Cuando hablamos de productos ecológicos nos referimos a aquellos que se han obtenido a través de cultivos basados en los métodos y técnicas agrícolas tradicionales, sin utilizar agroquímicos, pues algunos de los más frecuentes son altamente contaminantes y de dudosa seguridad para el consumo humano. Las finalidades de la agricultura ecológica son múltiples, no sólo lograr un producto más natural, más sano y de mayor calidad. Aunque en ocasiones la apariencia de las frutas y verduras ecológicas no sea ni tan colorida, ni tan lustrosa, suelen ser más sabrosas y nutritivas.
El consumo de productos ecológicos está en auge porque el mercado ha empezado a madurar. El consumidor cada día es más consciente de los efectos no deseados sobre la salud que conlleva el uso de agroquímicos y de aditivos alimentarios permitidos por las autoridades sanitarias y añadidos muy a menudo a la comida procesada. Sin embargo, el consumidor también sabe que los motivos para volver a los orígenes en la forma de cultivar no sólo son razones “egoístas” para quien pueda permitirse comer mejor. Nos sobran motivos, algunos de ellos muy comprometidos con el respeto a nuestro Planeta y, por supuesto, para el bien común de toda la humanidad.
Durante décadas nos han dicho que la macroagricultura industrial era el mejor modelo de producción, pues nos permitía alcanzar una mayor productividad y un mayor rendimiento económico, así como un producto de aspecto más agradable y más voluminoso. No obstante, el sin freno del avance de la tecnología agroquímica, los monocultivos industriales, los transgénicos, etc. comprometen la seguridad alimentaria de las generaciones futuras. Cultivar de forma ecológica significa planificar de forma más sustentable y respetuosa con el entorno por varias razones. La agricultura es una actividad antropogénica que implica modificar los ecosistemas y transformar los paisajes, por ello, debemos procurar que nuestra acción como humanos sea lo menos lasciva posible, porque todo daño que hagamos a nuestro Planeta, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos.
La agricultura es una actividad antropogénica que implica modificar los ecosistemas y transformar los paisajes
Los campos son diariamente fumigados con agrotóxicos y estos son esparcidos por el viento al tiempo que contaminan los recursos hídricos, perjudicando seriamente la salud de las personas que viven más cerca. Los trabajadores agrarios están todavía más expuestos a estas sustancias tóxicas y su salud en más riesgo.
El modelo de agricultura industrial a base de grandes extensiones de monocultivos supone una gran amenaza para la biodiversidad mundial, pues ha causado un importante desequilibrio natural, comprometiendo la seguridad alimentaria del futuro. Un caso que ha devenido tristemente famoso lo encontramos en la provincia de Santa Fe, en las regiones agrarias de Argentina, el tercer productor mundial de grano de soja, donde el uso de las sustancias químicas que potenciaron el gran desarrollo agrario, va más allá de los campos de soja, tabaco, algodón o maíz. Desde que el uso de la agroquímica comenzó a aplicarse hace 20 años, se han documentado miles de casos en los cuales se emplean agroquímicos en un contexto de pocos controles estatales y esto ha coincidido con el aumento de las tasas de cáncer, las cuales son entre dos y cuatro veces más altas que el promedio del resto del país. Los defectos y malformaciones en recién nacidos se cuadruplicaron.
Según el Dr. Medardo Ávila Vásquez, pediatra y cofundador de Médicos de Pueblos Fumigados: “El cambio en la forma de producir, francamente ha cambiado el perfil de enfermedades. Nos hizo perder una población bastante sana. Ahora vemos una población con altas tasas de cáncer, niños que nacen con malformaciones y enfermedades que eran muy infrecuentes”.
El modelo de agricultura industrial a base de grandes extensiones de monocultivos supone una gran amenaza para la biodiversidad mundial
No nos faltan razones para volver a la agricultura tradicional, además muchos de los agroquímicos utilizados son derivados del petróleo y en menos de un siglo ya no se podrán fabricar… No obstante, el gran despegue del mercado bio ha generado controversias y se ha convertido en objeto de desacreditaciones y críticas. Se ha dicho que los productos ecológicos son más caros y que son elitistas, pues la agricultura a pequeña escala todavía hoy no resulta tan rentable, por esta razón deberíamos apoyarla, para que pueda crecer.
Los precios generalmente más elevados de los productos han sido su principal blanco de críticas y es cierto que no todos nos podemos permitir tener un huerto propio o hacer toda la compra bio, en estos casos, recomendamos que aquellos productos básicos más susceptibles a los agroquímicos (soja, maíz, tomates) los compremos siempre procedentes de agricultura ecológica, e ir incorporando aquello que se pueda. Cuando crezcamos más, todo será más asequible. No obstante, para facilitar la accesibilidad a los productos ecológicos, una parte de la sociedad ya ha sabido organizarse, la creación de cooperativas de consumo permite comprar a mejor precio.
Y, sobre todo, recordar que no siempre bio es sinónimo de sustentable. Aprendamos de las críticas constructivas y no nos dejemos condicionar por las críticas destructivas. Es muy importante que el producto ecológico sea de proximidad, pues flaco favor hacemos al Planeta comprando productos que han sido transportados desde miles de kilómetros, su viaje ha contaminado tanto que descompensa las virtudes de su técnica agrícola. Ser responsables y no comprar productos que lleven embalajes innecesarios, especialmente, aquellos hechos de plástico. Fijémonos en la cantidad de envases que generamos cada día en casa, la mayoría contenían algún tipo de alimento. Utilizar bolsas reutilizables e intentar comprar productos básicos, sin envasar. Por nuestra salud, evitar siempre que podamos los productos procesados, ahorraremos dinero y reduciremos los plásticos.
Autora: Helena Escoda Casas, Licenciada en Historia (UAB)
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