En 1999, once representantes de las mayores empresas alimentarias de Estados Unidos se reunían a puerta cerrada para debatir acerca de la creciente epidemia de obesidad y cómo actuar frente a ella. Una pregunta flotaba en el aire: ¿Eran ellos los responsables de enfermar a la población?

Comer para no enfermar
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Sal, azúcar y grasa

Bastante. A lo largo de los años, los fabricantes de la industria alimentaria se han disputado la primacía del sector, elevando, cada vez más, las cantidades de sal, azúcar y grasa en los alimentos que producen. Se trata de unos ingredientes cuyo uso deliberado han estudiado y controlado metódicamente, basándose en estudios científicos que demuestran cómo actúan sobre nuestro cerebro, proporcionándonos un placer adictivo similar al que generan drogas como la cocaína. El periodista Michael Moss ganó el premio Pulitzer por su trabajo al denunciarlo: al cabo de cuatro largos años de investigación, demostró, con pruebas irrefutables, la relación entre lo que comemos y la salud a través de esos tres ingredientes: sal, azúcar y grasa.

Hoy sabemos que la industria alimentaria convencional manipula los alimentos para que nos convirtamos en adictos a sus elaboraciones. Por eso vale la pena pensar mejor lo que comemos.

Enfermedades actuales debidas a la alimentación

Más recientemente, el prestigioso médico norteamericano Michael Greger publicaría un trabajo («Comer para no morir», Ed. Paidós, 2015) en donde se muestra la impresionante relación de la comida con la salud y la enfermedad. Una gran mayoría de las muertes prematuras puede prevenirse con tan solo llevar a cabo sencillos cambios en la dieta y en el estilo de vida. Es algo que se puede comprobar repasando las actuales primeras causas de muerte, su relación con la alimentación y cómo, introduciendo algunos cambios en nuestro estilo de vida, se necesitan muchísimas menos intervenciones con fármacos o con cirugía.

Una gran mayoría de las muertes prematuras puede prevenirse con tan solo llevar a cabo sencillos cambios en la dieta y en el estilo de vida

Cambios posibles

Su conclusión es que, por ejemplo, todas las personas preocupadas por las enfermedades cardiovasculares, deberían cambiar a una dieta basada en alimentos integrales y en vegetales.

¿En la familia hay historial de cáncer de próstata? Hay que olvidar la leche de vaca e incorporar semillas de lino a la dieta siempre que sea posible. ¿Enfermedad hepática? Curiosamente el café puede reducir la inflamación del hígado… aunque todavía no se sabe cómo lo hace.

¿Cáncer de mama? Son bien conocidos los efectos del consumo de soja, relacionados con un mayor índice de supervivencia.

Este médico muestra cómo en los quince trastornos o enfermedades actuales más importantes hay una parte esencial relacionada con la comida: enfermedades coronarias, pulmonares, cerebrales, del sistema digestivo, hepáticas, infecciosas, diabetes, hipertensión arterial, insuficiencia renal, cáncer de mama, depresión severa, cáncer de próstata, enfermedad de Párkinson… Hoy todas ellas se estudian en relación a la alimentación, y los resultados son asombrosos.

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En palabras del Dr. Neal Barnard, el médico vegetariano presidente del Comité de Médicos por una Medicina Responsable: «Las dietas basadas en alimentos de origen vegetal son el equivalente nutricional de dejar de fumar».

Sin que los médicos sepan nada de nutrición

Ahora bien, aun demostrando todas esas evidencias, lo cierto es que la realidad todavía asegura muchísimo trabajo al sistema sanitario: en la mayoría de facultades de medicina no se imparte ni una sola asignatura sobre nutrición. No deja de sorprender que hasta las organizaciones médicas eviten que se forme a los médicos en esta disciplina, cuyas bases más elementales debería conocer todo el mundo.

En la mayoría de facultades de medicina no se imparte ni una sola asignatura sobre nutrición

¿Todo el mundo? Sí, aprender a comer debería ser una asignatura en las escuelas. Conviene conocer el valor de masticar más y mejor, o cómo eliminar –o reducir al máximo– su comida basura. ¿Por qué no es así?

Patatas fritas con estatinas

La famosa compañía farmacéutica Pfizer perdió recientemente la patente del Lipitor, una estatina para reducir el colesterol nocivo que en 2008 se había convertido en el fármaco más vendido de todos los tiempos, con unas ventas mundiales superiores a los 140.000 millones de dólares. Las estatinas son un tipo de fármacos que genera un entusiasmo desmesurado entre la comunidad médica mundial. Se dice que, en EEUU, algunas autoridades llegaron a defender que se añadieran al agua potable, como se hace con el flúor. Una revista de cardiología llegó a bromear diciendo que en los restaurantes de comida rápida podrían ofrecer «salsa McEstatina junto al kétchup, para ayudar a neutralizar los efectos de las malas decisiones dietéticas».

Es más fácil comer patatas fritas o snacks de fritanga y luego tomar Lipitor. Como se sabe, este tipo de «comida» presenta inconvenientes severos. Las patatas fritas industriales, por ejemplo, contienen también acrilamidas, una sustancia química cancerígena que se crea de forma natural en productos alimenticios con almidón durante los procesos de cocinado a altas temperaturas (frituras, barbacoas, tostados, asados… y también en procesos industriales de más de 120 ºC a baja humedad).

¿Qué podemos hacer?

Ante todo, conviene conocer mejor cómo se puede mantener la relación comida/placer mediante una renovación en los sabores y en el modo de preparar y presentar los platos. La buena cocina dietética no debe estar reñida con el bienestar de los comensales en un sentido holístico, integral y contagiosamente apetecible. Todos los meses podemos comprobarlo en estas páginas. Hoy la comida impulsa un cambio en el destino humano.

Autor: Jaume Rosselló, Editor especializado en salud y alimentación

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Bio Eco Actual Agosto 2021