El mejor postre a todas las edades es la fruta fresca, pero a veces nos apetece algo más dulce. Aunque no pasa nada porque ocasionalmente tomemos un “postre” azucarado, estos productos no deberían estar en la alimentación diaria de nuestros hijos. Los postres lácteos: yogures de sabores, natillas, flanes, helados, petit suisse… tienen demasiado azúcar y demasiada grasa saturada, y solo se deberían tomar en ocasiones especiales. Los preparados con leche de soja u otras leches vegetales suelen tener tanto o más azúcar que los elaborados con leche de vaca, por lo que tampoco son una buena alternativa.

¿Qué tomar entonces cuando nos apetece algo dulce después de comer?

Una buena opción son las frutas desecadas (higos, orejones de albaricoque, ciruelas pasas, dátiles…), que han sido parte tradicional de la gastronomía española y de la dieta mediterránea, pero que desde hace años tenemos olvidadas. Estas frutas son ricas en vitaminas, fibra y antioxidantes y en minerales como el hierro, el calcio y el potasio. Aunque la concentración de azúcar es alta (y por ello son tan dulces), la absorción de este azúcar se produce de forma lenta gracias a la presencia de fibra y de antioxidantes.

Tener una fuente con frutas desecadas variadas encima de la mesa para tomar de postre es una muy buena idea. Todavía mejor si antes de la fruta deshidratada tomamos una pieza de fruta fresca o hemos tomado una ensalada.

Estas frutas son ricas en vitaminas, fibra y antioxidantes y en minerales como el hierro, el calcio y el potasio

A los niños y niñas mayores de 5 años les podemos preparar una bolsita con una mezcla de higos secos, dátiles, albaricoques, ciruelas, y frutos secos como nueces, avellanas, almendras…según sus gustos, para que lleven al colegio y tengan siempre a mano, pues son uno de los tentempiés más nutritivos que pueden tomar.

A los bebés y niños pequeños que todavía no mastican bien les podemos añadir estas frutas, bien picadas o previamente rehidratadas y hechas puré, a sus papillas de avena, gofio, u otros cereales. De esta forma la papilla gana en sabor y en nutrientes. Cuando son un poco más mayores podemos usar estas frutas para enriquecer un batido o las gachas de avena del desayuno.

Siempre que comamos frutas ácidas, frutas dulces u otros alimentos azucarados debemos beber unos sorbos de agua después para aclararnos la boca y eliminar los restos de ácido y azúcar que pueden atacar nuestro esmalte dental. Esto hay que hacerlo desde que el bebé empieza a mostrar sus primeros dientes. Sin olvidar por supuesto el cepillado dos veces al día.

Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra, www.mipediatravegetariano.com

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