¿Buscas un bar? Sígueme. Un buen eslogan que vemos de continuo en coches y furgonetas de reparto. Anda moviéndose de aquí para allá por muchos pueblos y ciudades. Es un anuncio publicitario de una conocida marca de refrescos que tiene mucho gancho, diseñado atractivamente para hacer que consumamos bebidas azucaradas.

Las bebidas azucaradas están por todos lados. Las podemos encontrar en un bar como dice el anuncio, en un hospital, o a pie de calle, en una tienda de 24 horas. En cualquier sitio las encontramos, son ubicuas. Y su consumo no hace más que aumentar día a día, especialmente entre los más jóvenes. Y como se puede comprobar, su mayor o menor consumo es independiente de los impuestos con que se les graven.
Lo que la publicidad no informa es que consumir bebidas azucaradas implica riesgos. Y es que estos refrescos no son tan sanos como nos hacen creer. Un consumo excesivo puede tener graves y negativas consecuencias para la salud. Aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, sobrepeso y obesidad en la población, especialmente en los niños, de sufrir problemas digestivos, enfermedades cardiovasculares y desarrollar síndrome metabólico. Y no se trata de conjeturas y suposiciones alarmistas, son evidencias clínicas las que así lo manifiestan. Las bebidas azucaradas son extremadamente calóricas. Consumir este tipo de bebidas a diario incrementa la probabilidad de padecer obesidad en adultos en un 37%, y si se trata de niños, el porcentaje de obesidad se dispara a un 60%. Está demostrado que este riesgo aumenta en aquellas personas predispuestas genéticamente a desarrollar obesidad.
Un consumo excesivo puede tener graves y negativas consecuencias para la salud
Las bebidas azucaradas tienen como endulzante sacarosa o fructosa. Estos azucares inhiben la producción de leptina e insulina. La leptina está implicada en el control del peso corporal a través de la regulación del apetito y la termogénesis, mientras que la insulina tiene la misión de regular el azúcar en sangre. La fructosa está siendo estudiada con atención por sus efectos perjudiciales en relación con el sobrepeso y la obesidad, y en los trastornos metabólicos. La fructosa favorece la resistencia a la insulina, promueve la aparición de diabetes tipo 2, la acumulación excesiva de grasa en el hígado, las enfermedades cardiovasculares y el síndrome metabólico. Consumir una lata de refresco azucarado al día aumenta el riesgo de padecer diabetes tipo 2 en un 22%, y no cabe duda, este riesgo aumenta cuanto más joven es el consumidor de estas bebidas.
Autor: Raúl Martínez, Dietista-nutricionista, biólogo
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