuye de sobremanera al cambio climático, que, a su vez, aumenta la probabilidad de que se den condiciones calurosas y secas en las que prospere el fuego, provocando que las temporadas de incendios se prolonguen en todo el mundo.
Las causas por las cuales se producen este tipo de catástrofes son muy variadas. Ya hemos mencionado el cambio climático y el aumento de las temperaturas, pero también hay que tener en cuenta otro tipo de agravantes como el aumento demográfico y la expansión urbana. El crecimiento de las ciudades está provocando que las construcciones se expandan hacia zonas silvestres, exponiendo a la gente a espacios mucho más propensos al fuego, donde su actividad puede generar un mayor riesgo. Este es el caso de algunos países europeos, en los que la mayoría de incendios son provocados por la acción humana, a raíz de causas que incluyen vehículos abandonados, quema de escombros, cigarrillos mal apagados y fogatas desatendidas.
Además de las grandes pérdidas económicas y medioambientales, esta problemática supone una fuente de problemas de salud cada vez mayor, causando impactos muy graves, sobre todo cuando se produce cerca de territorios muy poblados. Por ejemplo, en julio y agosto de 2010, el humo de los incendios forestales, en combinación con una fuerte ola de calor, contribuyó a un total de 56.000 muertes en Moscú.
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