De todos es bien conocida la expresión «Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo”. Una frase mil veces repetida hasta la saciedad por expertos nutricionistas y medios de comunicación. Pero si no se lleva a cabo no deja de ser eso, una buena frase y nada más. La pregunta que nos debemos hacer es, ¿yo la sigo?
Frecuentemente, nuestra forma de vida, nuestro quehacer diario, nos lleva a menospreciar la importancia del desayuno y hacerlo ligero, tan ligero que consiste en un café o un té que tomamos a la carrera porque ya empezamos una nueva mañana ajetreada. No consideramos el desayuno como lo que realmente es, la comida más importante del día. Eso implica que el desayuno no esté en nuestra lista de prioridades. Grave error, ya que un buen desayuno marca la diferencia y nos va a permitir que encaremos el día de forma óptima.
Un buen desayuno marca la diferencia y nos va a permitir encarar el día de forma óptima
Desayunar bien solo ofrece beneficios para nuestra salud. El desayuno pone en marcha el metabolismo, y nos aporta la energía que se necesita para comenzar la jornada. Un buen desayuno es sinónimo de buena salud, de buena memoria y de mejor concentración. Y nos alegra y nos pone de buen humor, ya que mejora el estado de ánimo y disminuye los niveles de estrés. Desayunar como un rey garantiza niveles bajos de colesterol LDL, el colesterol malo, y tener menos posibilidades de desarrollar diabetes, enfermedades cardíacas y padecer sobrepeso.
Recién levantados necesitamos mucha energía. Los niveles de azúcar en la sangre son bajos, y el cuerpo la necesita, la requiere, para que músculos y cerebro trabajen al máximo rendimiento. Y es misión del desayuno ayudar a reponerlos. Si no se obtiene la energía necesaria, nos sentiremos cansados, agotados. El cuerpo recuperará los niveles de energía no repuestos, comiendo en exceso a lo largo del día.
El desayuno, además de energía, aporta nutrientes esenciales como las vitaminas, minerales, proteínas y fibra. Después del sueño el cuerpo necesita de estos nutrientes, y una vez se activa el metabolismo, hay que reponerlos. Por eso es tan importante un desayuno equilibrado basado en granos integrales, frutas y frutos secos. Los granos como el lino, la chía, avena, quinoa, mijo y trigo sarraceno, nos van a aportar fibra soluble, lignanos, betaglucanos y ácidos Omega 3. Debemos contar con frutas con propiedades antioxidantes, como arándanos y manzana. Necesitamos completar el desayuno con higo, plátano y coco, que nos van a proporcionar energía y minerales, y no debemos olvidar la energía de los frutos secos como almendras y pasas, y el cacao, rico en polifenoles.
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Autor: Raúl Martínez, Biólogo, Especialista en Medio Ambiente y Salud
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