Decía el médico francés Jacques Ménétrier, padre de la Oligoterapia moderna y de la que se conoció como “medicina funcional”, que “la inmensa mayoría de las enfermedades son simples disfunciones del organismo y que si no se corrigen en este estadio, conducen irremediablemente a enfermedades constituidas”.
Con la frase anterior Ménétrier se refería a las enfermedades en fase funcional (cuando hay síntomas como malestar, dolores, cansancio…) en la que aún no está afectada la estructura; y a las enfermedades crónicas, donde ya existe una afectación en la estructura del organismo. Y decía respecto a los oligoelementos que “estos pequeños elementos suministrados correctamente mejoran “el funcionamiento” de nuestro organismo en el plano físico y en el psicológico”.
Los oligoelementos son elementos químicos minerales que se encuentran en los seres vivos en muy pequeñas cantidades. Son imprescindibles para activar la bioquímica del cuerpo y hacer que el organismo funcione correctamente, de tal manera que intervienen en el sistema digestivo, en la reproducción celular, en la síntesis hormonal y en el sistema inmunológico.
Actualmente sabemos que los seres vivos se rigen por un conjunto de reacciones químicas muy complejas y armónicas, llamadas metabolismo, que continuamente se está adaptando al medio que le rodea para mantener un equilibrio (homeostasis). Estas reacciones son catalizadas (aceleradas) por moléculas específicas llamadas enzimas que, a su vez, necesitan a los oligoelementos en su estructura para ejercer su función de forma correcta y eficiente. Se ha visto que gran parte de las enzimas hasta ahora estudiadas contienen en su molécula un oligoelemento o son activadas por la presencia de un oligoelemento. Los oligoelementos son, por tanto, de vital importancia para mantener la salud y para la recuperación del equilibrio cuando hay enfermedades.
Pero lo que Ménétrier formuló a mediados del siglo pasado ya se había practicado de manera intuitiva y empírica en la Antigüedad, en la que la plata ya se utilizaba para purificar el agua y el cobre para la fabricación de pulseras que mejoraban los dolores articulares.
Los oligoelementos son de vital importancia para mantener la salud y para la recuperación del equilibrio cuando hay enfermedades
En el siglo XIII, Arnaldo de Villeneuve y más adelante en el siglo XV el alquimista francés Valentino, se dieron cuenta de que suministrando trocitos de esponja marina tostada a sus pacientes de bocio, éstos mejoraban. Siglos más tarde, en 1819, Goindet comprobó que la esponja contenía un principio terapéuticamente activo: el yodo. Actualmente, el yodo tiene un papel biológico fundamental en la regulación de los procesos tiroideos.
Poco a poco las investigaciones fueron determinando cuál es la mejor dosificación para la mayoría de los oligoelementos, los efectos positivos de cada uno, así como los síntomas cuando hay carencias. Cuando existen deficiencias o excesos de estos oligoelementos se producen ciertos estados que predisponen al organismo a enfermedades y nuestro sistema inmune puede dejar de funcionar eficientemente.
La oligoterapia se emplea en base de la naturaleza particular de cada persona, en su tendencia a enfermar y en cómo responde (lo que Ménétrier diferenció y denominó diátesis).
Son considerados oligoelementos: el calcio, manganeso, cobalto, cobre, flúor, fósforo, hierro, magnesio, litio, potasio, selenio, sodio, yodo, zinc, etc.
En el próximo número veremos cómo trabaja la oligoterapia catalítica y los principales oligoelementos y su función.
Autora: Marta Gandarillas, Periodista especializada en Salud Natural, Titulada superior en Naturopatía y Terapeuta de Jin Shin Jyutsu.
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