Cada vez que los médicos o terapeutas se encuentran ante esta pregunta saben que tienen una densa tarea por delante, ya que las causas de las malas digestiones o de que la comida nos siente mal son realmente muchas. Esta vez procuraremos enumerar alguna de las más importantes.

¿La culpa es de la comida o de nuestro organismo?
Depende. Según el estudio más reciente, una persona cuyo promedio de vida sea de 78,5 años ingerirá unas 50 toneladas de comida y 50 mil litros de bebidas. No es descabellado pensar que las reacciones ante lo que comemos puedan llegar a fatigar al organismo. Metabolizar todo eso cada día, todos los días, es una ardua tarea.
Según el último estudio de 2016, en España disminuyó el consumo de carne, pescado, huevos, pan, hortalizas y azúcar. Y aumentó el consumo de bollería, platos precocinados y frutos secos, así como la costumbre de comer fuera de casa.
Es muy probable que las personas que siguen activamente dietas vegetarianas o veganas –cada vez más– disfruten de mejor salud. Sin embargo, aunque pueda ayudar bastante, todo el mundo recibe demasiadas influencias que afectan a las digestiones. Así, el viejo recurso naturista de «dos comidas crudas y una cocida» o viceversa, hoy está perdiendo su sentido. Hoy, por ejemplo, ejercen cada vez más protagonismo sobre la salud digestiva los platos precocinados y los alimentos preparados: si se ingieren un día no sucederá nada grave, pero el efecto de acumulación sí lo es, y solucionarlo llevará mucho más tiempo que el que ha conducido al organismo hasta ese desequilibrio.
Es muy probable que las personas que siguen activamente dietas vegetarianas o veganas –cada vez más– disfruten de mejor salud
Intolerancias o alergias
No hay que confundir las intolerancias con las alergias. Las alergias son reacciones hipersensitivas, lo que significa que el cuerpo reacciona de forma anormal a un alimento en particular, al polen o a algunos animales. El cuerpo considera que la sustancia es un peligro, así que produce anticuerpos. Las consecuencias se notan en forma de rinitis, sarpullidos o asma, pero también en otras que pueden poner en riesgo tu vida, como la anafilaxia.
En cambio, una intolerancia alimentaria se produce cuando el cuerpo no puede digerir bien un alimento en particular. No hay una respuesta defensiva por parte del sistema inmunológico. El síntoma más frecuente es el malestar gastrointestinal. Ahí encontraremos una causa destacable por la que la comida pueda sentar mal.
Ahora bien, podemos preguntarnos por qué hay cada vez más alergias e intolerancias en más y más personas hacia una serie de alimentos que hasta hace bien poco eran claramente saludables, desde los frutos secos a los melocotones. ¿Qué está ocasionando este cambio?

Dónde. ¿En el estómago o en el intestino?
Si los trastornos se centran en el estómago, se hablará más de cuestiones como la acidez estomacal o el reflujo gástrico. Y si se dan más en el intestino aparecerán otros asuntos, como la diarrea, los gases o el estreñimiento.
Ahora bien, se trate de una cosa u otra, si lo que queremos es que nuestro aparato digestivo no proteste, y que no tengamos que estar pendientes de las digestiones, el camino, como decimos, es largo y amplio. Quizá se tengan que determinar los alimentos a descartar, pero también conviene saber, por ejemplo, si hay permeabilidad intestinal.
Es igualmente importante disfrutar de una buena microbiota intestinal. Pronto se va a convertir en una auténtica revolución para la salud, tanto por la importancia que ejerce la microbiota en todo el organismo, como por lo necesarios que serán los remedios… necesarios ante los desmanes que produce su alteración (es el resultado de asimilar la comida que ingerimos).
Para tener en cuenta
En un brevísimo resumen podemos encontrarnos con:
- Alimentos menos recomendables que, con el paso del tiempo tienden a provocar inflamación. Junto a la comida basura clásica, podemos encontrar alimentos antinutrientes.
- Puede darse también una insuficiente masticación y insalivación. Hay que masticar cada bocado por lo menos 15 veces, y dedicar al menos unos 25-30 minutos al acto de comer. Si se come con prisas, o con disgustos, o bien hay preocupaciones de fondo o estrés en general, no podemos esperar que luego todo lo comido se nos ponga la mar de bien. Todavía hay quien come delante del ordenador y en cinco minutos.
Hay que masticar cada bocado por lo menos 15 veces, y dedicar al menos unos 25-30 minutos al acto de comer
- ¿Y qué decir del equilibrio ácido-base? ¿Y de las compatibilidades de los alimentos? ¿Y de los miles de sustancias que nos afectan, desde el flúor (declarado finalmente como neurotoxina por la OMS) a los ultraprocesados (que son muchos más de lo que se podría pensar)? ¿Y de…? ¡Es una larga lista!
- Luego quizá convenga tomar una decisión con el uso del agua para cocinar –si del grifo o no– …sabiendo que tendremos que olvidarnos de eso cada vez que comamos fuera de casa.
- Y hemos de inventariar también los aditivos indeseables, las grasas trans, el exceso de sal, el omnipresente azúcar… Existen investigaciones que indican cómo un patrón alimentario rico en grasas provoca cambios en la mucosa intestinal, lo que favorece la aparición de alergias.
¿Una única dieta?
No existe una única dieta maravillosa, sino que se trata de algo muy personal. Por eso conviene conocer las dietas más reconocidas y adaptar las observaciones de los científicos y sus estadísticas a las características únicas de cada ser humano, dado que hemos perdido el valioso instinto que todavía conservan el resto de animales.
Todos sabemos que nunca como hoy en día se hacen tantas pruebas de microbiología para comprobar la calidad de los alimentos. Que nunca hasta hoy ha existido tanta comida y tan variada. Y que nunca hasta hoy se está dando tanta longevidad. ¡Algo sí que se estará haciendo bien!
¿Entonces? Quizá la respuesta esté en preguntarnos: ¿Cuánto tiempo hace desde la última vez que me levanté de la mesa con un poco de hambre?
Autor: Jaume Rosselló, Editor especializado en salud y alimentación
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