A todos nos gusta comer y eso es normal. Muchas veces, cuando se habla de alimentación emocional, suele hacerse en sentido negativo, en referencia a cómo las emociones pueden impedir nuestras intenciones de comer saludablemente. Sin embargo, hay un lado positivo, pues entender por qué nos gusta comer y de dónde vienen los vínculos emocionales relacionados con el placer de comer, nos ayudará a tener una mejor relación con la comida.

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¿Por qué nos atrae lo que es especialmente calórico?

Es una cuestión de instinto natural ya que biológicamente comer nos produce placer y nos garantiza la supervivencia. En nuestra historia natural ha habido muchos años de escasez de alimentos, en los que comer cuanto más calórico era mejor (garantizaba la supervivencia) y cuando los que tenían el metabolismo lento sobrevivían más (eso no pasa ahora). Por eso, entre otras cosas, tenemos afinidad instintiva por lo más calórico y además nuestro metabolismo tiene mecanismos muy finos para detectar “escasez”. Ese es uno de los motivos por los cuales cuando nos ponemos a dieta para perder peso y comemos menos, el cuerpo activa las señales de hambre y búsqueda de alimento de forma casi “desesperada”.

En nuestra historia natural ha habido muchos años de escasez de alimentos, en los que comer cuanto más calórico era mejor

Vínculos emocionales biológicos y aprendidos del placer de comer

El primer alimento que probamos en brazos de nuestra madre es la leche materna (o de fórmula), un alimento rico en proteínas, grasas y azúcares, que asociamos con seguridad y amor. Por eso el sabor dulce y los alimentos grasos son los que más vínculo emocional tienen, ya que son los primeros que probamos en este contexto tan agradable. Además, habrá vínculos que se forjarán a lo largo de nuestra infancia pues el resto de sabores y alimentos deben ser introducidos y aceptados en un largo proceso de aprendizaje. Es necesario evitar premios o castigos con alimentos pues eso son mensajes muy potentes de que hay alimentos más buenos que otros. Por ejemplo, cuando de niños hemos ido al médico y nos han dado una piruleta o cuando nos han premiado con unas chuches por habernos portado bien. El mensaje que queda en nuestro inconsciente es que los dulces u otros alimentos calóricos son deliciosos y sirven para compensar situaciones difíciles o para premiarnos cuando hemos hecho un gran esfuerzo.

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123rfLimited©boyarkinamarina. Comer con ansiedad no es bueno

Tres perfiles psicológicos

Perfil emocional: es la persona que come en respuesta a emociones negativas o a cansancio/sueño. Tiene dificultad para distinguir el hambre verdadera de estos otros estados y puede que en su infancia o adolescencia aprendiera a comer en respuesta a las emociones para reducir/compensar la angustia emocional. Debe poner especial atención en reconocer las señales físicas de hambre pues tiene más riesgo de patologías relacionadas con la dieta: sobrepeso, obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, etc.

Perfil externo o hedonista: es aquel que come impulsivamente cuando tiene estímulos externos como la vista, el olfato y el gusto de alimentos atractivos, independientemente de las sensaciones internas de hambre y saciedad. También son personas que tienen más riesgo de patologías relacionadas con la dieta, especialmente si su contexto de vida implica comidas fuera de casa, ya sea por trabajo o por vida social.

Perfil restrictivo: es aquella persona en la que predomina la limitación de la ingesta de alimentos. No se fía de sus propias señales de hambre y saciedad y prefiere controlar lo que come en función de sus conocimientos de lo que es adecuado dietéticamente. Tiene muy en cuenta su salud, bienestar, forma física y peso corporal, aunque no siempre esté bien orientado. Su inconveniente es que pueden perderse algunas emociones saludables en cuanto a la comida por su rigidez e incluso, en algunos casos, pueden tener mayor riesgo de caer en trastornos de la conducta alimentaria.

Es necesario evitar premios o castigos con alimentos pues eso son mensajes muy potentes de que hay alimentos más buenos que otros

Algunas recomendaciones útiles

La solución para optimizar nuestra relación con la comida y nuestra dieta es entender qué tipo de perfil somos, identificar si arrastramos muchos vínculos emocionales por nuestra vivencia o aprendizaje durante la infancia y procurar no dejarnos llevar por ellos siempre sin dejar de disfrutar la comida. Esto nos puede ayudar:

  • Procura disfrutar siempre de una alimentación saludable, cada comida es una ocasión para deleitar nuestros sentidos, pon la creatividad a tu favor.
  • No comas en situaciones de estrés, ansiedad, tristeza, cansancio, etc. Identifica estas sensaciones y dales la solución adecuada: relajándote, durmiendo, dedicándote tiempo, etc. Si la tentación es muy fuerte, bebe agua o toma una infusión y cuenta hasta diez. Si no es suficiente, come una fruta o un puñado de frutos secos antes de lanzarte a opciones calóricas y poco saludables.
  • Cuando vayas a comer, detente un momento e intenta percibir qué nivel de hambre tienes, eso te ayudará a ajustar tus raciones. Intenta hacerlo también mientras comes para detectar cuando ya estés saciado.
  • Procura fijarte en lo que comes, su aspecto, olor, textura, sabor, e incluso su sonido si cruje o crepita por estar recién salido del horno… Hazlo como si se lo tuvieras que explicar a alguien, así comerás más despacio y lo disfrutarás más.
  • Come y, como mucho, conversa relajadamente con alguien que te acompañe en la mesa, pero no leas, estudies, trabajes, hagas listas de tareas pendientes, pienses en tus problemas, etc. Desconecta y pon atención plena en lo que comes.

El placer de comer es un instinto que podemos poner a nuestro favor disfrutando de comidas saludables, por eso la alimentación emocional no es una dificultad para comer bien. Que nos guste comer es natural y nadie debe sentirse culpable.

Autora: Laura I. Arranz, Dra. Farmacéutica Dietista–Nutricionista

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