Recuerdo perfectamente a mi abuela, una mujer sabia, mandando a sus nietos “a que nos diese el aire” como remedio para casi todo. Aburrimiento, pataletas infantiles e incluso unas decimillas de fiebre, se solucionaban enviándonos a traerle algo de la huerta o a jugar al parque hasta la hora de cenar.
Me pregunto qué pensaría ahora si supiese que la neurociencia le ha dado la razón. La mayoría de los estudios sobre salud mental apuntan a que sufrimos un “déficit de naturaleza”. Biológicamente, el ser humano necesita formar parte activa de los ciclos de la naturaleza porque tiene una vinculación emocional con ellos. Gran parte del éxito adaptativo de nuestra especie reside en la estimulación natural, y si dejamos de recibirla, nuestro sistema nervioso y nuestra salud se resienten.
Según la cátedra de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid, la falta de vitamina D, la obesidad, el incremento de enfermedades respiratorias, la hiperactividad o los trastornos por déficit de atención infantiles, están relacionados con el síndrome de “déficit de naturaleza”. Pero resulta que un simple paseo diario de entre 20 y 30 minutos por una zona verde mejora el estado de ánimo, reduce el estrés, activa la creatividad, refuerza el sistema inmunitario, alarga la esperanza de vida, mejora el funcionamiento cognitivo y permite dormir mejor. Un montón de buenos motivos para ecologizar ya ciudades y barrios, y comenzar nuestra terapia verde.
Autora: Ruth Alday, Directora de Vida Natural
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